¡Verdaderamente ha resucitado el Señor!

Hechos 10,34a.37-43 | Salmo 117 | Colosenses 3,1-4 | Juan 20,1-9

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Somos cristianos, porque JESÚS ha resucitado. La Resurrección de JESÚS, no solo confirma su Evangelio y misión, sino que nos abre las puertas de la Eternidad. La Resurrección de JESÚS abrió el Cielo e innumerables gracias vienen sobre cada uno de los cristianos y el mundo en general. Aparecerán apostasías y anticristos; pero por encima de todo eso sobreabunda la Gracia del RESUCITADO (Cf. Rm 5,21). Cada año celebramos la Vigilia Pascual, que es la gran fiesta de los cristianos. JESÚS, el VERBO de DIOS hecho hombre, sigue un camino que dio inicio en la Encarnación. Ese momento da la entrada al VERBO de DIOS en nuestro mundo y la verticalidad de DIOS intersecciona con la horizontalidad del género humano, en la persona de la VIRGEN MARÍA. La Cruz de JESÚS se muestra desde este momento como el modo de estar del VERBO entre los hombres. JESÚS cargará con esta tensión inicial sin renunciar a ella en momento alguno y la resolverá para siempre con la Resurrección. En el momento crucial en el que el poder de las tinieblas se vuelve más denso, como refiere el Evangelio de san Juan, JESÚS declara: “ahora es glorificado el Hijo del hombre” (Cf. Jn 13,31). Entramos a oscuras en el templo, tan solo con las velas encendidas en el cirio Pascual recién bendecido. De pie, con atención y cierto sentimiento de novedad, escuchamos el Pregón Pascual, que gana especialmente cuando está bien cantado. Es una noche en que los participantes no tenemos prisa por concluir la celebración. Como en otras liturgias es la Palabra la que va creando el clima espiritual y marcando el ritmo de la celebración. Se cuida la proclamación de la Palabra, con las siete lecturas del Antiguo Testamento y salmos correspondientes, y volvemos a la memoria de los acontecimientos fundamentales de la Historia de la salvación, que dieron lugar y origen a nuestra Fe. Siete lecturas, que actualizan y dan sentido a la Creación, la Fe de Abraham, la Promesa que se anuncia para el futuro mesiánico y las diversas actuaciones especiales de DIOS para materializar su designio de AMOR, a pesar, muchas veces, de las decisiones humanas. Un Poder insospechado se pone en marcha cuando celebramos la Vigilia Pascual. Si en algún momento estábamos caídos, enfermos, golpeados o frustrados. Algo empieza a actuar para ponernos en pie, levantarnos o despertarnos. En nuestra Vigilia Pascual nos asomamos al amanecer de aquel tercer día, que todavía era de noche, y con el mismo silencio de la Resurrección, JESÚS renueva a la Iglesia y a cada uno de sus hijos. La Vigila Pascual se sostiene con las dos columnas que mantiene la Iglesia: la Palabra y los Sacramentos. Es la ocasión especial para renovar las promesas bautismales de todos los presentes, que hemos recibido el Sacramento del Bautismo hace años. Después de renovar las promesas bautismales confirmamos lo manifestado con la fórmula: “esta es nuestra Fe, esta es la Fe de la Iglesia”. Cada uno en particular cree y renuncia personalmente y con toda la Iglesia. La condición eclesial del “nosotros” no evita el pronunciamiento personal del “creo”. Este creo es opción fundamental y adhesión personal a JESUCRISTO. La decisión de seguir a JESÚS es singular. Las grandes propuestas de DIOS son aceptadas o rechazadas por cada uno particularmente, sin que ello signifique aislamiento. El nosotros de la Iglesia nos habla de la comunión de todos los bautizados en la Iglesia del momento presente, pero también incluye a todos los que con anterioridad sostuvieron la llama de la LUZ de CRISTO hasta nuestros días. La Iglesia del futuro se está gestando en estos momentos con los aciertos y contradicciones que podamos protagonizar. Para subrayar el significado del Sacramento del Bautismo dentro de la Vigilia Pascual se realiza el bautizo de uno o varios niños. De cualquier forma la Liturgia Bautismal tiene un lugar propio en la celebración. El Obispo de la Diócesis se reserva el bautizo de adultos para la Vigilia Pascual en la catedral. Estos candidatos al Bautismo siguieron varios años de preparación y reciben en esa noche santa los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación y EUCARISTÍA. La cuarta parte de la Vigilia Pascual es la Liturgia Eucarística, en la que los recién bautizados adultos participarán plenamente. De forma sumaria en la Vigilia Pascual asistimos a una renovación de la vida cristiana y para algunos la iniciación. El que preside la celebración y los participantes pueden estar presentes con mayor o menor entusiasmo, pero nada impide la presencia del SEÑOR para iniciar una nueva etapa y restablecer la vida de su Iglesia. Debemos mantener con certeza: “verdaderamente, JESÚS, ha resucitado”. No estamos en el comienzo de todo, sino en el cumplimiento de las promesas ”la noche está avanzada, ahora estamos más cerca del Día que cuando empezamos a creer” (Cf. Rm 13,11-12). El Día del SEÑOR apareció en la Resurrección sin ruido alguno, pero con todo su Poder.

