Iniciamos un nuevo año litúrgico y con ello se renueva la esperanza de un cambio en el interior de cada persona para vivir una mayor comunión con Dios, estar en paz con la Creación y ayudar a forjar un mundo mejor: más justo y fraterno.
- Adviento: tiempo de esperanza
Adviento significa «llegada» y, en el caso de la fe cristiana: «llegada del Salvador». Por eso, la Iglesia católica nos invita a prepararnos con una actitud activa: de oración, de justicia y de amor. Como apenas va a llegar, necesitamos esperarlo no con una actitud pasiva sino activa, es decir, con ánimo, con responsabilidad, con creatividad. Ello comporta un gran compromiso que implica esfuerzo, dedicación y entrega. No podemos esperar a nuestro Salvador con las manos vacías, con el corazón hueco y con el alma seca. Necesitamos esperarlo con frutos, con amor y con alegría. Pero ¿qué espera Dios de nosotros? Que cambiemos, que seamos justos, que nos amemos unos a otros (cf. Jn 13,34).
- «Descúbrenos Señor tus caminos»
Los caminos y los tiempos de Dios son perfectos pero inescrutables. Necesitamos luz del Espíritu santo para conocer la verdad plena de las cosas (Cf. Jn 16,13). Por ello, debemos dejarnos guiar y conducir por el Espíritu de Dios y confiar totalmente en su Palabra, su plan salvífico y su voluntad. Jesucristo nos invita a tomar el camino de la verdad: «Conocerán la verdad y la verdad los hará libres» Jn 8,32; el camino de la misericordia: «Sean misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» Lc 6,36; y el camino de la santidad: «Sed santos como vuestro Padre celestial es santo» Mt 5, 48. De hecho tanto los mandamientos como las bienaventuranzas son los caminos que Dios nos propone seguir, vivir y cumplir cabalmente. Y el camino de la Cruz es el camino más seguro que nos conduce al Padre, pues Cristo mismo es el vehículo y el conductor de esta vía (cf. Jn 14,6).
- «Velen y hagan oración»
El tiempo del adviento pide estar en vela, es decir, despiertos, atentos y activos. Velar implica cuidar, resguardar, proteger, vigilar. El que vela debe estar despierto, es decir, no dormido, no acostado, no cabizbajo, no soñoliento. Al velar debemos procurar estar atentos, es decir, con mente lúcida, oídos limpios, ojos abiertos, cabeza levantada. La mejor manera de velar es estar activos, o sea, trabajando, creando, construyendo, edificando. Pero Jesucristo nos pide hacer oración (cf. Lc 21,36), sin desfallecer (cf. Lc 18,1), sin tantas palabras (cf. Mt 6,7) y reunidos en su nombre (cf. Mt 18,20). Y la oración más perfecta que nos enseño fue el Padre Nuestro (cf. Mt 6,9-13). Orar significa confiar que Dios guía nuestra vida, la cual está totalmente en sus manos y que no necesitamos nada más para ser felices. En su llegada, sabemos que Cristo nos trae la verdadera alegría (cf. Lc 2,10-11).