Una encuesta al servicio de la pastoral.

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La reciente encuesta sobre las actitudes religiosas de los habitantes de la zona metropolitana de Guadalajara desarrollada por Polimetrix, arroja resultados de notable interés, considerando que casi el 80% de la población de la diócesis y del estado, viven aquí, y participan de esta mentalidad urbana.

En la encuesta nacional del INEGI de 2010, el 91% de los habitantes de Guadalajara dijo ser parte de la iglesia católica, mientras que el índice de confianza en la Iglesia compartía el primer lugar con el ejército. En el actual estudio tenemos tres cifras destacadas: 67 –  53  –  29.

Sólo el 67% de la población afirmó ser católico. Sólo el 53% de los católicos confía en su Iglesia. Sólo el 29% de los católicos asiste a la misa dominical.

Contrario a lo que pudiera pensarse, los católicos están desertando no tanto en favor de las sectas como del secularismo. El estudio nos dice que en 10 años hemos perdido el 24% de la feligresía, semejante cifra debe cuestionarnos seriamente, cada quién desde la responsabilidad que ejerce y del sitio que ocupa en la iglesia.

Esta deserción crece sobre todo entre las personas nacidas después de 1990, lo cual plantea serios retos, sobre todo para la pastoral juvenil; según las estadísticas del año 2015, en el área metropolitana de Guadalajara vivían 1,461,694 personas entre los 12 y los 29 años de edad, ¿a cuantos de estos jóvenes atiende actualmente la pastoral diocesana?

Este estudio nos revela también, que solo el 53% de los católicos confían en la Iglesia. A la iglesia le toca averiguar las razones por las cuales ha bajado tanto su índice de confianza entre sus propios miembros.

Las razones por las cuales sólo el 29% de los que se dicen católicos va a misa se deben buscar tanto dentro como fuera de la propia iglesia, pero a fin de cuentas todo tiene que ver con la acción pastoral. La gente acude ahí donde hay vida, y la vida, al igual que la buena medicina, no se confunde con los placebos cuando se trata de constatar los resultados.

Aunque siempre hemos oído el texto evangélico “a vino nuevo odres nuevos”, y aunque tenemos ya muchos años hablando de la “nueva” evangelización, damos la impresión de que no hemos dado con las nuevas estrategias, con el nuevo ardor, con los nuevos métodos.

La actual pandemia ha evidenciado, que sí podemos valernos de las nuevas tecnologías, pero las usamos para seguir transmitiendo lo mismo, con los mismos escenarios, con los mismos lenguajes desgastados, es decir, manejamos estas nuevas tecnologías solamente en su aspecto formal, descuidando o desconociendo las posibilidades que podrían ofrecernos si las conociéramos a fondo.

Vivimos una crisis general de valores, situación que se ha presentado ya en otros momentos de la historia, e invariablemente erosiona hasta el colapso a las instituciones establecidas, en tanto no surja una nueva propuesta que reintegre a la sociedad y de nuevo la direccione hacia la recuperación del sentido perdido. Si la Iglesia se tarda en generar esa nueva propuesta, esta vendrá seguramente desde otros ámbitos, ya que la humanidad no puede sobrevivir en una crisis perpetua.

Con infroamción de ArquiMedios/Editorial

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