Hechos 10,34a.37-43

La Hora de la Iglesia

Por los acontecimientos presentes conviene señalar de dónde viene la Iglesia. Los predicadores del Evangelio surgen a renglón seguido de la mayor tensión espiritual, que lleva al HIJO de DIOS a morir crucificado. Todavía un periodo de tregua hasta el año setenta, esperando el reconocimiento del Nuevo Camino: el Cristianismo. Las fuerzas satánicas pensaban acabar para siempre con el NAZARENO y su proyecto de Reino de DIOS. La cosa no fue así, y la Iglesia surge como fruto directo de la Resurrección que abre la fuente de Gracia del ESPÍRITU SANTO, y pone su unción en la predicación de los evangelizadores que son enviados. No sabemos dónde el SEÑOR conserva en estos momentos recintos de autenticidad evangélica, pero no dudemos que esos recintos de personas que viven los valores evangélicos existen y están en todas las clases sociales. Nadie podrá arrastrar a los 7000 -número simbólico- referidos en el segundo libro de Reyes, de la firmeza en los valores dados por JESÚS en su Evangelio. La Iglesia se abrió paso al comienzo, reanudó la marcha en momentos críticos de la historia y remontará la profunda crisis del momento presente, aunque socialmente pareciera devastada: templos vacíos, envejecimiento de las personas practicantes, abandono por miles diariamente de la confesión católica en Europa, serios conflictos entre obispos y conferencias episcopales, tensiones profundas entre Roma y distintos grupos eclesiales, nuevas disposiciones doctrinales y pastorales con graves consecuencias incluso en las relaciones ecuménicas. No es un momento feliz para muchos, aunque sirva de caldo de cultivo para todo tipo de intrigas y radicalidades. Los que proponían la tolerancia en la Iglesia se volvieron radicalmente intolerantes, los paladines de la ortodoxia con frecuencia excluyen el Concilio Vaticano II y nos dicen que el SEÑOR sólo entiende el latín, que de otras lenguas ni se ocupa. No nos falta casi da nada en el ámbito social, político y religioso, con todas las relaciones e influencias que un sector y otro se intercambian. El SEÑOR es especialista en resucitar y devolver al orden lo que permanece en el caos.

Pedro llega a casa de Cornelio

Lo que sucedió al principio tiene validez. El Cristianismo se predica en las casas. JESÚS resucitado se aparece en diversos lugares, pero con preferencia en las casas donde los discípulos están reunidos. Pedro se presenta: “verdaderamente comprendo que DIOS no hace acepción de personas” (v.34). Como judío, y para empezar, no está mal. Esta simple apreciación es capital: “DIOS no hace acepción de personas”. Dicho de otra forma: DIOS quiere a todos los hombres, pues están llamados a la conciencia de hijos adoptivos (Cf. Jn 1,12; Ef 1,5). Un primer paso hacia la universalidad del Mensaje que el MAESTRO selló con su entrega hasta la muerte. El reconocimiento de los gentiles no será un camino recto, una línea ininterrumpida; pues vendrán las crisis que pongan en tela de juicio la entrada de los gentiles, sin hacerse primero practicantes judíos como exigían algunos; y éste fue el motivo principal del concilio de Jerusalén (Cf. Hch 15,1ss). Las disposiciones de Cornelio y su familia difícilmente podían ser mejores: “todos nosotros, en la presencia de DIOS estamos dispuestos para escuchar todo lo que te ha sido ordenado por el SEÑOR” (v.33). Cuántos predicadores y catequistas desearían escuchar de los presentes palabras similares, pues la sensación de predicar en el desierto o en el vacío es tristemente frecuente. Ahora bien, el predicador o el catequista debe esforzarse en tratar de entender que es lo que el SEÑOR quiere decirles a los que el evangelizador tiene ante sí. Cornelio centra perfectamente la cuestión: dinos todo aquello que el SEÑOR te haya encargado, pero resérvate otras cosas”. Pedro siguió la indicación de Cornelio, y nos dejó un modelo de predicación básica que recoge los elementos esenciales del Anuncio Cristiano. Este Anuncio inspirado y ungido con Poder hace presente al RESUCITADO. No se puede pedir más para una predicación.

