Limosna o misericordia

1Samuel 16,1b.6-7.10-13a | Salmo 22 | Efesios 5,8-14 | Juan 9,1-41

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

La oración y de forma especial el ayuno redundan en beneficio personal, pero la limosna muestra externamente las actitudes internas. Para que la limosna propuesta por JESÚS al comienzo del tiempo de Cuaresma sea significativa, tiene que estar revestida del Amor de DIOS: “cuando hagas limosna no lo vayas pregonando como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por los hombres; os digo que ya han recibido su paga. Tú en cambio cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en lo secreto, y tu PADRE que ve lo secreto te lo pagará” (Cf. Mt 6,1-4) Todo lo que somos y tenemos pertenece a la Divina Providencia; por tanto si algo damos o compartimos responde a la condición de administradores, de lo que hemos recibido. JESÚS nos quiere prevenir de la vanagloria que vuelve estéril una acción que nos podría ayudar. Dice el libro del Apocalipsis que nuestras obras nos acompañan (Cf. Ap 14,13) el día que dejemos este mundo. No nos salvan las obras, pues ninguna de ellas abre por sí misma la puerta del Cielo. Sólo nos salva la acción misma de JESUCRISTO, por quien nuestras acciones particulares pueden adquirir algún mérito. La radicalidad evangélica pretende evitarnos la vanidad, la soberbia o el crecimiento desmedido del ego personal. La radicalidad evangélica se expresa así: todo el bien que podamos hacer a los demás, lo hemos recibido gratuitamente con anterioridad. Si nos resulta excesivo escuchemos las palabras de JESÚS: “lo que gratis habéis recibido, dadlo gratis” (Cf. Mt 10,8). Esta radicalidad evangélica no exime del trabajo concienzudo y del esfuerzo personal, pero todo ello es posible gracias a la Divina Providencia. El cristiano tiene que responder con toda competencia en el trabajo profesional y ajustarse a las reglas que lo regulan, pero queda un margen para la gratuidad en la relación con el prójimo. La acción gratuita del cristiano supera las condiciones del mercado y establece unos cauces de comunión cristiana. Desde los comienzos del Cristianismo estas formas de relación basadas en la gratuidad y la comunión estuvieron presentes como vías de la Misericordia efectiva. En absoluto las relaciones de comunión gratuita merman la exigencia y necesidad del trabajo profesional: “el que no trabaja que no coma, porque nos hemos enterado que algunos están muy ocupados en no hacer nada” (Cf. 2Tes 3,10-11). Esta es la postura clara y determinante de san Pablo, sin que por ello deje de apelar también a la acción solidaria: “no se trata que vosotros paséis apuros para que otros tengan en abundancia, sino con igualdad. Al presente vuestra abundancia remedia su necesidad, para que la abundancia de ellos remedie vuestra necesidad y reine la igualdad” (Cf. 2Cor 8,13-14). San Pablo refiere en esos versículos algo sobre la colecta que está realizando para llevarla a los hermanos de la comunidad de Jerusalén, que padecen una situación precaria. No se trata que los de Corinto pasen necesidad, sino de compartir de lo que pueden prescindir, sabiendo que los hermanos de Jerusalén los van a recompensar con sus oraciones e intercesión ante el SEÑOR. En cualquier caso, la recompensa por la acción solidaria realizada vendrá de DIOS que ve la intención de cada uno de sus hijos en particular.

