Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso

SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO XXXIVº Domingo del Tiempo Ordinario

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo

Del Santo Evangelio según San Lucas: 23,35-43

Cuando Jesús estaba ya crucificado, las autoridades le hacían muecas, diciendo: A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido.

También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Éste es el rey de los judíos.

Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros. Pero el otro le reclamaba, indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho. Y le decía a Jesús: Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús le respondióYo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Palabra del Señor.  R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO:

  1. El último domingo del tiempo ordinario y del año litúrgico es siempre el domingo XXXIV; en él siempre celebramos la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo, y reafirmamos así lo que cada domingo decimos en el Credo como parte de nuestra fe: “…y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin.
  2. Es de notar que en la institución de esta solemnidad en el Calendario Litúrgico de la Iglesia universal influyó la devoción que el Pueblo de México mostró hacia esta fiesta, recordando además que muchos mártires mexicanos fueron cristeros que murieron exclamando: ¡¡¡ Viva Cristo Rey, y la Virgen de Guadalupe!!!
  3. De ahí, hermosos y significativos cantos entonados cual himno para todo católico mexicano:

“Que viva mi Cristo, que viva mi Rey,
que impere doquiera triunfante su ley,
que impere doquiera triunfante su ley,
viva Cristo Rey, viva Cristo Rey”.

4. El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús crucificado; algo que en esta solemnidad  se nos podría presentar como contradictorio; pero Jesús claro lo dijo: Mi reino no es de este mundo (Jn 18,36). Por otra parte, Jesús nace para ser Rey (cf. Jn 18,37), y con su presencia se realiza el Reino de Dios.

5. Cristo reina desde la cruz: “…cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32), pues su victoria absoluta se da cuando por su obediencia al Padre, restablece el amor, incluso por encima de la muerte, realizando en todo y hasta el extremo la voluntad del Padre. En la cruz Cristo triunfa de una vez para siempre y en absoluto sobre la muerte, el pecado, el diablo,  el infierno…

6. Insensatamente y por su incapacidad de distinguir el plan de Dios, las autoridades judías aducen que Jesús no es el Mesías, pues piensan que sólo si Él se salva a sí mismo es que es el Mesías: “…que se salve a sí mismo, si Él es el Mesías de Dios…” los romanos, por su parte, y hasta uno de los malhechores, argumentan humanamente: la condición para considerar que Cristo es el Mesías es que se salve a sí mismo. Es que no piensan como Dios; no conciben que el plan de Dios y la salvación misma pasen por el no salvarse a sí mismo, sino triunfar sobre el sufrimiento mismo, sobre la muerte misma, llegando a la resurrección, dimensión de Dios, donde a Cristo se le dió el nombre que está sobre todo nombre (Flp 2,9).

7. Pero es el hombre humilde, muchas veces en el sufrimiento, el que verdaderamente puede ver a Dios: Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de m픡Qué oración más humilde!, pero ¡qué oración más potente!, y ante la cual se le abrieron a aquel ladrón las puertas del Reino de los cielos: Jesús muestra en la cruz que sí podría salvarse a sí mismo, pero que no lo hace pues no es la voluntad del Padre, y que su victoria no va a ser evitar la muerte, sino destruirla para siempre con su obediencia hasta la muerte, y una muerte de cruz (Flp 2,8), para llegar a su gloriosa resurrección.

8. El “buen ladrón” hace una petición de última hora, y en la hora decisiva de la muerte, y obtiene la salvación en la respuesta de Jesús: Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

9. No olvidemos pues, la victoria es absoluta y es de Cristo, y nos enseña que el triunfo no está en evitar la muerte, sino en vencerla como Él lo hizo.

10. Ahora, preguntémonos: ¿Qué hubiera pasado si el ladrón no le pide a Jesús estar con Él en su reino?; pidió con el corazón y obtuvo. Así nosotros, sigamos el consejo de Cristo: Pidan y se les dará” (Mt 7,7); si no pides no obtienes; no dejes de pedir con fe y humildad, siempre confiando en Dios, en su mucha bondad y misericordia.

11. Pidamos a la Virgen Santísima de Guadalupe que nos mantenga humildes y con confianza  en Cristo, y pidamos siempre y continuamente su poderosísima intercesión: ¡Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerteQue ella nos haga reinar con su Santísimo Hijo en ésta y en la otra, la vida eterna, y que siempre pidamos, pidamos, y roguemos, roguemos, confiando siempre obtener gracia y beneficios de la bondad de Dios.

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