Hechos conocidos

Pedro trae un Mensaje Nuevo y les habla a los convocados de cosas que ya conocían: “vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicara el bautismo” (v.37). Tanto Cornelio como su familia y amigos reunidos tuvieron noticia de las predicaciones y milagros realizados por JESÚS en la Galilea. Como militar, Cornelio tenía más información que el resto de la gente y estaba al tanto de las disputas de JESÚS con los escribas y fariseos. No le faltaría información de las actividades realizadas por JESÚS también en la región de Judea y en la capital Jerusalén. Pero ahora en boca de Pedro, Judea y Jerusalén tienen un significado que debe buscarse en las Escrituras y en los hechos acaecidos en la persona de JESÚS en sus últimos días. La Galilea fue la geografía sobre la que JESÚS desplegó su predicación sobre el Reino de DIOS, formó al grupo de discípulos y realizó los signos que marcaron unas señas de identidad propias, que daban muestras de predicar y actuar con un poder y autoridad del todo nuevo. Algo sabía aquella familia sobre JESÚS. También hoy se debe partir de lo que se cuenta o se conoce sobre JESÚS de Nazaret, no tanto para ampliar erudición, sino con la finalidad de abrir el corazón a su presencia como el único SALVADOR. Cualquier proyecto evangelizador debería contar con esta premisa inicial.

JESÚS es el UNGIDO

“DIOS a JESÚS de Nazaret lo ungió con el ESPÍRITU SANTO y con Poder; y pasó haciendo el bien, curando a todos los oprimidos por el diablo, porque DIOS estaba con ÉL” (v.38). La identidad de JESÚS viene inalterable desde el primer instante de entrar en el mundo. Las diferencias están en el crecimiento, que acompañan el desarrollo de cualquier hombre y cuyas leyes el VERBO encarnado aceptó. JESÚS desde el seno materno dio muestras de ser poseedor del Don del ESPÍRITU SANTO, santificando al Bautista en el seno de su madre (Cf. Lc 1,15.41) No pudo menos que estar asistido por el ESPÍRITU SANTO cuando comparece ante los maestros de la ley a los doce años (Cf. Lc 2,46-47); y es beneficiado con una  nueva presencia del ESPÍRITU SANTO en el momento del bautismo en el Jordán (Cf. Lc 3,21-22). San Pedro da razón de la tangibilidad del Reino de DIOS al paso de la persona de JESÚS: “pasó haciendo el bien, curando a todos los oprimidos por el diablo”. Son más llamativos los signos milagrosos que hablan de un paralítico curado o un leproso regenerado totalmente y al instante. Pero percibimos lo importante que es la liberación psíquica y espiritual, si nos detenemos a pensar por un momento. Sin DIOS y horizontes de Esperanza se vive muy mal. Las opresiones espirituales están al cabo de la calle en número e intensidad más de lo que apreciamos en un primer momento. Estar en compañía de JESÚS era participar de un oasis de paz interior y haber entrado dentro del campo en el AMOR de DIOS que irradia su acción y efectos liberadores. A una cierta distancia, los espíritus malignos no soportaban la presencia de JESÚS y tenían que gritar y delatarlo: “!has venido a perdernos! Sabemos quién eres: el SANTO de DIOS” (Cf. Mc 1,24). La poderosa unción de JESÚS es la Presencia liberadora del Reino de DIOS en medio de los hombres. San Pedro tiene muy claro, que es necesario seguir predicando a este JESÚS, pues él con todos sus compañeros fueron testigos de lo que dijo y enseñó. Aquellos hechos y enseñanzas continúan operando por la predicación en cada época de la historia. En un exorcismo u oración de liberación se ordena en Nombre de JESÚS y los espíritus tienen que obedecer. El Nombre de JESÚS sigue siendo el Poder para liberar y no hay otro.

