Una Iglesia en decadencia

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

Para que un enfermo pueda ser curado, necesita reconocer su mal, que el médico le diagnostique y tome en serio el tratamiento recomendado. Partimos del principio de que no es posible solucionar un problema si antes no se reconoce que existe. Y es el caso de nuestra Iglesia, desde que culminó el Concilio Vaticano II, en vez de llegar la primavera, la renovación de la Iglesia, llegó un profundo invierno, como amargamente se quejó el Papa Paulo VI. Desde los años sesenta se habla de una crisis en la Iglesia; pero las crisis suelen ser periodos pasajeros, y aquí estamos hablando de más de cincuenta años de crisis, pero no es tal, debemos reconocer que se trata de una verdadera decadencia que amenaza con ruina total.

Hace unos días Mons. Aguer, un arzobispo emérito de Argentina enumeraba las causas de esta imparable decadencia:

“Descuido de la recta doctrina y de su difusión como parte de la misión de la Iglesia, supliéndola por el activismo social. En la catequesis prácticamente ha desaparecido la doctrina, se enseñan vaguedades y los niños se quedan sin conocimientos que son básicos para la comprensión y vivencia de la fe católica, un ejemplo que pasma, son los católicos estadounidenses, el 70 por ciento de ellos no cree en la presencia real de Cristo en la eucaristía. A la sólida doctrina se la ha contrapuesto una vaga pastoral y un sin fin de proyectos pastorales que no permean en la evangelización y que han terminado en el fracaso”.

Se ha diluido la identidad católica a causa de un relativismo en el diálogo ecuménico, interreligioso y cultural, por el que se han sacrificado grandes valores católicos para contentar a los protestantes o incrédulos, prácticamente se han sacralizado todas las culturas, aunque sean perversas y tengan un origen demoniaco, y se ha llegado al punto inadmisible de justificar a todas las religiones como iguales y como queridas por Dios, por lo que da lo mismo ser católico, budista o musulmán.

La devastación de la liturgia, que ha llevado a una trágica pérdida del sentido de lo sagrado, de la adoración debida a Dios, del respeto por las cosas sagradas, hoy tenemos payasos en las eucaristías, adoraciones paganas e intromisión abusiva de ocurrencias folclóricas con el pretexto de inculturación, una prédica que es vacía y aburrida, que a lo más busca complacer a la asamblea sin tocar temas fundamentales de la fe como son la obediencia, la cruz, la muerte, la salvación y condenación eterna, el pecado, el demonio, la moral católica, las virtudes, etc.

La falta de espiritualidad y fe en los obispos y sacerdotes que han caído en lo que el papa Pío XII llamó la herejía del activismo, descuidando su relación personal con Dios lo que los convierte en burócratas eclesiales, en activistas sociales, pero no en verdaderos sacerdotes de Cristo que dan prioridad a las dos cosas que Cristo mandó: celebrar la eucaristía y perdonar los pecados.

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