Tú atraviesas también por el mar de la vida

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

Posiblemente, alguna ves, te has encontrado en medio de una tempestad, pero es improbable que hayas vivido una tormenta en medio del mar. El evangelio de este domingo nos presenta a los discípulos que se han echado mar adentro y lo sorprende una fuerte tormenta.

Jesús va con ellos en la barca, pero duerme mientras la barca es sacudida violentamente por las olas y parece sucumbir. Ellos se ponen a gritar de pánico y desesperación al punto que van, lo despiertan y le hacen un duro reproche: “Maestro, ¿No te importa que perezcamos?”.  Jesús, después de calmar la furia del mar, les responde también con un reproche: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”. Los discípulos no han entendido que Jesús va con ellos, que si la barca se hunde, Jesús se hunde con ellos, que su suerte está ligada a él; por eso aún, en la situación más desesperada, no deben tener miedo, no van solos, no están de desamparados, Jesús va en la barca y ninguna tempestad, por terrible que sea, la hundirá. 

Tú atraviesas también por el mar de la vida y, de pronto, de manera imprevista, llegan a estallar las tormentas, una enfermedad inesperada, la muerte de un ser querido, la pérdida del trabajo, una crisis personal, etcétera, pero en medio de esas contrariedades, no pienses que a Jesús no le importas, él va contigo en la barca y, pese a que aparenta dormir, en realidad vela tu sueño y quiere que tengas la seguridad de saber que él te acompaña, él te sostiene y te da el valor necesario para enfrentar la tempestad, lo único que te pide es que tengas fe en él, que no dudes que él está contigo y te ayudará.

Tener fe en Jesús, significa que sabes, si aceptas que es el Hijo de Dios, que es Dios verdadero y, por lo tanto, su poder es infinito; tener fe es escuchar creer y vivir su palabra, una palabra que te dice que no eres insignificante, sino amado y protegido por Dios, que se interesa por todas sus criaturas.

Dice el salmo: “Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor”. Haz la prueba de tener fe y verás que no te sentirás abandonado. Haz la prueba de fiarte de Jesús y tendrás la fuerza para superar la adversidad. Haz la prueba de ponerte en sus manos y tendrás la alegría de saber que te ama, le importas y, aunque aparenta dormir, tu suerte le interesa y calmará la tormenta.

“Señor Jesús,  yo creo, pero mi fe es débil, apenas llega a mi vida la primera dificultad y dudo que me puedas ayudar o peor todavía, pienso que no te intereso, que no soy lo suficientemente importante para tener tu atención. Señor, a veces pienso que nadie puede ayudarme, que mis problemas no tienen solución y me lleno de desánimo y amargura. Ven, te lo suplico, y calma mis tormentas interiores; ven, te lo ruego, y aplaca el odio de mis enemigos; ven, te lo imploro, y haz crecer mi fe, tú vas conmigo en la barca, tú me sostienes de pie en medio de la tormenta. Ven en mi auxilio, date prisa en socorrerme y aumenta mi fe. Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!

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