Trump celebra a santo Tomás Becket y la libertad religiosa frente al Estado.

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“Yo, Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos de América, en virtud de la autoridad que me confieren la Constitución y las leyes de los Estados Unidos, por la presente proclamo el 29 de diciembre de 2020 como el 850 aniversario del martirio de Santo Tomás Becket”, reza la nota en su penúltimo párrafo. “Invito al pueblo de los Estados Unidos a observar el día en escuelas e iglesias y lugares habituales de reunión con ceremonias apropiadas en conmemoración de la vida y el legado de Thomas Becket”.

El gesto es exactamente eso, solo un gesto. Pero también resulta enormemente significativo, y no solo porque Estados Unidos sea un país aconfesional e incluso fundado mayoritariamente por protestantes hostiles al catolicismo, sino porque va por completo a contracorriente, en la dirección contraria de lo que se nos repite de continuo que es “el lado correcto de la historia”.

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Ese “lado correcto de la historia”, por ejemplo, es el que decreta inapelable que no debe quedar un solo país de nuestra tradición cristiana que no haga legal la aniquilación de niños en el vientre de sus madres. Así, el mismo día que la Casa Blanca de Trump celebraba al santo inglés, Argentina legalizaba el genocidio prenatal a pedido de la mano de Fernández, ese adlátere de Cristina Fernández de Kirchner para quien el arzobispo vaticano Sánchez Sorondo celebró una misa privada y a quien dio la comunión junto a la amante del presidente argentino.


 

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Esa es, se nos dice machaconamente desde todas partes, la única dirección permitida, de modo que hasta los provida parecen centrarse más en la resistencia que en la ofensiva. Es decir, se procura que el puñadito de países que aún no han hecho legal matar al niño antes de que nazca se mantengan así un poco más, todo lo posible, pero no darle la vuelta a la estrategia y luchar por una abolición del aborto donde es legal desde hace décadas.

Eso es lo que hace tan sorprendente la iniciativa presidencial norteamericana: va a contrapelo de nuestra cultura. “El martirio de Thomas Becket cambió el curso de la historia. Eventualmente provocó numerosas limitaciones constitucionales al poder del estado sobre la Iglesia en todo Occidente”, reza el comunicado. “En Inglaterra, el asesinato de Becket condujo a la declaración de la Carta Magna 45 años después de que: “[L] a iglesia inglesa será libre, y sus derechos no disminuirán y sus libertades intactas”.

“Si vamos a seguir siendo la tierra de los libres, ningún funcionario del gobierno, ningún gobernador, ningún burócrata, ningún juez ni ningún legislador debe poder decretar lo que es ortodoxo en materia de religión o exigir a los creyentes religiosos que violen sus conciencias. . Ningún derecho es más fundamental para una sociedad pacífica, próspera y virtuosa que el derecho a seguir las convicciones religiosas de uno. Como declaré en la plaza Krasiński en Varsovia, Polonia, el 6 de julio de 2017, la gente de Estados Unidos y la gente del mundo todavía claman: “Queremos a Dios”.

Con información de InfoVaticana

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