La Divina Misericordia y la compasión

La Misericordia que viene de DIOS es su Amor enviado a los hombres para asistirnos providentemente. La acción más importante de la Divina Misericordia es enviarnos al SALVADOR. El pecado nos enferma y causa la muerte en último término. La enfermedad y la muerte quedan tan dentro de la existencia humana, que sin culpabilidad personal las padecemos por el simple hecho de venir a este mundo. Se hacía necesario el SALVADOR, que en palabras suyas, “vino a llamar a los pecadores y a sanar a los enfermos” (Cf. Lc 19,10). En el Corazón de JESUCRISTO, DIOS tiene compasión de todos los hombres. La misión de JESÚS de Nazaret se puede catalogar como una gran obra de Misericordia. JESÚS da de comer al hambriento y beber al sediento; reviste con su Gracia y la da el vestido de fiesta para que pueda participar de la “Boda del Hijo del REY” (Cf. Mt 22,1-14). El Mensaje de JESÚS es una enseñanza superior en lo moral y espiritual, que estaba escondida a los hombres. Aunque a muchos les parezca que el Evangelio emplea formas elementales, sin embargo no existe filosofía o sabiduría más alta que la contenida en su revelación. JESÚS dio consejos a personas particulares y exhortó con severidad en algunas ocasiones. JESÚS realizó como nadie la compasión, curando a los enfermos y sobre todo liberando a los encadenados por el maligno. JESÚS no empleó nunca su gran poder carismático en provecho propio, y en todo momento manifestó su Divina Misericordia hacia los excluidos de la sociedad o de la institución religiosa como era el caso de los publicanos. JESÚS se compadece de los hombres y desciende a los niveles más bajos, aceptando el papel que le toca jugar al Siervo de YAHVEH en el drama de la historia humana. La tercera parte de la regla de oro del discipulado es sígueme, que es tanto como decir: imita en lo posible el modo de vivir que YO he llevado. La vida ejemplar de Misericordia y compasión por parte de JESÚS es modélica, por tanto, propuesta para ser aplicada en la medida de las posibilidades de cada uno. JESÚS dice: “si me amáis guardaréis mis palabras” (Cf. Jn 14,15). Las palabras de JESÚS no están sólo en las predicaciones y las parábolas, también se encuentran de forma más dinámica en las distintas actuaciones. De hecho los relatos de la Pasión en los cuatro evangelios son proporcionalmente las narraciones más amplias, sin embargo contiene unas escasas palabras por parte de JESÚS. El sígueme de la regla de oro del discipulado encuentra en las secuencias de la Pasión la doctrina más densa. La espesura del Mensaje es fuente permanente para el discípulo. JESÚS llevó a término su proyecto: “El ESPÍRITU del SEÑOR está sobre MÍ, porque me ha ungido, y me ha enviado para dar la vista a los ciegos, liberar a los presos, sacar de las mazmorras a los oprimidos y anunciar el Año de Gracia del SEÑOR” (Cf. Lc 4,18-19). El Evangelio de JESÚS está para ser difundido, conocido y guardado por los seguidores.

Las obras del cristiano

El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2447) recoge las catorce “Obras de Misericordia” que se dividen en espirituales y corporales. Las Obras de Misericordia espirituales son: enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, dar buen consejo al que lo necesita, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo, perdonar las injurias y elevar oraciones por los vivos y los difuntos. Las Obras de Misericordia Corporales son: visitar y cuidar  al enfermo, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, hospedar al peregrino, redimir al cautivo y enterrar a los muertos. El número siete está muy presente en las distintas clasificaciones, siete sacramentos, siete dones del ESPÍRITU SANTO, siete oraciones oficiales diarias o los siete días de la creación; pero las Obras de Misericordia pueden aumentar en aplicaciones de acuerdo con las circunstancias y los tiempos. Es una obra de misericordia orar por los difuntos, y lo es también la petición “al PADRE para que envíe operarios a su mies” (Cf. Lc 10,2); o la oración dirigida por los perseguidores y enemigos. Cumplimos los bautizados con el mandato general unido al Sacramento del Bautismo: “haced discípulos de todos los pueblos, bautizando en el nombre del PADRE, y del HIJO, y del ESPÍRITU SANTO; y enseñándoles a guardar todo lo que YO os he mandado” (Cf. Mt 28,19-20). Cuando la Gracia bautismal enraíza en el corazón del creyente lo relatado en el Evangelio comienza a ser un estilo de vida. El Evangelio en su conjunto es el mandato de JESÚS, y constituye la Palabra que vamos conociendo en un presente continuo, pues la necesitamos en el hoy de cada día. JESÚS contestó a los discípulos enviados por el Bautista para preguntarle, si ÉL era el MESÍAS, y lo hizo remitiéndose a las obras: “los ciegos ven, los sordos oyen, los leprosos quedan limpios, los cojos andan, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados” (Cf. Lc 7,22).JESÚS es nuestro modelo perfecto, y por tanto inalcanzable de ahí que vivamos en condición de seguidores y discípulos.

La elección de David como rey de Israel

Saúl por su desobediencia al SEÑOR cayó en desgracia y se granjeó la reprobación por parte de DIOS; y el profeta Samuel es enviado a la localidad de Belén para ungir al que será el próximo rey de Israel. David es muy joven, el menor de los hermanos varones, y está dedicado a cuidar los rebaños de su padre Jesé. David va a ser el rey más reconocido de la Biblia, y se muestra muy humano. No se ocultan sus dones y éxitos personales, al mismo tiempo que aparecen grandes faltas y pecados; pero en todo momento, David, tiene en cuenta al SEÑOR, bien para dar gracias o pedir perdón. David es un hombre profundamente religioso, que llegado el momento acepta la reprensión de DIOS sin protestas. David no tiene una sola palabra de autojustificación ante DIOS y acepta siempre su veredicto, aunque represente un duro castigo. David no caerá en la idolatría como su hijo Salomón al final de sus días. Por la fidelidad de David a pesar de sus pecados, DIOS establece con él un pacto por el que su linaje será el que dará a Israel el futuro rey mesiánico: JESÚS de Nazaret nacerá en Belén como descendiente de la casa de David (Cf. Lc 1,32).

De Saúl a David

Saúl había sido ungido rey por el profeta Samuel como el primer rey de Israel. Saúl cae en desgracia (Cf. 1Sm 15,1ss) por su desobediencia; y el SEÑOR lo rechaza y manda al profeta Samuel a la casa Jesé, en Belén para que unja como rey al hijo de Jesé que ÉL elija. “Dijo YAHVEH a Samuel, ¿hasta cuándo vas a estar llorando por Saúl después que YO lo he rechazado como rey de Israel? (Cf. 1Sm 16,1). La situación de Samuel con respecto a Saúl no es la de un consejero real para dar indicaciones al rey de carácter político o religioso. Samuel es en primer lugar el profeta de YAHVEH que hace saber al rey su Divina Voluntad. Esta distinción es básica para entender el papel que realizarán los verdaderos profetas a lo largo de los distintos reinados. También alrededor del rey se juntaban consejeros reales, que pretendían hablar en el nombre del SEÑOR, pero en realidad decían al monarca lo que éste deseaba oír independientemente de la verdadera voluntad de DIOS, que por supuesto tampoco les era revelada. Israel es una teocracia como en los pueblos de alrededor. Lo que significaba y distinguía a Israel como teocracia era la naturaleza del DIOS al que el Pueblo debía servir y dar culto. Llegados a cierto punto de la Historia de la Salvación, la monarquía se convierte en una institución esencial para la marcha del Pueblo elegido. Desgraciadamente la importancia de esta institución no evitó la infidelidad de la mayoría de los reyes, que se comportaron abiertamente como reyes paganos. Puede decirse que de forma providencial el linaje de David –la Casa de David- se mantiene cuando se llevaban siglos en los que se perdió el rastro de la monarquía. JESÚS de Nazaret es el Hijo del hombre en un doble sentido: como perteneciente al linaje humano de la Casa de David, y acreditándose, al mismo tiempo, como el Hijo de hombre referido en el profeta Daniel (Cf. Dn 7,13). Unos mil años van a separar la unción a David en Belén por el profeta Samuel, del momento en el que nace el SALVADOR de una VIRGEN perteneciente a la Casa de David (Cf. Mt 1,16).

Acto de culto

Samuel muestra sus reticencias al SEÑOR ante la misión encomendada: pondría su vida en peligro, si Saúl sospechaba que iba a ungir al nuevo rey de Israel. La cosa se resolvería mediante la realización de un sacrificio al SEÑOR, y de esa forma Samuel y todos los participantes estarían a salvo. El SEÑOR dice a Samuel: “lleva contigo una becerra y di, he venido a sacrificar a YAHVEH” (v.2). Todavía no estaba asentada la institución sacerdotal, y el profeta o el rey, en algún caso, asumían esta función oferente e intermediadora. Así Samuel realiza un sacrificio de comunión, en el que una parte de la víctima se quema –la grasa, los riñones y el hígado- Los despojos se queman en una zona alejada del lugar del sacrificio y las partes comestibles se presentan al SEÑOR mediante un balanceo ritual; y con esas partes de la víctima se tiene la comida ritual. Allí estaban con Samuel, Jesé y sus hijos, que fueron pasando uno tras otro ante el profeta para comprobar cuál de ellos era el elegido de YAHVEH. De los siete presentes en un primer momento, a ninguno de ellos lo eligió YAHVEH; y todos quedaron sorprendidos especialmente el profeta Samuel que daba por hecho la elección del mayor, Eliab, pero el SEÑOR le dijo a Samuel: “no mires su apariencia ni su gran estatura, pues YO lo he descartado, la mirada de DIOS no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero YAHVEH mira el corazón” (v.6-7). DIOS no deja de aleccionarnos en medio de los acontecimientos de la vida. Samuel era un hombre de DIOS, pero dependía en todo momento de la decisión divina y no le estaba permitido moverse por sus propias impresiones, que no dejaban de ser muy humanas, y lo que se estaba decidiendo era lo que entraba de lleno en el Designio Eterno de DIOS.

