* El patriarca ortodoxo Kirill ha instado a la gente a no temer los escenarios apocalípticos
El patriarca Kirill, jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa, ha dicho que el alarmismo apocalíptico y las especulaciones sobre una guerra nuclear no son buenas para la gente de fe desde un punto de vista espiritual.
El líder de la iglesia hizo estas declaraciones en la sesión del Consejo Popular Ruso Mundial en Moscú el jueves.
Sin embargo, esto no significa que la gente deba quedarse de brazos cruzados, afirmó Kirill, ya que “el enemigo de la raza humana” intenta sembrar confusión y ansiedad, privando a todos de coraje y voluntad. “Una persona privada de paz espiritual es más fácil de manipular”, afirmó.
El objetivo de Rusia es “resistir al mal”, según el líder de la Iglesia Ortodoxa, quien llamó a sus conciudadanos a “defender altos ideales morales”.
En las últimas semanas ha ido aumentando la preocupación pública por la posible escalada del conflicto en Ucrania hasta llegar a una guerra nuclear. Moscú ha acusado constantemente a los países occidentales de intensificar la escalada al suministrar armas a Kiev, la más reciente de las cuales fueron misiles de largo alcance utilizados para atacar territorio ruso.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha dicho que los ataques han dado al conflicto de Ucrania un carácter global, ya que Kiev no podría haberlos llevado a cabo sin la asistencia directa de los estados de la OTAN.
Putin ordenó un cambio en la doctrina nuclear del país a finales de septiembre y aprobó el documento la semana pasada. La postura ahora permite una respuesta nuclear a un ataque convencional por parte de un estado no nuclear apoyado por una potencia que posee armas de destrucción masiva.
Rusia también llevó a cabo un ataque contra Ucrania utilizando su nuevo misil hipersónico de alcance medio Oreshnik, afirmando que era una respuesta a los ataques transfronterizos de Kiev utilizando sistemas ATACMS y HIMARS de fabricación estadounidense, así como misiles Storm Shadow de fabricación británica.
Moscú ha condenado las tensiones con Occidente por Ucrania como una guerra indirecta liderada por Estados Unidos contra Rusia, en la que Washington busca imponer una “derrota estratégica”.