El testigo se convierte en predicador

“Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén, llegando a matarlo colgándolo de un madero; pero DIOS lo resucitó al tercer día y le concedió la Gracia de aparecerse no a todo el Pueblo, sino a los testigos que DIOS había escogido de antemano, a nosotros, que comimos y bebimos con ÉL después que resucitó de entre los muertos” (v.40-41). Esta predicación de Pedro conserva los dos núcleos de la misión y predicación de JESÚS: Galilea y Jerusalén. La predicación y señales en Jerusalén no evitaron la muerte ignominiosa de JESÚS, para el que pidieron la crucifixión con un punto de histeria o desesperación por parte de las autoridades religiosas. Los temores quedan expresados sencillamente en el evangelio de san Juan: “todos se van con ÉL” (Cf. Jn 12,19) También los apasionamientos religiosos pueden derivar en tragedia y ese fue el caso de JESÚS por las insidias alimentas de los escribas y sacerdotes. Pedro de forma especial fue testigo de los acontecimientos de los últimos días que tuvieron lugar y llevaron a JESÚS a la muerte en la Cruz. Pedro es testigo y al mismo tiempo ejemplo del cristiano que debe empezar todos los días con ánimo renovado el seguimiento del SEÑOR. En los evangelios se recogen todos los momentos en los que pretende afrontar situaciones por encima de sus posibilidades y sobreviene el fracaso. JESÚS el RESUCITADO no deslumbra a sus discípulos con milagros o éxtasis y llevarlos a regiones espirituales para el que cualquier cálculo es necedad. El RESUCITADO se presenta ante ellos y es sentado a la mesa y comiendo con ellos como se convencen efectivamente que el SEÑOR está vivo y ha resucitado. De la muerte no vuelve nadie y si se da algún caso es por el Poder de DIOS. Pero JESÚS no volvió a la vida para este mundo como fue el caso de Lázaro, sino para la Vida Eterna de la que como HIJO de DIOS había venido.

JUEZ de vivos y muertos

“ÉL nos mandó que predicásemos al Pueblo, y diésemos testimonio que ÉL está constituido por DIOS JUEZ de vivos y muertos” (v.42) La predicación no es una exposición académica de una cuestión, tesis o tema teórico. La predicación cristiana tiene por objeto fundamental hacer presente en el mismo acto de la predicación al que es predicado, que no se puede apartar del mismo JESÚS. De ahí que la predicación cristiana precise de la unción del ESPÍRITU SANTO en todo momento para hablar al corazón de los hombres infundiendo la presencia del RESUCITADO. Son diversas las vertientes en las que el RESUCITADO quiere mostrarse a sus discípulos o seguidores. En este caso san Pedro aborda un aspecto crucial: JESÚS es el JUEZ de vivos y muertos, porque cargó con el pecado de todos los hombres y se sometió al Juicio de DIOS. por tanto estamos ante el único que nos salva; y nos concede por su infinita Misericordia una Vida Eterna. JESÚS el RESUCITADO se hace el centro de toda la historia de los que son llamados como hijos adoptivos de DIOS, por eso es JUEZ de vivos y muertos. Todo hombre aunque hubiese dejado este mundo antes de aparecer el único JUEZ no tenía acceso al Cielo, porque sus moradas no estaban abiertas o preparadas, y todos permanecían a la espera de su aparición. El único JUEZ es Misericordia para el que se acerca a ÉL arrepentido y confiando en su Misericordia. La condenación se produce cuando el pecador no se arrepiente, rechaza la LUZ y se aleja de ella. DIOS en su HIJO JESUCRISTO perdona siempre que mostremos arrepentimiento de nuestros pecados. Si decimos que no tenemos pecado, hacemos mentiroso a DIOS, y esa alteración de los hechos no es posible. El Juicio es iluminación de la propia conciencia según los principios y mandamientos que conforman el Amor de DIOS. Cornelio había sido escuchado por sus limosnas y oraciones (v.31).

