¿Una exhortación profética?

Editorial ACN Nº89

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La exhortación Laudate Deum del Papa Francisco, la sexta de su pontificado, ha causado revuelo por el tema que ocupa la opinión y preocupación de escépticos y defensores: el cambio climático y la emergencia que el planeta entero parece vivir ante lo que parece inevitable y que llega al borde de conclusiones extremas, es decir, la sexta extinción de especies provocada por el ser humano y donde está involucrado su mismo destino.

Laudate Deum pretende una crítica de aquellos quienes niegan las evidencias del calentamiento global, especialmente apunta hacia quienes ostentan “supuestos datos científicamente sólidos, como el hecho de que el planeta siempre tuvo y tendrá períodos de enfriamiento y de calentamiento”.

Los temas, a lo largo de la exhortación, podrían ser controvertidos. Algunos incluso desatan severas críticas en torno a la competencia del Papa sobre esas conjeturas que impulsan un nuevo orden mundial o legitiman las acciones radicales de activistas climáticos; instruye y habla poco de Dios, de hecho, bajo ojos acuciosos, el capitulo sexto de la exhortación, del cual poco se habla, ofrece las “motivaciones espirituales” dirigidas a los católicos de forma especial indicando que  “la fe auténtica no sólo da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado” recordando cómo la Escritura destaca la responsabilidad del ser humano en el cuidado de la creación.

El Papa ¿se debe ocupar de estos planteamientos? Ante la confusión, erosión y las severas críticas en temas de fe y moral, ¿es necesario que el magisterio de un pontífice trate un tema que, para algunos, ni siquiera debería tener relevancia? En la cuestión climática hay intereses que, efectivamente, son tomados casi como una religión que entroniza a la nueva Gaia y echa la culpa de todos los males del mundo a la teología de la creación. La “biofilia” trata de ponerse encima del Dios único en esa reprobable visión panteísta que, incluso, a nivel de los fieles de a pie considera que los animales van al cielo y “tienen derechos”, ¡incluso a recibir las aguas del bautismo! y convivir en familia bajo la pobre y triste concepción de que un animal de compañía puede suplir el don de la vida y del amor consumado en la existencia de los hijos.

En un planteamiento justo y equilibrado, la modificación de los patrones climáticos es evidente e instituciones académicas se han ocupado a través de estudios profundos que arrojan evidencias científicas. No son catastrofistas, pero han lanzado las señales de alarma; si las costumbres y actuales prácticas del ser humano no cambian, será irreversible el daño. En esto, el Papa parece acertar en los planteamientos de la exhortación y le llama aguijón ético; efectivamente, tantas reuniones sobre cambio climático, las llamadas COP, sólo han servido de parlamentos que ya reconocen que sus ambiciosas metas de reducción de gases están lejos de cumplirse; sin embargo, sus negociaciones, sólo emprenden fantasías con pocos logros y realizaciones.

A los ojos de Dios, quienes causan la ruina de la Tierra, tejen su propia destrucción (Ap 11.18) El Papa Benedicto XVI, a quien se le conoció también por ser un “Papa verde” mencionó que el desarrollo humano integral está estrechamente relacionado con los deberes que se derivan de la relación de los seres humanos con el entorno natural. En el mensaje de la Jornada Mundial por la Paz 2010 escribió: “El ser humano se ha dejado dominar por el egoísmo perdiendo el sentido del mandato de Dios y, en su relación con la creación, se ha comportado como explotador queriendo ejercer sobre ella un dominio absoluto…”

Quizá Laudate Deum, para algunos, sea un planteamiento que haga ver al Papa puesto de rodillas y alineado a los intereses del nuevo orden mundial. Si Laudate Deum sirve a otros intereses, caerá por tierra; sin embargo, si tiene razón, entonces el pontífice estará en la línea propuesta por sus predecesores para construir una equilibrada teología de la creación al grado del profetismo. «Alaben a Dios» es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo, sentencia el Papa.

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