Un hombre y una mujer

¿ORGULLO? ¡DE MI FAMILIA!: Campaña de acTÚa FAMILIA en el mes del llamado “orgullo LGTB”

Pablo Garrido Sánchez

Para iniciar algún comentario sobre la Familia, se tiene que considerar el protagonismo de un hombre y una mujer, que aporten algo tan básico y elemental como el principio masculino y femenino de la cosa.

Por supuesto no vamos a tratar del valor de la familia natural en contraposición frente al “orgullo gay”. Hay dialécticas que son absurdas. Los que quieran orgullo que lo acumulen hasta que lo exuden por todos los poros. 

Hay cosas que basta con la simplicidad de su recuerdo: el día del padre, el día de la madre, el día del abuelo; y, también, de forma especial los católicos tenemos el día de la Sagrada Familia, que  la celebramos al domingo siguiente de la  Navidad -25 de diciembre-.

La borrachera del subjetivismo es barata, pero aísla al individuo hasta hacerlo inoperante.  Lo normal es abrir los ojos y dejar que la realidad circundante nos sirva de libro, espejo o guía a tener en cuenta. Nadie si quiere llegar a destino se encierra en un mundo virtual sobre sí mismo.  

En circunstancias normales, todos hemos nacido, crecido y desarrollado en el seno de una familia, en la que tuvimos un padre -varón- y un madre -mujer-. La psicología más acreditada decía y sigue manteniendo que todo individuo para su crecimiento y desarrollo psicológico precisa de dos modelos de identificación: masculino y femenino.  Estamos dentro de parámetros normales y consideramos   que el modelo masculino lo mantiene el padre -varón-, y el modelo femenino lo sustenta la madre -mujer-.

La alteración de los modelos de identificación con los rasgos propios de cada uno ocasionará males sin cuento para el desarrollo psíquico, ético e intelectual de los hijos.  Hoy día con la irresponsabilidad más letal, políticos, gobernantes, incluso profesores, psicólogos o psicopedagogos, técnicos en las cuestiones de la docencia, le pegan dos patadas a los principios que sostienen el crecimiento normal de unos niños que serán los padres y madres del futuro inmediato.

No hay si quiera necesidad de echarle orgullo a la familia, eso que lo hagan otros. La familia natural o tradicional –no tengamos miedo al término- sencillamente existe y sobrevivirá, a pesar de los “colgaos” del momento. No hace falta más que mantener lo obvio: la familia es el resultado del pacto de amor entre un hombre y una mujer, que se comprometen mutuamente para llevarlo a cabo durante toda la vida, en orden a dar crecimiento y estabilidad a su propio desarrollo personal y el de sus hijos, que necesitan amor, protección y una guía segura con sentido en la vida.

Los creyentes católicos decimos, además, que el pacto muto de amor debe estar bendecido y presidido en el Nombre de JESUCRISTO, y por eso seguirá vigente el Sacramento del Matrimonio. Sé que son malas noticias para los orgullosos y resentidos.

Comparte:
No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *