¡Viva Cristo Rey! Joven mexicano, auténtico modelo de héroe católico

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* El 23 de noviembre de 1927 Luis Segura Vilchis murió como mártir, asesinado por el gobierno masónico mexicano: Luigi Casalini.

“¡Viva Cristo Rey!”. Este fue el grito que, en la década de 1920, abrió las puertas del Cielo y de la gloria eterna a muchos mártires de la resistencia católica en México.

De hecho, los  mártires cristeros , que participaron heroicamente en esta resistencia, la lanzaron cuando fueron fusilados por el régimen anticatólico contra el que luchaban: un régimen tiránico, que cerró las iglesias, persiguió la religión católica y trajo la desgracia a la nación amada por Nuestra Señora de Guadalupe.

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Luis Segura Vilchis (1903-1927)  –el joven que vemos en las fotografías– no fue sometido a ningún juicio. Sin previo aviso, lo sacaron de prisión para enfrentarse al pelotón de fusilamiento. Este joven también dejó escapar ese grito glorioso, poco antes de ser alcanzado por los disparos de sus verdugos. En su contra se había formulado la acusación de conspirar contra la vida del malvado dictador Obregón (*).

En la primera fotografía vemos al prisionero caminando hacia el lugar de su ejecución, acompañado por un siniestro funcionario del régimen mexicano. Está tan sereno como si caminara por la nave de una iglesia después de recibir la Sagrada Comunión, para el encuentro del íntimo banquete eucarístico con aquel Dios por quien, en unos momentos, iría a morir.

Puro, viril, noblemente sobrio, bien vestido, distinguido y visiblemente dotado de una buena educación, este héroe puede legítimamente ser considerado un  modelo de joven católico: serio, generoso, lleno de fe y de coraje .

Qué fácil habría sido para él explotar sus muchos talentos de manera egoísta, construyendo un estilo de vida cómodo a través de una hermosa carrera. Bastaba con que colaborara con el régimen ateo e igualitario que entonces oprimía a su patria o, al menos, que no luchara contra él. Sin embargo, su conciencia de católico se oponía enérgicamente a esta perspectiva.

Luis Vilchis estuvo vinculado al  movimiento cristero  y, gracias a su vigorosa personalidad, su fervor y su inteligencia, inmediatamente se convirtió en uno de sus líderes.

Los testigos declararon que el joven mártir sólo fue informado de su inminente ejecución cuando lo llevaban de regreso a su celda. Él rápidamente respondió que sus asesinos lo enviarían al cielo.

Al ver su disposición, incluso el comandante y los soldados del pelotón de fusilamiento se conmovieron.

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Vilchis tuvo que pasar cerca del cadáver aún caliente del célebre Beato Padre Pro. En la primera fotografía fija su mirada en un punto a su derecha, justo donde yacía el cuerpo del célebre sacerdote jesuita, asesinado minutos antes.

Mientras Vilchis enfrenta esta situación, ni la más mínima contracción se nota en sus facciones. No muestra el más mínimo atisbo de pánico o desánimo. Su fisonomía permanece inalterable mientras contempla la dura realidad que se presenta ante sus ojos de forma tan cruel. Será la próxima víctima de la revolución anticatólica; y los comentaristas de la época confirmarán que no se notó ningún cambio en su plácido rostro.

Ese dominio de sí sólo podía venir de una gracia extraordinaria  para afrontar el martirio y de una fuerza espiritual especial.  Su alma era fuerte, porque se había preparado con un largo sufrimiento previo . A través de ardua reflexión y meditación,  prefirió afrontar la que podría haber sido la realidad más trágica .

En nuestro tiempo, el hombre odia prepararse para lo peor . Siempre prefiere soñar con lo mejor, imaginarse una situación idílica, presagio de todo bien, sin la intervención de ningún mal.  Lo hace para no verse obligado a reconocer la importancia del sufrimiento para su propia santificación .

¿Cuáles son las consecuencias?  Cuando sucede lo peor,  el alma de quienes evitan el sufrimiento no puede resistir la prueba . Este no fue el caso del joven Vilchis. Se había preparado para afrontar la realidad más cruel.

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“¡Señores, ya estoy listo!”, dijo orgulloso Vilchis ante sus verdugos , con la mirada vuelta al cielo. Este preciso momento quedó impreso en la otra fotografía. Unos segundos más tarde – ¡y con qué confianza! – entró en otro Cielo, del cual el nuestro es sólo un símbolo.  ¿Qué gloria tuvo la suya al ser conducido por los Ángeles ante el exaltado Trono de Dios para el verdadero encuentro con Cristo Rey  -por quien acababa de ofrecer su vida terrena-  y con María Santísima, que tan dulcemente sonrió a este heroico hijo suyo? !

(*) Álvaro Obregón, principal impulsor de la persecución anticatólica en México junto con Plutarco Elías Calles, sería el instigador del ataque contra el altar donde se guardaba la imagen de la Virgen de Guadalupe. Éste salió ileso, pero el altar quedó parcialmente destruido.

Por PLINIO CORREA DE OLIVEIRA

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