En medio del desprecio a los padres, los esposos y los varones, San José es exaltado: una gran sorpresa.

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

El pasado 8 de diciembre, solemnidad de la concepción inmaculada de María, el Papa Francisco dio una gran sorpresa, con motivo del 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono Universal de la Iglesia, publicó el documento “Patris corde” “Con corazón de padre”, en el que se convoca a vivir un año especialmente dedicado al padre adoptivo de Jesús”.

Un año antes de inaugurara el Concilio Vaticano I, el 8 de diciembre de 1869, el Papa Pío IX recibió más de 500 cartas de los obispos y fieles del mundo pidiéndole proclamar a San José como Patrono de la Iglesia. Dentro de los que firmaron dichas cartas se encontraban 38 cardenales, 218 patriarcas, arzobispos y obispos de todas partes del mundo. Fue el 8 de diciembre de 1870 cuando el Papa Pío IX proclamó a San José patrono de la Iglesia universal. Los motivos para esta decisión fueron dos muy sencillos: Por haber sido elegido por Dios como protector de su hijo Jesús y de su madre María, y porque así como protegió al niño Jesús y a la Virgen, también protege a la Iglesia.

El 7 de julio de 1871, el Papa Pío IX escribió el Breve “Inclytum Patriarcham” donde dice: “El ilustre Patriarca, el bienaventurado José, fue escogido por Dios prefiriéndolo a cualquier otro santo para que fuera en la tierra el castísimo y verdadero esposo de la Inmaculada Virgen María, y el padre adoptivo de su Hijo único. Con el fin de permitir a José que cumpliera a la perfección un encargo tan sublime, Dios lo colmó de favores absolutamente singulares, y los multiplicó abundantemente. Por eso, es justo que la Iglesia Católica, ahora que José está coronado de gloria y de honor en el cielo, lo rodee de magníficas manifestaciones de culto, y que lo venere con una íntima y afectuosa devoción”.

San José, el hombre justo, es decir, santo, el creyente que supo anteponer sus propios proyectos de vida a la voluntad de Dios, el varón obediente que recibió con profundo amor a María y a Jesús, el perseguido que se vio obligado a huir de su tierra para proteger al niño de la maldad homicida de Herodes, el obrero que santificó su humilde trabajo de carpintero, el esposo casto, el padre amoroso de Jesús, que también cuida y vela desde el cielo por la Iglesia de Dios, es vuelto a poner en la atención y la devoción de los fieles como modelo de fe y de paternidad.

En un mundo huérfano donde el diabólico feminismo hace un ataque frontal a la figura del padre, o lo que llaman sociedad patriarcal, que mejor que tener en la mente y el corazón a este gran patriarca, que mejor que revalorar la figura del padre, teniendo en cuenta que ante todo Dios es padre, que Jesús nos enseño a amarlo como padre, a llamarlo como padre, y a confiar en él como padre.

En una sociedad loca que pretende una dulzona fraternidad sin paternidad, San José nos devuelve a una antropología sana, vuelve a poner la familia compuesta por padre, madre e hijos en el centro de nuestra vivencia humana, nos vuelve a poner la paternidad divina y humana como factor fundamental de nuestra vida afectiva y espiritual. San José, ruega por nosotros.

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