Sentido de la Escritura

“Todos los profetas dan testimonio que todo el que cree en ÉL alcanza por su Nombre el perdón de los pecados” (v.43). El predicador, profeta, catequista, doctor, o cualquier persona que imparta una enseñanza sobre JESÚS debe leer las Antiguas Escrituras bajo la perspectiva de CRISTO, que viene siendo anunciado. Por otra parte, deben resaltarse las profecías que anticipan los hechos salvadores vividos por JESÚS. El modelo de lo anterior lo encontramos en la predicación de san Pedro el mismo día de Pentecostés ante todos los allí reunidos debido a las manifestaciones carismáticas que se estaban produciendo (Cf. Hch 2,11-36). No olvidemos lo que nos dice la carta a los Hebreos: “de muchas formas habló DIOS en la antigüedad por medio de los profetas -hombres inspirados-, llegada la plenitud de los tiempos DIOS nos habla por su propio HIJO, JESUCRISTO” (Cf. Hb 1,1).

Entusiasmo y apatía

La visita excepcional del apóstol Pedro a la casa de Cornelio hacía que los presentes dispusieran las mejores actitudes para recibirlo y escucharlo. Pedro era en aquel momento el testigo más cualificado para hablar o exponer el Mensaje de JESÚS. Un tono de sano entusiasmo es necesario para vivir la experiencia carismática descrita por este texto, que cierra verdaderamente la exposición del Apóstol. No se hace justicia a la predicación cuando se omiten los resultados de la misma, siendo aportados por el texto sagrado: “estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el ESPÍRITU SANTO cayó sobre todos los que escuchaban la Palabra” (v.44). Algo grave está pasando cuando la predicación de las verdades centrales de la Redención no producen efecto alguno en quien la recibe. Los movimientos del ESPÍRITU SANTO en el corazón del creyente se manifiestan de distinta manera, y no tienen que mostrarse siempre de la misma forma. No obstante, en este caso se da una coincidencia en los carismas manifestados con los aparecidos el Día de Pentecostés, profecía y glosolalia: “los oían hablar en lenguas y glorificar a DIOS” (v.46). Estos signos carismáticos sirvieron para que san Pedro decidiese bautizar a los presentes: “¿acaso se puede negar el Bautismo a quienes han recibido el ESPÍRITU SANTO como nosotros? (v.47).

Todavía estaba oscuro

Según san Juan la Resurrección de JESÚS se produce antes de salir el sol del primer día de la semana. Cuando María Magdalena llega al sepulcro a esa hora tan temprana se lo encuentra abierto con la piedra de la entrada rodada. La muerte de JESÚS se produjo a la hora de nona, muy cerca del comienzo de la cena de Pascua judía, que coincidía aquel año con el descanso sabático. Pero JESÚS resucita en las horas tempranas, de madrugada, del primer día de la semana; y en el cómputo de horas se pudo haber quedado en la mitad de setenta y dos, que serían los tres días completos. JESÚS muere el viernes, su cuerpo enterrado permanece todo el sábado en la tumba y resucita en la madrugada del domingo, o primer día de la semana. Todos quieren cumplir temprano con su tarea, y María Magdalena, según los sinópticos, con otras mujeres (Cf. Mt 28,1; Lc 24,1), va al sepulcro temprano, pero JESÚS se despertó antes, se levantó y se fue de allí dejando quitada la piedra que cerraba la entrada al sepulcro. Tampoco había soldados guardianes, previniendo un robo del cadáver (Cf. Mt 27,67).

