Un bálsamo para la paz

Editorial ACN Nº160

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La semana que concluye, la Iglesia católica lamentó la muerte de siete jóvenes en la arquidiócesis de León mientras celebraban el 10 de mayo gracias a una convivencia organizada por la parroquia local; la masacre fue similar a las muchas que sufren decenas de miles de personas de México que, de forma preocupante, está normalizando la violencia como algo que pasa a otros, “mientras no me toque a mí”.

Sin embargo, este sábado 24 de mayo, en la XI Caminata por la paz, más de 17 mil personas marcharon por las calles de Cuernavaca para hacer una demostración de dignidad y plenitud al que estamos llamados todos, seguros de no caminar desamparados y confiados en la esperanza, de caminar con dignidad haciendo frente a los enemigos invisibles, a los que empuñan las armas y han confeccionado métodos tan violentos y sutiles para someter a los demás.

Bajo el signo de la esperanza, el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, encabezó la XI Caminata por la paz que buscó no sólo mover almas y voluntades, también cimbrar las conciencias para cambiar el estado de cosas. No hay duda, México vive un proceso de corrupción y descomposición que mana un hedor perturbador y sofocante; no obstante, hombres y mujeres de buena voluntad, ese sábado 24 de mayo, coincidente con el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en 1993, en la diócesis de Cuernavaca, manifestaron que la esperanza es un bálsamo que puede curar las heridas y llagas más dolorosas, siempre y cuando el enfermo acepte la medicina.

Pero, ¿quiénes son los que quieren ver a México enfermo y adolorido? En su profético discurso, el obispo de Cuernavaca, denunció muchos aspectos que se han enquistado en la vida de todos los ciudadanos: Cobro del derecho de piso, violencia y asesinatos, desaparecidos, devastación de los recursos naturales, narcotráfico, trata de personas. “Nos duele…” dijo el obispo acompañado no sólo de los fieles de la diócesis, también de madres de desaparecidos, de familiares y amigos cuya voz era esa caminata que les permitió exponer sus dolores a través de pancartas que no dejaran en el olvido la memoria por los desaparecidos y la justicia negada.

A una semana del cuestionadísimo proceso electoral para votar a ministros, jueces y magistrados, la clase política parece echar la mirada en las frivolidades del poder y no en lo que urge a miles de mexicanos. Incluso, el crimen no parece tener socios ni amigos e, infiltrado, traiciona de forma cruel quitando lo único que nadie puede devolver en la tierra: la vida. Hoy, no son pocos los candidatos que han sido privados de la existencia y, tampoco, son menores los que cargan una candidatura debido a la influencia de quienes mueven los hilos invisibles del poder a través del crimen y el delito.

Para millones de mexicanos lo único que queda es que Dios nos haga fuertes en la esperanza y cesen, para siempre, todas esas formas que han postrado a este país. Los obispos de México, en el Proyecto Global de Pastoral PGP 2031-2033 afirman que “son muchas las causas que alimentan esta hoguera y que mantienen encendida esta llama de dolor: la pérdida de valores, la desintegración familiar, la falta de oportunidades, los trabajos mal remunerados, la corrupción galopante en todos los niveles, la ingobernabilidad, la impunidad, etc. Esta sociedad que tendría que ofrecer a todos los ciudadanos las condiciones necesarias para vivir con dignidad, está dañada y es necesario que todos como miembros de ella tomemos conciencia de esta realidad y nos hagamos responsables, para que pueda cumplir como un espacio de vida digna para todos sus miembros”. (PGP 2031-2033. No. 57).

Efectivamente, la XI Caminata por la paz fue manifestación de ese deseo. Cambiar de forma radical y esperanzadora. Fue un bálsamo que quiso aliviar el dolor de la sociedad morelense que merece vivir en la paz como Cristo lo ha deseado.

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