«Vengan a mí todos los que están cansados y fatigados y yo los aliviaré», homilía del XIV domingo ordinario del arzobispo de Tlalnepantla, José Antonio Fernández Hurtado

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:

Les saludo a todos con alegría, deseándoles que la paz de Dios esté en sus corazones; de igual forma saludo a quienes siguen esta transmisión, que también tengan esa experiencia de un Dios que siempre revela los secretos del Reino a los humildes de corazón.

Sin duda que en este XIV Domingo del Tiempo Ordinario la Palabra de Dios nos da muchas enseñanzas, pero hoy hay que preguntarnos si somos sencillos y humildes de corazón. El profeta Zacarías en el Antiguo Testamento habla de cómo el Rey del Universo va a entrar triunfante a la ciudad de Jerusalén en un burrito, refiriéndose a lo que sucedió el Domingo de Ramos, no entro en carros como los de los romanos o alguien que tiene mucho poder, que se acostumbraban en aquel tiempo. La pregunta es: ¿Somos de corazón sencillo para que la Palabra de Dios llegue a nuestras vidas?

Qué hermoso el Evangelio, hoy Jesús inicia haciendo una oración de acción de gracias: «Gracias, Padre del Cielo y de la tierra, porque has revelado los secretos a los sencillos y pobres de corazón, y los has ocultado a los sabios y entendidos». Podemos preguntarnos por qué dijo esto Jesús. Por la experiencia que iba teniendo en su ministerio, sabía que la gente pobre, la gente sencilla, abría su corazón y comprendía las parábolas y todo lo que Jesús decía; sin embargo, había una resistencia fuerte en los sabios y en los entendidos, en los escribas y en los fariseos, que eran duros de corazón, que tal vez se habían quedado en el Antiguo Testamento y no recibieron a Jesús.

«Yo no he venido a abolir la ley y los profetas, sino he venido a darle plenitud». Jesús no viene a quitar las cosas, sino viene a darles perfección, viene a darle plenitud; sin embargo, estos que se sabían muy bien la Sagrada Escritura, el Antiguo Testamento, sobre todo el Pentateuco, los primeros libros de la Biblia, cerraban su corazón y no querían abrirlo al Señor.

Cuántas veces nosotros encontramos, cuántas veces un servidor ha encontrado gente muy sencilla, que a lo mejor no tienen muchos estudios. En distintas comunidades, a veces cuando me tocaba ir a la montaña o cuando iba a lugares lejanos, encontraba gente de mucha fe, gente sencilla. Y tal vez nosotros hemos tomado muchos cursos, a lo mejor sabemos mucho de teología, pero eso no basta, lo importante es la actitud para tener un encuentro con el Señor Jesús.

Hoy también nos dice unas palabras de hermosas: «Vengan a Mí todos los que están cansados y fatigados, porque mi yugo en suave y mi carga ligera». También lo decía por los fariseos, ellos ponían cargas muy pesadas. Recordamos nosotros que ellos sabían muchas prescripciones, siempre tenían la ley sobre el amor, por encima de la misericordia. Y por eso el Señor les dice: «Yo lo que quiero es misericordia y no sacrificios». Ellos ponían el yugo muy fuerte, la carga muy pesada en los hombros de los demás, y Jesús nos dice: «Vengan a Mí, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Por eso hoy, en este domingo también nosotros le damos gracias a Dios del Cielo y de la tierra, porque ha revelado los secretos del Reino a la gente sencilla. Que nosotros seamos sencillos, para que la Palabra de Dios llegue a nuestro corazón y dé fruto abundanteQue no dudemos nosotros en acercarnos a Jesús, porque hay veces que traemos cargas muy pesadas, problemas muy fuertes, a veces alguna enfermedad en la familia, algún problema económico, algún problema familiar; pues hoy el Señor nos está diciendo que nos acerquemos a Él: «Vengan a mí los que están cansados y fatigados y yo los aliviaré». Así sea.

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