Sepulcro vacío

“Se han llevado del sepulcro al SEÑOR, y no sabemos dónde lo han puesto” (v.2) Esta frase supone que eran varias las mujeres, que volvieron rápidamente a comunicar la noticia al grupo de discípulos, el propio evangelista nos informará que estaban reunidos en una casa, cerrados a cal y canto por miedo a los judíos (v.19). A toda la zozobra acumulada se suma ahora el robo del cadáver, en el que ellos no han participado, pues el miedo los atenazaba e impedía. JESÚS se había esforzado en anunciarles que resucitaría al tercer día, después de padecer y morir escarnecido; pero no entendieron ni una cosa ni la otra. Al fin y al cabo esta es nuestra condición: torpes y tardos en comprender (Cf. Lc 24, 25). En un primer momento María Magdalena y las acompañantes no reparan en los detalles que aporta el evangelista, y se quedan con la impresión del sepulcro vacío sin el cuerpo de JESÚS, que lo habían visto enterrar en aquella tumba, propiedad de José de Arimatea (Cf. Lc 23,53). El sepulcro vacío no demuestra la Resurrección de JESÚS, pero es un signo que habla de ella. Hasta nuestros días el lugar de la sepultura de JESÚS es objeto de estudio, y sobre todo de vivencia religiosa. Son cientos de miles, en circunstancias normales, los que vamos al Santo Sepulcro cada año, aunque el verdadero enterramiento se encuentre unos metros más abajo del habitáculo destinado actualmente para la visita. María Magdalena no tiene miedo a la noche y parece liderar el pequeño grupo que va y vuelve a ver a los de discípulos: “no sabemos dónde lo han puesto”.

Pedro y Juan salen hacia el sepulcro

“Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro” (v.4). Pedro aguanta el ritmo de Juan durante unos metros, pero la edad no perdona, y el otro discípulo se adelanta, pero no va a jugar con ventaja y caer en la descortesía: llegado al sepulcro espera que lo haga Pedro para que entre primero. Juan, el discípulo amado, se había formado bien en la escuela del MAESTRO. Pedro entra y ve allí lienzos por un lado y por otro, pero él de aquello entiende poco; lo suyo son las artes de pesca. El evangelista nos dice, que cuando entra el otro discípulo y contempla lo mismo, éste “vio y creyó” (v.8). Se entiende que entre los dos discípulos surgió un diálogo esclarecedor, que los llevase conjuntamente a la conclusión de la Resurrección del MAESTRO. Por tanto la confesión de Fe de Juan la podemos extender también a Pedro, que realmente “ve cuando entra el discípulo que más corría”.

Los lienzos

Teníamos noticia de una gran sábana de algo más de cuatro metros de largo y un metro y cuarto de ancho; y un sudario empleado para limpiar el rostro de JESÚS totalmente ensangrentado cuando fue bajado de la Cruz y dispuesto después para contener el mentón para que no se abriese. Los vendajes no procedían en este tipo de enterramientos, que hubo de realizarse con cierta precipitación. Los datos que la ciencia aporta sobre la Sábana Santa de Turín nos inclinan a reconocerla como una reliquia que habla de la Pasión, muerte y Resurrección de JESÚS; pues en ella no sólo están las señales de la tortura, sino que se encuentran signos que muestran cierto carácter extraordinario irreproducible por la ciencia y tecnología del momento presente: se trata de la tridimensionalidad de la imagen impresa en la tela, que no obedece a pintura alguna, sino a un tipo de imagen impresa por una descarga luminosa de altísima intensidad comparable al destello de luz de una bomba atómica similar a la que se empleo sobre Hiroshima (1945). Sabemos que las pruebas del carbono catorce realizadas en los años ochenta del siglo anterior carecen de fiabilidad por distintas razones. La sangre analizada en el Santo Sudario, que se encuentra en la Catedral de Oviedo (España) presenta unas manchas de sangre que se corresponden con la Sábana Santa de Turín y el mismo grupo sanguíneo. El sepulcro vacío, los lienzos encontrados en el sepulcro junto con el sudario, siguen siendo signos o señales para la Fe en el RESUCITADO. No es tampoco desdeñable el cuidado que la Divina Providencia ha tenido a lo largo de los siglos para que los tengamos todavía entre nosotros, en unos tiempos de creencias raras y extravagantes. También el mantenimiento en el tiempo es un valor añadido.

