Un mundo sin esperanza es un mundo sin Dios

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Objetivo: Sensibilizar a las personas sobre el valor de la esperanza cristiana, para que, tomando parte activa en los proyectos eclesiales y sociales, logremos tener una sociedad más justa y fraterna.

Envuelto en sombría noche, el mundo sin paz no ve
Buscando va una esperanza, buscando Señor, la fe.

 

  1. Al mundo le falta esperanza

Vivimos en un mundo que se afana por vivir el presente sin mirar al mañana, una sociedad que elabora estrategias sin plantearse los fines, una juventud que quiere acabarse todo, aquí y ahora. Hemos perdido el deseo de la transcendencia, la búsqueda de un fin último, el deseo de un más allá. Hemos roto los castillos mágicos, resquebrajado nuestros sueños y matado al hombre pensante. Los cambios son tan vertiginosos que no dan tiempo de meditarlos, no dan espacio para reflexionar sus beneficios y no dan lugar para quedarse con ellos. Es el tiempo del cambio de época, de la hipersensibilización, de la falta de fe de un mundo mejor. Cuando pasa todo esto es porque el mundo no tiene esperanza, no tiene aspiraciones de bienes futuros, no tiene deseos de un mañana mejor. Lo importante es vivir el presente: “comamos y bebamos que mañana moriremos” Is 22,13 (Cf. 1ª Cor 15,32). Sin embargo, dicen los obispos mexicanos: “el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino.”[1]

 

  1. Jesucristo es nuestra esperanza

«En esperanza fuimos salvados» Rom 8,24  y Jesucristo es nuestra esperanza, pues vivimos de la promesa que Dios hizo a nuestros Padres, de enviarnos un redentor para la salvación del mundo (Cf. Jer 33,14-16). Por eso, “llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza»[2] La esperanza es un anhelo de un bien futuro del cual depende nuestra vida y felicidad. San Pablo les dice a los Tesalonicenses: «No os aflijáis como los hombres sin esperanza» 1ª  Tes 4,13; haciendo alusión al hecho de que los discípulos de Cristo tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío.[3] Jesucristo es la meta de nuestras ilusiones, proyectos y objetivos.

«Dios se ha manifestado en Cristo. Nos ha comunicado ya la sustancia de las realidades futuras y, de este modo, la espera de Dios adquiere una nueva certeza»[4] Por ello, «saber que existe Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su vara y su cayado me sosiega de modo que nada temo, era la nueva esperanza que brotaba en la vida de los creyentes»[5] (Cf. Sal 22) Por eso creemos que «la verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, solo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amado y nos sigue amando hasta el extremo, hasta el total cumplimiento»[6]

 

  1. Los cristianos debemos ser portadores de esperanza

“Quien tiene esperanza vive de otra manera: se le ha dado una vida nueva».[7] Por ello, después del encuentro con Cristo, los fieles católicos somos hombres nuevos y mujeres nuevas en Jesucristo, lo cual nos capacita para dar testimonio verdadero de la intervención redentora de Cristo. La Iglesia es portadora de esperanza al mundo, una esperanza basada en la promesa de Dios de habitar en un cielo nuevo y tierra nueva (Cf. Is 65,17 y Ap 21,1). Sin embargo, no podemos esperar con las manos vacías, el alma hueca y el corazón desentendido, sino debemos mostrarnos activos, creativos y comprometidos.

El hombre desea encontrar felicidad y paz en las cosas y placeres mundanos. Sin embargo, “cuando éstas esperanzas (terrenas) se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Esta gran esperanza solo puede ser Dios, que abraza al universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar». [8] Por ello, «es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida».[9]

  • ¿Qué razones de esperanza estamos dando al mundo?

[1] SS # 01

[2] SS # 4

[3] SS # 02

[4] SS # 09

[5] SS # 06

[6] SS # 27

[7] SS # 02

[8] SS # 30 y 31

[9] SS # 27

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