Como integrantes de esta nación nos sentimos orgullosos de nuestro país, pero muchos compatriotas han perdido la esperanza, pues las decisiones concernientes a las políticas públicas no han sido las mejores últimamente. En la práctica, el gobierno tendrá el dominio absoluto del Poder Judicial y lo pondrá a su servicio, no al servicio de la justicia ni de la nación. Murió la república, la democracia y la libertad conquistada.
El hombre tiene muchas esperanzas, grandes o pequeñas, diferentes según el período de su vida. En la juventud encontrar el amor de su vida puede ser su mayor esperanza, después la esperanza de hallar cierta profesión o trabajo, incluso el éxito determinado para el resto de su vida.
Por su parte, debemos de constatar que un progreso acumulativo y de control del gobierno solo es posible en lo material, sin embargo, el bienestar nunca puede garantizarse solamente en las estructuras por muy válidas que estas sean. Las buenas estructuras ayudan, pero no bastan, por tanto, el hombre nunca alcanzará su plenitud en lo exterior. Así resulta necesario encontrarse con uno mismo y con su creador, tampoco se debe poner toda la esperanza en la ciencia y el gobierno, pues se le estaría pidiendo mucho y no es suficiente. La ciencia y el gobierno pueden contribuir mucho a la humanidad, pero también pueden destruir al hombre y al pueblo si no se orientan hacia el bien social y no tan solo a intereses de poder.
A lo largo del tiempo se ha visto que la esperanza humana de realización se va diluyendo, porque las situaciones de las realidades humanas dependen de cada generación y decisión de los hombres, así como de la búsqueda de las oportunidades presentadas en la vida. Por ello necesitamos esperanzas más grandes que día a día nos mantengan en el camino y nos empujen a continuar adelante, más allá de un buen gobierno o de la simple motivación humana, ¡vivir sin esperanza es vivir sin Dios!
Es necesaria una esperanza fiable que establezca un vínculo profundo y duradero, que oriente en cada paso a los fundamentos de la ciencia y del gobierno, que silencie el intelecto del conocimiento del hombre. Yo, como investigador y amante de la sabiduría, quiero expresar aliento y estima por la esperanza, es decir, el intelecto del corazón, esa fe amiga de la inteligencia, porque se convierte en una perspectiva nueva de la vida aun en la adversidad. Ante el rico patrimonio de la experiencia me limito a puntualizar el itinerario que se debe recorrer para alcanzar la esperanza, por ello es necesario que la mente se eleve a Él y no es suficiente la lectura de la ciencia ni de las políticas públicas del gobierno sin la admiración ni la caridad. La inteligencia sin la humildad es vana, es el camino por donde se va dejando todo y se “purifica” el alma, lo cual involucra a toda persona para llegar al conocimiento de la esperanza cierta y ser finalmente transportada por Él, por Dios. De este modo, la fe es perfección de nuestras capacidades cognitivas y ¡experimentamos la esperanza como preparación al encuentro con Dios!
Cuando nos sostiene una esperanza no corremos ningún riesgo de perder la valentía de vivir, anunciar y buscar a Dios.