Volvieron a casa

“Los discípulos comprendieron que JESÚS resucitaría de entre los muertos, y entonces volvieron a casa” (v.9-10). La visita a Tierra Santa suele culminar con la llegada al Santo Sepulcro y después, también, ya nos podemos volver a casa; pues hemos tocado el lugar físico del hecho clave que pone la cima de la Redención. Todos los riesgos afrontados por el VERBO de DIOS a la hora de la Encarnación ya son historia en parte conocida y en gran medida oculta. Pero ya no queda incertidumbre: el SALVADOR ha completado su misión, y nos ha abierto la vida Eterna con ÉL a todos los hombres, que la queramos aceptar. La muerte ha sido vencida definitivamente, pero la muerte no en el sentido de finitud biológica, que bendita decrepitud, sino la muerte espiritual que nos hacía incapaces de la contemplación de la fuente de la Vida y del AMOR para siempre. Esto del para siempre les puede sonar a algunos a una expresión vacía de enamorados  de siglos anteriores. Pero el para siempre es una tendencia impresa en lo más íntimo del ser, que se resiste a no existir, porque ha nacido de DIOS y estamos llamados a un retorno para siempre. Sólo JESÚS con su Resurrección garantiza al hombre este para siempre con DIOS y todos los bienaventurados: Ángeles, Santos, familiares, amigos cuyos lazos de amistad fraguamos en esta vida, y las nuevas relaciones totalmente inéditas que el SEÑOR tiene previstas y ahora no podemos conocer. El descubrimiento de los entresijos de la Creación material, de este cosmos en el que vivimos, nos ofrece una pequeña muestra de la sorprendente creatividad de DIOS, que en absoluto se agotó haciendo lo que conocemos. La Resurrección es el comienzo de toda seguridad en DIOS.

San Pablo, carta a los Colosenses 3,1-4

En otros tiempos a la pregunta “quién es un cristiano”, respondíamos con el catecismo: un cristiano es discípulo de JESUCRISTO. Se tomaba la segunda parte del mandamiento final de JESÚS a los Apóstoles, en el evangelio de san Mateo: “Bautizad…, enseñando a cumplir todo lo que YO he mandado” (Cf. Mt 28,19-20). Cristiano es el bautizado que aprende a lo largo de su vida las enseñanzas de JESÚS, pero san Pablo en los versículos de este texto de Colosenses desprende otro factor que resulta esencial cuando dice: “resucitados con CRISTO” (v.1a). La cosa tiene contenido para darle varias vueltas. A menudo consideramos la Resurrección como algo extraordinario que ocurrió con JESÚS porque era el HIJO de DIOS, pero es más difícil de entender que la Resurrección tiene una repercusión general y afecta positivamente al cristiano y a todo hombre por despistado que se encuentre. Ahora bien, se trata de responder personalmente al don de la Resurrección, que JESÚS no se guarda sólo para SÍ mismo. Muchas veces emplea san Pablo en su cartas, y en esta de Colosenses también, el término “revestíos” la expresión “revestíos de CRISTO”. El camino cristiano es una transformación continua, un revestimiento permanente, porque la Gracia también se nos gasta y no queda otra que renovarnos en ella diariamente. El discípulo es el hombre nuevo que se va revistiendo de CRISTO hasta el momento de la transformación final. La Resurrección es la nueva creación del hombre principalmente. El barro del hombre, o el hombre de barro tiene que ser moldeado ahora primeramente por la Gracia que le aporta los nuevos revestimientos en CRISTO.

Las cosas de arriba

“Si habéis resucitado con CRISTO, buscad las cosas de arriba donde está CRISTO sentado a la diestra de DIOS” (v.1). Con brevedad, san Pablo nos dice que debemos cambiar la óptica o dirección de la mirada: consideramos como realidades las cosas que vemos, y no está mal, pero existen otras cosas que en principio no vemos y tienen una consistencia mucho mayor. Un ciego emplea básicamente el entendimiento o la inteligencia para intentar apreciar lo que otros le cuentan como algo cierto, pero él no ve. Hay cosas al alcance del entendimiento espiritual, que son reales, existen y no las vemos o percibimos de momento. San Pablo se refiere a “las cosas de arriba” que pertenecen a la esfera de la Fe, a la que debemos aplicar el entendimiento para humanizarla o personalizarla. Todo se nos da a las personas en el tiempo, en el transcurso de los días y de los años; pero este intervalo de años es un verdadero don para probar la Fe. ¿Cuál es el resultado de la Fe, o de creer? Necesitamos tiempo para comprobarlo con una mirada retrospectiva sobre los hechos vividos. Quien ha vivido ya unas décadas, y se ha equivocado con frecuencia en la vida, sabe lo que va bien o resulta perjudicial. Si va bien fiarse de DIOS, será sensato fiarse todavía más. Si el cultivo de la oración es descanso del alma, proporciona paz, fortaleza y alegría, será insensato abandonar la práctica de la misma. Si tenemos constancia de la Presencia de JESÚS en la EUCARISTÍA es de necios prescindir de ella por negligencia. Si la Escritura nos aporta unos criterios de discernimiento, que no encontramos en otros lugares, será una inconsciencia no acudir con frecuencia a esta fuente de Sabiduría. Si en alguna ocasión o periodo de la vida hemos comprobado la protección maternal de la VIRGEN haremos mal en olvidarlo. Si hemos nacido en una familia más o menos cristiana, que nos favoreció el Bautismo haremos bien en agradecerlo al SEÑOR. Como vemos algunas de “las cosas de arriba” están muy cerca, porque el Cielo se ha rasgado e innumerables gracias descienden para nuestro bien.

