… Yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios

– IIº Domingo del Tiempo Ordinario –

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo

Del santo Evangelio según San Juan: 1,29-34

         En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”.

         Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

Palabra del Señor.          R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO: 

  1. Con este domingo estamos comenzando en este 2023 el tiempo litúrgico llamado Tiempo Ordinario. Y podría venirnos la tentación de pensar que este tiempo litúrgico por ser llamado “ordinario” carece de importancia especial dentro del año litúrgico, donde tenemos tiempos fuertes de meditación, unos de preparación como el adviento y la cuaresma, y otros de celebración como los de Navidad y  Pascua.
  2. Pero el tiempo ordinario tiene una gran importancia en la vida litúrgica del cristiano. En este tiempo nos vamos a situar en la vida pública de Jesús, vamos a estar a la escucha de las enseñanzas de Jesús a sus discípulos durante tres años de predicación diaria. Y debemos sentirnos muy contentos de que también nosotros podamos ponernos cada domingo a la escucha de la palabra de Cristo, y pertenecer así al grupo de sus discípulos.
  3. Discípulos del Señor no eran sólo los apóstoles, que ciertamente habían sido elegidos de entre los discípulos, sino eran todos aquellos que querían aceptar en su corazón y con fe la palabra del Señor: mujeres, niños, ancianos, padres de familia, jóvenes, ricos, pobres, enfermos, y hombres de toda condición.
  4. Jesús no era un profesor que tenía alumnos, sino un Maestro de vida que tenía discípulos que querían orientar toda su existencia de acuerdo al modelo  divino, Cristo, único camino, verdad y vida para todo hombre que viene a este mundo (cf. Jn 1,9).
  5. Así pues, si quieres tener la alegría de estar en la “escuela de vida” de Cristo, de contarte entre sus discípulos, de experimentar cómo se transforma tu vida con su palabra y su presencia en ti, aplícate a la escucha de esa palabra del Señor, cada domingo, para que puedas decirle a Cristo como San Pedro Tú tienes palabras de vida eterna…” (Jn 6,68).
  6. El Evangelio de este domingo nos sitúa precisamente al inicio de la vida pública del Señor, concretamente cuando es presentado por Juan el Bautista ante el pueblo judío que lo escuchaba. San Juan Bautista lo señala como “… el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Señala así la misión redentora de Cristo, Él morirá por salvar a la humanidad de la muerte eterna, de la condenación, y así ofrecerá en su sangre la posibilidad de participar en la nueva y definitiva alianza para el perdón de los pecados, como escuchamos siempre en cada Misa al momento de la consagración.
  7. “Éste es aquel de quien yo he dicho: El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo: Juan el Bautista le recuerda al pueblo judío lo que ya antes les había anunciado, la llegada del Mesías, y que este Mesías existía antes que el Bautista, una clara alusión a la divinidad de Cristo. Juan se humilla y adora, reconoce el origen divino de Cristo ,y asimismo nos invita a nosotros también a adorar y contemplar al Dios eterno, pues como dice el Bautista “…ya existía antes que yo.
  8. Ese mismo Mesías, después de ser presentado al pueblo judío por el testimonio del Bautista, mostrará su divinidad, sea a través de su Evangelio que revela al Padre, sea a través de sus obras milagrosas que mostrarán el amor incondicional de Dios para con la humanidad, a la que a pesar de ser pecadora, se le ofrece la reconciliación con Dios.
  9. Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo: Y esto es lo que precisamente vio el Bautista y de lo cual da testimonio. En su testimonio podemos ver cómo Dios, la Santísima Trinidad, se manifiesta en el bautismo de Cristo, que es el Hijo, el Padre dice “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias (Mt 3,17), y el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en forma de paloma (Mt 3,16).
  10. Juan el Bautista dice: he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel, pero de Cristo refiere que le fue dicho: Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo: el bautismo que nosotros hemos recibido no ha sido el de Juan el Bautista, sino el que Cristo mandó a sus apóstoles administrar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19), el bautismo que nos ha hecho hijos de Dios, templos de la Santísima Trinidad, y nos ha lavado del pecado original y demás pecados, haciéndonos herederos de la vida eterna.
  11. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios: Con estas palabras contundentes San Juan el Bautista nos enseña a nosotros que también tenemos una tarea como creyentes en Cristo: dar testimonio con nuestra palabra y nuestra vida que Jesús es el Hijo de Dios. Pero no podemos dar este testimonio sin vivir antes el misterio mismo de Cristo, sin hacer la prueba a la que nos invita el Salmo: Gusten y vean qué bueno es el Señor (Salmo 33,9). No podemos dar testimonio sin dejar entrar a Cristo en nuestras vidas para ver cómo el Señor las transforma. ¿Por qué no hacer la prueba? Sólo así tendremos el gozo de decir como el Bautista: “…yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios. Y creámoslo, es un verdadero gozo vivir a Cristo y anunciarlo a los demás.
  12. Pidamos a Dios por intercesión de nuestra Madre Santísima de Guadalupe, que tengamos la dicha de abrir el corazón a Cristo, ser testigos de la felicidad que Él nos trae con su Evangelio, y testimoniarlo a nuestros prójimos, familias, amigos, conocidos y a todo aquel que la providencia permita se encuentre con nosotros en el camino de esta vida.
Comparte: