“Una sinfonía cantada en una infinita posibilidad de variaciones”

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La lírica definición de sinodalidad del titular es del cardenal maltés Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, con motivo de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. Pero lo que se ve -o se oye- hasta ahora es una sinfonía tan repetitiva como El Bolero de Ravel.

El tema del día era “De la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe hacia el Sínodo de la sinodalidad”, con la presencia de dos cardenales de la Curia Vaticana, Marc Ouellet y Mario Grech, de la presidenta de la Vida Religiosa en el continente, Liliana Franco, y de Mauricio López, mexicano, laico y coordinador del Centro de Redes y Acción Pastoral del Celam, y todo nos recuerda a la reflexión de nuestro Specola en cuanto a que lo que pasa en el Vaticano tiene cada vez menos interés para los medios seculares.

La sinodalidad se vuelve más mística y etérea a medida que se acerca el sínodo, y así Grech afirmó en su intervención que “la Iglesia crece en sinodalidad, asume una forma cada vez más sinodal cuanto más vive y practica un estilo sinodal”, lo que suena a verdad de perogrullo pero sigue dejándonos in albis en cuanto a qué significa, en concreto, eso de la sinodalidad.

Aunque siempre es mejor una referencia oscura que una poética definición que choca brutalmente con la realidad, como esa, también de Grech, de la “sinfonía cantada en una infinita posibilidad de variaciones”. Y es que se nos hace muy cuesta arriba ver esas variaciones, no ya “infinitas”, sino siquiera realmente variadas.

Sospechamos que todos hablan y van a hablar de Iglesia en Salida, de las periferias existenciales, de la conversión ecológica, del grito de la tierra y de los pobres, en un coro monocorde que es el que domina la Iglesia institucional desde hace años. Ya sabemos que los rígidos no entrarán en el Reino de los Cielos, pero es que ni una voz de contraste se les permite en tanta inclusividad de pega.

Nuestro temor es que el sínodo acelere lo que se nos antoja una inmersión de la jerarquía en un metaverso, a lo Zuckerberg, en el que solo podemos habitar si llevamos las gafas adecuadas pero que tiene más bien poco que ver con la experiencia cristiana de los fieles corrientes, los que resisten en su fe en medio de un mundo que cada vez les es más hostil y cada vez está más de acuerdo con la Curia Romana y el episcopado occidental.

 

Por Carlos Esteban.

Infovaticana.

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