Con el acontecimiento guadalupano el pueblo de México eleva su devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe, esta devoción debe ser constante y símbolo de una auténtica renovación cristiana. La intercesión de la Virgen está formada por un profundo amor a su pueblo que, con su mismo ejemplo, nos guía en el camino, como se canta tradicionalmente, “ven con nosotros a caminar”.
Ella misma se oculta con suprema humildad, sin embargo, el resplandor de la luz de su hijo hace que ya no se ponga ni mengüe su luna, con su reflejo acompaña a los mexicanos porque es madre de los pobres. Con la devoción mariana alcanzamos su plenitud y su expresión cuando el camino conduce a Dios. Nuestra madre cumplió cabalmente los mandamientos, los cuales establecen los grandes principios que sirven de fundamento a la justicia y la rectitud, eje natural que guía a la conducta humana para una vida recta. Estos principios deben ser la norma de todas las relaciones humanas.
La humanidad necesita que todos los que se consideran hijos de la Santísima Virgen de Guadalupe no sean insensibles ni indiferentes. Mientras nuevas generaciones no encuentran el cauce para sus legítimas aspiraciones, una parte de la humanidad sigue marginada a las ventajas de la civilización y el progreso, por ello, exhorto a brindar un sentido social, dando un paso al frente en primera línea en todos los esfuerzos para el progreso y en todas las iniciativas para mejorar la situación de los que sufren necesidad y así contribuir a minimizar la miseria de nuestro México. ¿Cómo puede ser esto? ¡renovando el corazón del hombre y forjar ese país que anhelamos los mexicanos!
Según una constante y sólida tradición, la imagen de la Virgen de Guadalupe en la tilma del indio Juan Diego que data de 1531 permaneció algunos días en la capilla episcopal del obispo fray Juan de Zumárraga y posteriormente en el templo mayor. “Después de habérsele construido sucesivamente otros tres templos al pie del cerro, se construyó el actual, que fue terminado en 1709 y elevado a la categoría de basílica por san Pio X en 1904. En 1754, Benedicto XIV confirmó el patronato de la Virgen de Guadalupe sobre toda la Nueva España (desde Arizona hasta Costa Rica) y concedió la primera misa y oficios propios. El 12 de octubre de 1895 tuvo lugar la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII. En 1910, san Pio X la proclamó Patrona de América Latina y en 1945 Pio XII le dio el título de Emperatriz de América”.
Por todo ello, la veneración a la Virgen de Guadalupe despierta en el pueblo mexicano y el mundo una grande confianza filial, ella es defensora en las tribulaciones y es, además, para quienes la aceptan, un impulso hacia la práctica de la caridad. Reconozco que hay que purificar nuestra fe para no caer en exageraciones, no obstante, la piedad popular nos lleva a Dios. Ella no hace los milagros porque no es Dios e intercede ante su Hijo Jesucristo que sí es Dios. Madre, sigue protegiendo nuestra nación y dirígela cada vez más por los caminos del progreso, del amor y de la pacífica convivencia. Que la paz reine en muestro México.