Hay un abismo entre la sublime “conversación sagrada” pintada por Piero della Francesca en 1472 (véase más arriba) y la “conversación en el Espíritu” que es la nueva consigna del sínodo sobre la sinodalidad.
Mientras que la primera es nítida, con ángeles y santos en diálogo espiritual con el Hijo de Dios en el regazo de María, la segunda es imprecisa.
La fórmula “conversación en el Espíritu” fue lanzada como hilo conductor de la próxima sesión plenaria del Sínodo, prevista para octubre, por los dos cardenales jesuitas que dirigen el despliegue de la misma, el maltés Mario Grech y el luxemburgués Jean-Claude Hollerich.
En el “Instrumentum laboris” que será el esquema de la asamblea, hecho público el 20 de junio, la fórmula se repite varias veces. Y en la conferencia de prensa de presentación fue identificada precisamente como el “modo de proceder” del sínodo mismo.
Tres son las etapas fundamentales de este “modo de proceder”.
“La primera – se lee en el ‘Instrumentum laboris’ – está dedicada a que cada uno tome la palabra a partir de su propia experiencia releída en la oración durante el tiempo de preparación. Los demás escuchan sabiendo que cada uno tiene una valiosa aportación que ofrecer, sin entrar en debates ni discusiones”.
En la segunda etapa, “de nuevo cada uno toma la palabra: no para reaccionar y contrarrestar lo que se ha escuchado, reafirmando su propia posición, sino para expresar lo que durante la escucha le ha conmovido más profundamente y por lo que se siente interpelado con más fuerza”.
La tercera etapa “es identificar los puntos clave que han surgido y construir un consenso sobre los frutos del trabajo común, que cada uno sienta fiel al proceso y en el que, por tanto, pueda sentirse representado”. Todo “de nuevo en un clima de oración” y prestando “atención también a las voces marginales y proféticas”, en la certeza que “el Espíritu, maestro de armonía, ayudará a pasar de la confusión a la sinfonía”.
En la conferencia de prensa, a la pregunta de si a esto podría seguir un cambio en la doctrina católica sobre “los divorciados vueltos a casar, las personas en matrimonios polígamos o las personas LGBTQ+”, expresamente mencionados en el “Instrumentum laboris”, Grech y Hollerich no respondieron ni que sí ni que no.
De hecho, no se dice nada sobre los criterios que deberían regir la evaluación de las opiniones expresadas. Simplemente se remite al Espíritu Santo. El “modo de gestionar los procesos de toma de decisiones y de construcción del consenso” se hace coincidir con la “conversación en el Espíritu”, que por sí sola basta -se dice- para “favorecer un ejercicio de la autoridad propio de una Iglesia sinodal”.
Si realmente es necesario un nuevo rol auxiliar, se dice que es el del “animador”, tal como se describe en el “Instrumentum laboris”:
“Teniendo en cuenta la importancia de la conversación en el Espíritu para animar la experiencia vivida por la Iglesia sinodal, la formación en este método, en particular de animadores capaces de acompañar a las comunidades a practicarlo, se percibe como una prioridad en todos los niveles de la vida eclesial y para todos los bautizados”.
La del “animador” – siempre según el “Instrumentum laboris” – es la nueva función en la que deberían ser formados “obispos, presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, y todos los que ejercen un ministerio”, con el objetivo de “renovar los modos de ejercer la autoridad y los procesos de toma de decisiones en clave sinodal, y para aprender cómo acompañar el discernimiento comunitario y la conversación en el Espíritu”.
Por cierto, entre las muchas cuestiones que el “Instrumentum laboris” confía a los padres sinodales se encuentra también la siguiente:
“¿Cómo puede la conversación en el Espíritu, que abre el dinamismo del discernimiento comunitario, contribuir a la renovación de los procesos de toma de decisiones en la Iglesia? ¿Cómo puede «institucionalizarse» y convertirse en una práctica ordinaria? ¿Qué cambios son necesarios en el Derecho canónico?”.
Pero deliberadamente no se preparó ninguna hipótesis concreta de reforma para discutir. “El ‘Instrumentum laboris’ no da respuestas, sólo plantea preguntas”, dijo el cardenal Hollerich. “No tenemos una agenda preconstituida”.
Y el cardenal Grech dijo: “De la sinodalidad, que es el tema del sínodo, no se ofrece ninguna sistematización teórica previa. La sinodalidad será una experiencia sobre la que nos interrogaremos”.
Este sínodo sobre la sinodalidad está en marcha desde 2021 a varios niveles, local, nacional, continental, y continuará con dos sesiones plenarias en octubre de 2023 y octubre de 2024. No se votará ninguna propuesta vinculante, porque será solamente el Papa, al final de todo, quien saque las decisiones que quiera.
¿Pero este sínodo tendrá realmente un final? Por la forma en que Francisco lo ha pilotado hasta ahora, y mientras sea el Papa, es dudoso. A Francisco le interesa más que nada una sola cosa: poner en marcha “procesos”. De duración indeterminada. No le importa que confundan y sean confusos, porque según esto, el Espíritu Santo sabrá por dónde conducir a la Iglesia, por ejemplo -leemos en el “Instrumentum laboris”- sobre el “grado de autoridad doctrinal” que se podrá atribuir a las Conferencias episcopales de un continente, y en consecuencia a la autoridad del Papa para permitirlo o no.
En el último número de “La Civiltà Cattolica”, la revista jesuita de Roma impresa con el control previo de las autoridades vaticanas, hay un artículo de un jesuita de la Universidad de Lovaina, Jos Moons, que lo dice todo desde el título: “El Papa Francisco, el Espíritu Santo y la sinodalidad. Hacia una reconfiguración pneumatológica de la Iglesia”.
La muy vaga “conversación en el Espíritu” descrita por el “Instrumentum laboris” es la puesta en práctica de esta “reconfiguración”. En la que todo vale, en un triunfo de la libertad de opinión y en ostentosa deferencia al Espíritu que “sopla donde quiere”.
Por SANDRO MAGISTER.
MIÉRCOLES 28 DE JUNIO DE 2023.
CIUDAD DEL VATICANO
SETTIMO CIELO.