El misterio de nuestra vida

Insiste san Pablo: “aspirad a las cosas de arriba no a las de la tierra, porque habéis muerto y vuestra vida está oculta con CRISTO en DIOS” (v.2-3). Podría decirnos el Apóstol: cread una atmósfera espiritual en este mundo, para que de forma continua aspiréis el aire no contaminado del ESPÍRITU SANTO, que estará siempre con vosotros, si no lo entristecéis” -no pongáis triste al ESPÍRITU SANTO- (Cf. Ef 4,30). Gracias a su presencia permanente es posible al cristiano la aspiración, o el anhelo, por las cosas prometidas por JESÚS y reservadas para la otra Vida. La aspiración es más llevadera que la búsqueda, que estará presente en alguna fase de nuestro camino. La aspiración tiene mayor certeza de lo que se desea, porque podría habérsele mostrado algo de lo que en el futuro no lejano se va a encontrar. Muertos a este mundo, si eso es así, se empieza a gestar una nueva vida bajo el efecto de la Gracia cuya manifestación no está prevista para este tiempo. Dice san Pablo, que esa vida en Gracia embrionaria está escondida en CRISTO. ¿Qué pasa en nosotros cuando recibimos la EUCARISTÍA con devoción filial? Los efectos reales superan absolutamente la capacidad de comprensión. Somos templos del ESPÍRITU SANTO (Cf. 1Cor 6,19), y nos contentamos con  vivir con cierta consciencia los efectos de sus mociones o movimientos, pero su realidad en SÍ sobrepasa el umbral espiritual. La crianza o reserva de un buen vino se hace a oscuras, hasta que el tiempo oportuno aconseja que está en condiciones de ser expuesto.

La gran manifestación

“Cuando aparezca CRISTO, vida vuestra, también vosotros apareceréis gloriosos con ÉL” (v.4). Sobre la Vida Eterna el SEÑOR nos ha revelado muchas cosas, pero su contenido lo vamos desgranando a lo largo de la Historia de la Iglesia. Tenemos certeza de la comunión gloriosa con el SEÑOR para siempre, pero el propio san Pablo tenía una cierta imprecisión en cuanto a los tiempos como deja patente en la primera carta a los de Tesalónica (Cf. Tes 4,17). La gran Parusía o revelación del SEÑOR al final del mundo no impide otros niveles de manifestación. En los propios discursos escatológicos de los evangelios podemos distinguir: final de una época o generación, final de los tiempos que incluye varias generaciones y final del mundo, que propone el cierre de la historia. JESÚS nos dijo:”Creed en DIOS y creed también en MÍ. En la casa de mi PADRE hay muchas estancias, y voy a prepararos sitio, cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré CONMIGO, para que donde YO estoy estéis también vosotros” (Cf. Jn 14,1ss). Esta Palabra de JESÚS ofrece el cumplimiento de las promesas sobre la Vida Eterna, que se abre para cada uno cuando la morada esté preparada. JESÚS participa de todo el Poder del PADRE, porque está a su derecha; y su Poder lo manifiesta salvando y glorificando a todos por los cuales murió. JESÚS va llamando a las moradas  eternas: “uno será tomado y el otro será dejado” (Cf. Mt 24,40). Nuestro destino es la glorificación, porque el SEÑOR está glorificado y nos asocia a ese estado. Nuestra verdadera identidad se va gestando en esta vida por la acción de la Gracia y el SEÑOR la terminará en el momento oportuno.

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