La tecnología ha permitido que el Prelado se acercara a familias de Medio Oriente a pesar de la pandemia.
El prelado ha querido estar con personas de la Obra y sus familias de uno de los países que más están sufriendo en este momento, el Líbano. Ha escuchado sus preguntas, consolado sus sufrimientos, admirado su fortaleza y reído con sus niños, en una tertulia que se desarrolló en decenas de cuartos de estar de Medio Oriente.
Cerca de 120 familias se han conectado desde sus casas. En las pantallas se veían salas de estar, sillones, cuadros. Eran escenas de lo más comunes, con varias personas en torno a una pantalla. Niños que se movían, padres que escuchaban, abuelos que se acercaban y banderas que ondeaban.
“Tengo mucha alegría de poder estar conectado con el Líbano, es un país muy querido, por muchos motivos”, comenzó, y destacó que, “al menos en el sur del país, ha estado Jesucristo”, el mismo que está presente en la Eucaristía.
Las preguntas se fueron sucediendo, por parte de hombres y de mujeres. Eran en árabe y las traducía Rebecca, libanesa que actualmente está viviendo en Roma. Las respuestas del Prelado giraron, en gran medida, en torno a la esperanza. “Es una virtud sobrenatural. Pedidle al Señor que nos aumente la fe y, con esta, la esperanza”, recomendó.
El encuentro duró cerca de una hora y, antes de que terminara, el Prelado agradeció mucho la ocasión y dijo que reza mucho por los del Líbano, al tiempo que pidió oraciones por el Papa y por la Obra. Al dar la bendición final, deseó que el Señor esté en las familias, las intenciones, los trabajos y la alegría de todos los que lo escuchaban. Y se despidió con un nuevo agradecimiento, con una gran sonrisa y saludando con las manos a los cientos de rostros que lo acompañaban desde sus pantallas, a más de 2.000 kilómetros de distancia.
opus dei.