En el evangelio de este domingo escuchamos el relato de la anunciación. El ángel Gabriel es enviado por Dios a una jovencita llamada María y le anuncia que será la madre de Jesús, el hijo de Dios, y esto será posible porque el Espíritu Santo descenderá sobre ella y el poder del Altísimo la cubrirá con su sombra. No será obra humana, sino de Dios.
María, pese a no tener una total claridad del mensaje del ángel responde afirmativamente diciendo: “Hágase, sea, pues. Que se cumpla en mí lo que me has dicho. Que Dios haga su voluntad sobre su sierva”.
Para María nada es más importante que la voluntad de Dios, su vida y sus planes no son relevantes. Para ella, lo verdaderamente importante, es que Dios haga su voluntad en su vida. María es para nosotros ejemplo de fe, no entiende del todo, pero se abandona a Dios. La fe es justamente eso, abandonarse confiados en las manos del Señor, es escucharlo y obedecerlo, es obedecerlo y creer que nada hay mejor en la vida que hacer su voluntad, que decirle ‘Sí Señor, hágase en mí según tu palabra’.
¿Qué llevaremos de regalo este año al Niño que nace? Sería de mal gusto que hagamos regalos a todos excepto al festejado. Una oración de la liturgia ortodoxa nos sugiere una idea maravillosa. Dice así: ¿Qué te podemos ofrecer ¡Oh Cristo! a cambio de que te hayas hecho hombre por nosotros? Toda criatura te da testimonio de su gratitud. Los ángeles, su canto; los cielos, la estrella; los magos, los regalos; los pastores, la adoración; la Tierra, una gruta; el desierto, un pesebre, pero nosotros, nosotros te ofrecemos una Madre virgen, nosotros, es decir, toda la humanidad, te ofrecemos a María.
“Oh María madre de Dios, estamos por celebrar el santo nacimiento de Jesús, tu hijo. Ayúdanos a decir sí a Dios, a no poner resistencia para cumplir su voluntad, a no tener miedo de poner nuestra vida en sus manos. Danos la alegría de la obediencia, la paz del abandono, la dulzura del amor. Danos a tu hijo nacido de tu carne pura y nosotros te daremos el corazón”. Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!
