«Tres jesuitas abusaron de mí»

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El demoledor testimoniao de un alumno del colegio de Barcelona entre los años 1959 y 1968. Una charla de exalumnos reviva los «comportamientos inadecuados» del jesuita de Barcelona. 

Las noticias subre el colegio de los jesuitas de la calle Casp de Barcelona, ​​donde numerosos alumnos sufrieron durante 30 años el «comportamiento inadecuado» del religioso Cesc Peris, apodado Sex Penis, ha llamado a alud de denuncias sobre otros profesores. A raíz de las informaciones, la Compañía de Jesús ha pedido perdón, ha anunciado medicamentos “contundentes” y ha asumido “las malas prácticas del pasado”.


Mi culpa satisface a los 234 exalumnos que firmaron un papel contra Cesc Peris en busca de transparencia. “Hemos quitado conciencias”, dicen, sin embargo “hay que llegar hasta el fondo”.El País recogió anteayer testimonios contra ocho jesuitas de Casp entre los años cincuenta y ochenta. A ellos hay que sumar tres más, que constan en una denuncia ante el buffet Cremades & Calvo Sotelo al que llevaron este diario.


El abonado Javier Cremades y Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Emilia Gutiérrez


Este número de abonados ha sido encargado por la Conferencia Episcopal para una audición sobre casos de pederastia en la Iglesia. Su trabajo despierta dudas en las víctimas, que reclaman la independencia de uno de los auditores sin acceso a los archivos eclesiásticos. Así, el gabinete ha recibido numerosas denuncias, como la de V., médico de 71 años, jubiloso y alumno de los jesuitas de Casp entre 1959 y 1968.


La denuncia fue interpuesta el 15 de marzo de 2022, hace más de un año y dos meses. “En todo este tiempo nadie de la Conferencia Episcopal, de la Compañía de Jesús o del colegio me llamó para pedirme perdón”, explica la denunciante, que al principio llamó por teléfono al buffet para exigir explicaciones. “Fueron muy amables conmigo, pero no me dijeron nada concreto porque aún no han acabado el informe”.


Protesta en Bolivia contra jesuitas acusados ​​de pederastia


La denuncia menciona con nombres y apellidos a quienes identificamos aquí como el “hermano C.” y “los padres PLC y APP”. “Era una víctima propiciatoria: una niña simpática, entregada, tímida…”, explica V., quien cursó el curso preparatorio, el ingreso, los seis años de bachillerato y el preuniversitario en Casp. Ingresó con 6 años. El primer jesuita que abusó de éste y dio los premios daba por dejara manosear.


¿Qué premios? “Me nombreba capitán de Cruzadas y mi permitía hacer de monaguillo, algo que en mi inocencia de niño era el summum de los honores”. La jerga militar era habitual en aquella época: capitán de Cruzadas, brigadas… El religioso en cuestión era el vigilante, el jefe de la brigada de las tres o cuatro clases de los más pequeños, que se groupe y permanecían bajo su custodia cuando estudiaban o hacían los deberes.


Solo quiero que se conozcan los hechos y se reparen: mi juventud fue durísima”


La denuncia de V.


Lo que más sorprendió a la mente infantil de la denunciante fueron las preguntas bochornosas que le hizo y que ella no entendió, como la insistencia en saber si lo tocó y cómo lo hizo. Cuando V. se reunió con los antiguos condiscípulos y planteó el tema, descubrió que no pasaba sólo a él. “Al menos cuatro o cinco compañeros me han reconocido los mismos hechos y con los mismos u otros jesuitas, como el padre R.”.


El segundo episodio de abuso se produjo cuando pasó 13 años y alimentó la cama de un maestro, un profesor de profesión, que vestía túnica y recibía las órdenes menores pero aun no era sacerdote. “Hablaba conmigo todo el día de sexo. Ven a mi casa a sacarme de paseo varía veces, algo que llegó a tener muy intrigada a mi madre, aunque ni ella ni yo nos atrevimos a exteriorizar nunca nuestros miedos”.


Una familia muy religiosa


Era un niño en una casa religiosa. Eso es lo que más le duele. Su madre tenía una hermana monja y dos hermanos sacerdotes (uno de ellos, un jesuita conocido que estuvo en Bolivia). En la Compañía de Jesús saben perfectamente que se trata de V. y nunca han podido contactarlo, no estarán seguros cuando presente la denuncia ante el buffet recibido de la Iglesia. También escribió un papel al Vaticano, sin contestar.


El tercer episodio fue el más grave. Otro pederasta con sotana, que es una clase de historia, por eso quiero violarla con la excusa de mostrarle “el amor de Dios”. Por suerte, V. ya no era el chico de 1959. Tenía 16 años, sabía qué quería aquel hombre y lo mandó a freír espárragos. Así terminó todo. ¿Acabo? El drama, resucitado estos días por la noticia del caso de los jesuitas y por tantos años de silencio en la Iglesia, no había hecho más quenzar.

Por DOMINGO MARCHENA.

LA VANGUARDIA.

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