En el evangelio de este domingo, Jesús hace un discurso usando un estilo de hablar que se llama apocalíptico. Ese tipo de lenguaje usa elementos tremendistas, imágenes que parecen salidas de literatura de ciencia ficción, pero cuyo fin no es causar pánico, sino hacernos conscientes de una realidad, este mundo ha tenido un principio y tendrá un final al fin de mirar, llenos de esperanza, otra realidad: la del otro mundo, la vida eterna en la que Dios nos espera para colmarnos de alegría y plenitud.
Jesús nos habla del fin del mundo y del juicio final, pero nos advierte de no andar fantaseando ni haciendo especulaciones de cuándo sucederá esto, incluso nos dice que ni él mismo lo sabe, es algo que está reservado al Padre eterno. Así pues, los creyentes no debemos andar afligidos por el fin del mundo, sino que debemos preocuparnos por el fin de nuestro mundo personal, es decir, el momento de la muerte que será cuando se acabe para nosotros toda nuestra realidad terrenal empezando por nuestro cuerpo que llegará a su fin con el deceso físico. Y con su extinción, también desaparecerán todas nuestras relaciones temporales, las familiares y afectivas, nuestros bienes, nuestras pretensiones y ambiciones, será el fin de nuestro mundo.
No seas ingenuo pensando que tú no pasarás por ese momento de la muerte, es inevitable y es sabio que pienses en ello a fin de que el momento no te encuentre desprevenido. Si tienes fe en Jesús que resucitó, que murió y salió triunfante de la muerte, tendrás la certeza de que la muerte no es el fin de la vida, sino una transformación, un paso de esta vida material terrena y mortal a otra que es espiritual y que nunca terminará; lo importante es que estés preparado para el momento en que Dios te llame y como no sabes cuándo será, entonces toda tu vida debe ser una preparación para la muerte y la mejor manera de estar tranquilo es permaneciendo en la gracia de Dios, es decir, libre de cualquier pecado grave que te separe de Él y que te destruya interiormente y estar preparado para el juicio personal que te hará Jesús en el mismo instante de tu muerte.
¿Cómo estar preparado? Ahí tienes la guía de los Diez mandamientos. ¿Los cumples? Ahí tienes la ley de la caridad. ¿Amas a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo? ¿Vives intensamente tu fe? ¿Tienes viva tu esperanza? ¿Practicas la generosidad? Nunca es tarde, cada día de vida que Dios te da es una oportunidad para cambiar, para convertirte, para volver a Él tu corazón, para elegir el camino de la vida y no el de la perdición. Recuerda que sólo tienes esta vida para trabajar por alcanzar la vida eterna. Que Dios te libre y nos libre de la condenación eterna. Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!