La pandemia y las medidas contra el contagio dictadas por los distintos Estados del mundo mueven a los obispos a regularse sobre las celebraciones y las prácticas relativas a la conmemoración de los fieles difuntos del próximo 2 de noviembre. De ahí el nuevo Decreto de la Penitenciaría Apostólica acerca de cómo obtener la Indulgencia Plenaria.
Así lo establece el Decreto de la Penitenciaría Apostólica en respuesta a las peticiones de muchos obispos del mundo que, encontrándose en situaciones diferentes e incapaces de asegurar las prácticas habituales relativas al culto de los difuntos debido a las restricciones sanitarias, han pedido:
Conversando con Vatican News el Cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor, se refirió detalladamente a las innovaciones introducidas por el nuevo Decreto «para evitar reuniones donde estuvieran prohibidas», y a las referencias particulares a los enfermos y a los ancianos, pero también a los sacerdotes, todos ellos protagonistas, de diferentes maneras, de este período extremadamente difícil.
Entre otras cosas el Purpurado explicó que la costumbre codificada es la de la Indulgencia Plenaria en cada día del Octavario del 1 al 8 de noviembre para todos aquellos que visiten los cementerios rezando por los muertos, y el 2 de noviembre, específicamente, realizando la visita a una iglesia u oratorio para rezar el Padrenuestro y el Credo.
Devoción de los fieles
A partir de esta típica rutina se procedió a tener en cuenta las normas emitidas por las distintas autoridades civiles de los distintos Estados, con el fin de limitar las reuniones durante esta pandemia. De hecho, muchos presidentes de las Conferencias Episcopales les habían preguntado qué se podía hacer con países donde esta devoción está muy desarrollada, y que tienen el mayor número de confesiones y comuniones durante el año. Entre los planteamientos surgió el ¿qué hacer si nos encontramos con que no podemos salir de la casa o la salida está severamente limitada?
Por esta razón – explica el Penitenciario Mayor –, teniendo en cuenta que en muchos lugares la conmemoración de los difuntos es muy sentida y se expresa sobre todo en la Santa Misa y la visita a los cementerios, se pensó en diluir la posibilidad de beneficiarse de las indulgencias con el tiempo y así, a lo largo de todo el mes de noviembre, podremos adquirir lo previsto para los primeros 8 días de noviembre. Entonces la gente podrá posponer las visitas sin crear una multitud. También tenemos en cuenta que la indulgencia del 2 de noviembre en la iglesia se puede adquirir cualquier día del mes, y ésta es la segunda nueva posibilidad, la segunda apertura que hemos introducido, con el rezo del Padrenuestro y del Credo, dejando la libre elección del día a los fieles.
Ancianos y enfermos
Al referirse al pensamiento particular, en este Decreto, dirigido a enfermos y ancianos, el Purpurado indicó que los que no puedan salir porque se encuentren en “régimen de aislamiento”, o porque estén enfermos, podrán alcanzar la indulgencia rezando ante una imagen de Nuestro Señor o de la Santísima Virgen, orando, por ejemplo Laudes, Vísperas del Oficio de Difuntos, el Rosario, la Coronilla de la Misericordia, o las oraciones más habituales de cada tradición, o también podrán proceder a una lectura meditada del Evangelio en una de las tres Misas previstas para los fieles difuntos y, por supuesto, ofrecer obras de misericordia.
Por lo demás, las indicaciones son las que ya emitió la Penitenciaría el 19 de marzo pasado, por ejemplo, en el caso de los enfermos graves, en la nota que apuntaba a la posibilidad de una asistencia más cercana a los enfermos, incluso sin presencia física.
Asimismo afirmó que hay un pensamiento particular también para los sacerdotes a los que han invitado a la más amplia disponibilidad posible porque la mayor riqueza que tienen para el sufragio de los difuntos es la Santa Misa. Y así, ya que los sacerdotes el 2 de noviembre, desde 1915 por una Constitución de Benedicto XV, tienen la facultad de celebrar tres Santas Misas, entonces los exhortamos, en la medida de lo posible, a celebrar las tres y esto también porque más Misas implicará menos reuniones y esto podría ser una manera de ayudar a los fieles.
Refiriéndose al hecho de que algunas personas ya se han acostumbrado un poco a las celebraciones televisivas, lo que es algo bueno, especialmente para los ancianos que no pueden salir, el Penitenciario afirmó que esto puede marcar “cierta desafección con la presencia en las celebraciones”. Por lo tanto, se busca en los obispos todas las formas posibles de devolver a la gente a la Iglesia, siempre con respeto a todo lo que hay que hacer para la situación particular en la que desgraciadamente nos encontramos.
Ahora, la fiesta de Todos los Santos, es también una fiesta muy educativa para las familias que a menudo se encuentran juntas para conmemorar a los muertos. Las dos fiestas están muy unidas, juntas de hecho forman la fiesta de ser la familia de Dios.
En el pueblo del cielo
Y recordó un pasaje de Isaías que dice que Dios ha escrito nuestro nombre en la palma de su mano, para decir cómo nos mantiene cerca, y la fiesta de todos los santos expresa todo esto. Además, todos nuestros difuntos pueden estar en el pueblo del cielo.
Con la muerte la vida se transforma
Con la muerte la vida no se quita, sino que se transforma y mantenemos una relación con los que mueren, una relación que ya no es física, sino que es una relación real, de hecho, tal vez incluso más real porque no existe ni siquiera el límite del tiempo y el espacio. En la comunión de los santos la persona que ha pasado a la eternidad puede estar en un vínculo muy especial con nosotros que estamos aquí, por lo que creo que éste es otro aspecto acerca del que hay que tratar que no se pierda y si es posible reinventarlo donde resulte un poco opaco.
Y concluyó recordando que estamos llamados en estos días a reavivar nuestra certeza en la gloria y la felicidad eterna, y pedimos humilde y confiadamente perdón por aquellos que nos han dejado, por sus pequeños o grandes fallos, los que ya están salvados en el amor de Dios, y renovamos nuestro compromiso de fe.