Unción de David

“Preguntó Samuel a Jesé, ¿no quedan más muchachos? Respondió Jesé, todavía queda el más pequeño, que está guardando el rebaño. Dice Samuel a Jesé: manda que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido” (v.10). DIOS revela su voluntad, pero no tiene prisa en hacerlo y utiliza sus tiempos. El factor tiempo es algo que molesta con frecuencia: no llevamos bien las esperas o la imprevisibilidad del cumplimiento de las promesas. Samuel es un hombre de DIOS y sabe corregir sus apreciaciones, que siendo muy limitadas han de estar abiertas a la modificación querida por el SEÑOR. En este, como en otros pasajes, el profeta aparece como alguien privilegiado que mantiene comunicación directa con DIOS. Vemos que la cosa sucede en cierta medida, pero no del todo: también el profeta tiene que estar despierto para discernir los últimos pasos que DIOS piensa llevar a cabo. Samuel no puede, en este caso, tomar decisiones por su cuenta, y la unción con el aceite que llevaba preparado tiene que ungir al que el SEÑOR decida, y no al que le cause humanamente mejor impresión. El dilema Samuel lo resolvió bien. Llegó David: “era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia. Dijo YAHVEH, levántate y úngelo, porque éste es. Tomó Samuel el cuerno de aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos. A partir de entonces vino sobre David el ESPÍRITU de YAHVEH” (v.12-13). La unción señala la elección y el SEÑOR confirma a David con su Divina Presencia, pues el ESPÍRITU de YAHVEH no se apartará de David. Pronto los acontecimientos pondrán a prueba la singularidad de David, que tendrá éxito en todas su empresas, aunque ese mismo éxito le acarreará la amenaza permanente del rey Saúl, al que David respetará por ser “el ungido del SEÑOR” (Cf. 1Sm 24,6) David vivirá siete años con sus seguidores como fugitivo en Hebrón, y reinará en Jerusalén treinta y tres años cuando muera Saúl en su última batalla contra los filisteos, en el monte Gilboa (Cf. 1Sm 31,1-6).

La LUZ del mundo

Hoy se proclama el capítulo nueve del evangelio de san Juan, que continúa uno de los atributos principales de JESÚS: “YO SOY la LUZ del mundo, y el que viene a MÍ no camina en la oscuridad, sino que tendrá la LUZ de la VIDA” (Cf. Jn 8,12). El ciego de nacimiento que va a ser curado recorrerá varias etapas hasta llegar al descubrimiento de la identidad de JESÚS. El camino de Fe es un proceso de iluminación muy distinto de las propuestas espiritualistas gnósticas, que se vuelven hacia el propio individuo induciéndolo al error trágico de considerarlo como la meta en sí mismo. La iluminación cristiana es la conciencia cada vez más clara de “¿quién es JESUCRISTO?” Lo que cada cristiano es, está en relación directa con la proximidad a JESÚS de Nazaret. El ciego de nacimiento es curado de su ceguera física y espiritual, alcanzando la meta de la conversión cuando reconoce a JESÚS como el SALVADOR (Cf. Jn 9,38).

Al pasar (Jn 9,1ss)

 Un cambio radical se establece entre el comienzo de ese capítulo con el último versículo del capítulo anterior, que refiere el rechazo de un grupo de judíos cogiendo piedras para matar a JESÚS (v.59). La tensión va en aumento a medida que nos acercamos a los días de la manifestación de JESÚS en Jerusalén. El evangelio de san Juan seleccionando los dos últimos signos, la curación del ciego de nacimiento y la revivificación de Lázaro, quiere afrontar los hechos con una posición apologética: los signos señalados sólo DIOS los puede realizar, por tanto JESÚS es el MESÍAS. El intento de matar a JESÚS recogido en el capítulo ocho está motivado por la negativa a aceptar a JESÚS como el MESÍAS. “Al pasar vio JESÚS a un hombre ciego de nacimiento” (v.1) Todos los hombres estamos representados en este ciego de nacimiento y permanecemos bajo la mirada atenta de JESÚS que pasa sanando a los ciegos, sordos, paralíticos y leprosos. En esta breve expresión reconocemos toda la carga salvadora del paso del SEÑOR, que libera; o del paso del SEÑOR que eleva la vida de los hombres a la trascendencia. El paso del SEÑOR no es indiferente.  El ciego no ve, si no es visto y JESÚS lo sabe. Eres ciego y alguien te saluda, entonces has visto a esa persona, y si pasa de largo el ciego no ha visto a nadie. JESÚS no pasa del ciego manteniéndolo en su aislamiento.

Los discípulos preguntan

¿Quién pecó éste o sus padres para que naciera ciego? (v.2). La pregunta tiene su parte extravagante: si nació ciego, ¿cuándo tendría que haber pecado?, ¿en el seno de la madre? Disparates de ese jaez se dan en todas las épocas. JESÚS pone las cosas en su sitio: “ni pecó éste ni sus padres, es para que se manifieste en él las obras de DIOS” (v.3). La máxima del Antiguo Testamento se formula así: “castigo la culpa de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación; y tengo Misericordia por mil generaciones para los que guardan mi Alianza” (Cf. Ex 20,4-6). En todo caso la revelación admite que existen enfermedades hereditarias, aunque en aquellos tiempos no existían los conocimientos biológicos y genéticos, pero se podían intuir algunas consecuencias de las enfermedades paternas en la descendencia. Por otra parte, la acción misericordiosa de DIOS es permanente. Cada generación comprendía cuarenta años, y si los multiplicamos por mil nos da cuarenta mil años de acción providente de DIOS sobre el Pueblo elegido. Hemos cubierto unos tres mil quinientos  años de historia desde Abraham hasta este momento, por lo que aún nos quedan unos miles de años, que el SEÑOR renovaría en todo caso. Volviendo a la pregunta de los discípulos, observamos que también en el grupo estaban presentes las valoraciones morales y jurídicas, que JESÚS resuelve siempre aplicando la acción misericordiosa de DIOS. JESÚS les dice que conviene aprovechar mientras ÉL está en medio de ellos, porque ÉL es la LUZ del mundo” (v.5).

Dos tiempos

La curación del ciego de nacimiento evoca la acción creadora de DIOS y el tiempo de la Redención. JESÚS  hace barro con su saliva y algo de tierra, y lo manda a lavarse a la piscina de Siloé, que significa “enviado” (v.5-6). El ciego hizo lo que JESÚS le mandó y recobró la visión.

Distintos observadores

Tres grupos de personas se resitúan ante el ciego curado: los vecinos, los judíos pertenecientes al Templo y sus familiares. Dice el texto que los vecinos lo conocían porque lo encontraban pidiendo limosna en el Templo habitualmente, pero estaba el grupo que encontraba al ciego de hace unas horas bastante cambiado y alcanzaban a decir que se le parecía. Ante los vecinos el antes ciego decía: soy yo. El ciego es inexpresivo por razón de su falta de visión. El ciego estaría sentado cuando pedía limosna la mayor parte del tiempo, por lo que podía contribuir a no ser identificado con claridad por los vecinos. Como siempre el evangelio de san Juan conjuga los detalles sin importancia aparente con los aspectos fundamentales, y lo importante de esta secuencia es la declaración del que antes estaba ciego: yo soy. La vista le había devuelto la identidad con una expresión única en todo el evangelio de san Juan en boca de una persona distinta de JESÚS. Algo grande operó en la persona del que había sido ciego. El que está ciego espiritualmente sufre un destierro de la existencia. Quien es visto y curado por JESÚS recupera la conciencia de su identidad. JESÚS nos remite inmediatamente a la “imagen y semejanza de DIOS” (Cf. Gen 1,26). Pero JESÚS ha venido a dar pleno contenido a lo dispuesto en el origen, y trae el mensaje de nuestra filiación divina, que lleva a su cumbre la propia “imagen y semejanza de DIOS”.

Reconocimiento de JESÚS

El ciego ahora curado habla testimonialmente sobre JESÚS, pero hace sus declaraciones con una sorprendente precisión. “El hombre que se llama JESÚS hizo barro y me mandó a lavarme a la piscina de Siloé” (v.11). Son los vecinos los que en busca de más argumentos llevan al ciego curado a la presencia de los fariseos, que le preguntan y reciben la misma respuesta. Los fariseos dividen su opinión al saber que JESÚS había realizado la curación en sábado; y algunos decían que ese hecho declaraba que JESÚS no venía de DIOS, pues no guardaba el sábado (v.16) Otros decían: ¿cómo puede un hombre abrir los ojos a un ciego?(v.16). Las disensiones entre los garantes de la religión se vuelven hostilidad hacia el ciego curado, al que le repiten el interrogatorio. Ante aquella situación tan delicada es sorprendente la oportunidad de las respuestas, que merecen ser leídas con detenimiento en el texto del evangelio. Los fariseos entre todas las preguntas le hacen una que él responde sin dudar. Le dice aquellos: ¿qué piensas de ese hombre? El antes ciego, responde: “que es un profeta” (v.17). Vemos que el ciego curado ve en JESÚS a un profeta, pues un hombre cualquiera no puede abrir los ojos a un ciego como a él le ha sucedido. Entre este interrogatorio y el siguiente, los judíos llaman a los padres, pues no creían que aquel hombre hubiera nacido ciego. Los padres confirman que aquel era hijo suyo pero no pueden dar respuesta al motivo por el cual ve en ese momento. El texto aclara que había una orden de excomulgar de la sinagoga a todo aquel que reconociese a JESÚS como el MESÍAS (v.22). De nuevo llamaron al que había sido ciego y reanudaron el interrogatorio, y las respuestas del hombre curado se pueden considerar magistrales; y por eso mismo sorprendentes en alguien que había pasado su vida en la mendicidad. Visión física, pero mucho más importante era la sabiduría y conocimiento de las cosas de DIOS que aquel recién curado estaba manifestando. La reacción de los interrogadores fue echar fuera al hombre curado con una sarta de improperios: “empecatado naciste, y ¿pretendes darnos lecciones a nosotros?” (v.34).

La Fe del discípulo

Se enteró JESÚS que lo habían expulsado, se encontró con él de nuevo y le preguntó: ¿crees en el Hijo del hombre? Él respondió, ¿quién es, SEÑOR, para que crea en ÉL? JESÚS le dijo: le has visto, el que está hablando contigo. Entonces, él dijo: creo, SEÑOR; y se postró ante ÉL” (v.35-38) La figura del Hijo del hombre de Daniel (Cf. Dn 7,13) encierra la revelación del MESÍAS que viene en el Día del SEÑOR. Para el que había sido ciego, JESÚS poseía la suficiente autoridad y era confiable en lo que le estaba diciendo. Las palabras al ciego curado y su reacción fue similar a la revelación que recibió la samaritana en Sicar (Cf. Jn 4,26) El antes ciego se postra ante JESÚS, porque ha recibido el Don para adorar en espíritu y verdad (Cf. Jn 4,23).

El juicio se estaba realizando

“Dice JESÚS: para un juicio he venido a este mundo, para que los que no ven, vean; y los que ven se vuelvan ciegos” (v.39). Las palabras y señales que JESÚS estaba ofreciendo provocaba reacciones de aprobación y rechazo hacia su persona. En definitiva el juicio de las personas particulares se produce por la aceptación o rechazo a JESÚS. Algo tan simple como esto sólo se admite cuando se revela o manifiesta JESÚS mismo en su realidad de HIJO de DIOS.

San Pablo, carta a los Efesios 5,8-12

La imagen de la luz sigue presente en la segunda lectura de este domingo. No es ajena esta simbología a la expresión de san Pablo. Recordamos el himno a los de Colosas, en su inicio: “damos gracias a DIOS PADRE, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del Pueblo Santo en la LUZ. ÉL nos ha trasladado al Reino de su HIJO querido” (Cf. Col 1,12-13). Hemos entrado en la LUZ cuando lo hicimos en el Reino traído por el HIJO a este mundo para dar los primeros pasos, sabiendo que su culminación está después de la muerte particular y de la Segunda Venida del SEÑOR para todos en el último día. El comportamiento moral es el que determina en lo particular la estancia en la LUZ o la permanencia en las tinieblas.

No a las obras del pasado

“En otro tiempo fuisteis tinieblas, pero ahora sois luz en el SEÑOR. Vivid como hijos de la LUZ” (v.8) Parece que en aquellos tiempos resultaba fácil distinguir el bien del mal. Muchos de aquellos cristianos convertidos habían salido de prácticas religiosas aberrantes y estaban dispuestos para realizar un camino distinto, pero no se puede despreciar las recaídas provocadas por la fuerza subyacente de hábitos antiguos perniciosos. Los cristianos de aquellos tiempos tenían que permanecer en fidelidad a la acción del ESPÍRITU SANTO para llegar a buen término. San Pablo en estos versículos anteriores lo recuerda.

Frutos de la LUZ

“El fruto de la LUZ consiste en toda bondad, justicia y verdad” (v.9). Nos encontramos en los escritos de san Pablo con listas de vicios por un lado, y virtudes por otro. En este caso el Apóstol nos ofrece una síntesis de lo que el cristiano vive cuando está en la LUZ, o en el seguimiento de JESUCRISTO. Todo lo bueno, justo y verdadero ha de estar presente, descartando las conductas  perjudiciales señaladas más arriba en este capítulo.

Discernimiento

“Examinad qué es lo que le agrada al SEÑOR” (v.10). El ejercicio del examen particular está destinado a personalizar las normas morales, con el objeto de interiorizar y realizar por Amor aquello que pudiera resultar una obligación externa. Este versículo está cargado de relación personal e íntima con DIOS, al que no se le sirve atemorizado, sino como hijos que se saben queridos. En este caso, el comportamiento adecuado no puede venir de una obligación coercitiva, sino de una correspondencia gratuita y amorosa. La piedad filial ha disipado absolutamente el miedo a DIOS, pero discierne sobre aquellos detalles o aspectos que más le agradan. Este versículo es clave para vivir el encuentro con DIOS.

Obras estériles

“No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien denunciadlas” (v.11).Las cosas en cierto sentido no han cambiado demasiado, pues también en aquellos tiempos se proponían públicamente comportamientos destinados a ser realizados en el ámbito privado. La acción totalitaria y manipuladora de las vidas y las conciencias cumple su objetivo cuando repercute en la intimidad de los ciudadanos. Ese hecho es denunciable públicamente, y el Apóstol requiere que esa denuncia se realice. No se puede dar por buena la aberración, aún cuando ésta venga envuelta en el Boletín Oficial del Estado. La fuerza de la ley en estos casos contribuye de manera muy grave a desnaturalizar a la sociedad misma, pues la ley que debía de estar al servicio del bien común, se pone por el contrario a disposición de la aberración.

Declarar con razones

“Mencionar algunas cosas da vergüenza, pero al ser denunciadas se manifiestan a la luz, pues todo lo que queda manifiesto es luz; por eso se dice: despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y te iluminará CRISTO” (v.12-14). El Malo sabe cómo aturdir las conciencias y desactivarlas. El Malo presenta su vertiente frívola y burlona con muchas formas de juego y entretenimiento. El juego antes y ahora se reviste de un halo de ingenuidad e inocencia. El juego para el niño es en sí mismo bueno y un vehículo necesario, pero aplicado a la manipulación del adulto resulta mortal como así sucede. La frivolidad del adulto se marca por el juego: el adulto juega con las drogas, juega con la infidelidad en su matrimonio, juega con su salud exponiéndola a riesgos innecesarios; el adulto juega con su patrimonio o con su destino eterno. El adulto en su frivolidad no se da cuenta que ha perdido el control de sí mismo y es dominado por otras fuerzas que entran en ese juego. Una gracia muy especial se necesita para librase de las cadenas que atan a la frivolidad, por eso viene acertadamente la sentencia: “levántate, tú que duermes, y CRISTO será tu luz”. Sabemos que para aludir a la muerte se recurre al término dormir; lo mismo que el despertar se relaciona inmediatamente con la Resurrección. Todas las gracias que recibimos en esta vida son para la Vida Eterna. La Gracia, el discernimiento y las razones bien fundamentadas nos despertarán de la somnolencia paralizante y entraremos de nuevo en la LUZ que es JESUCRISTO.

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