Tomando decisiones

Eclesiástico 15,16-21 | Salmo 118 | 1Corintios 2,6-10 | Mateo 5,17-37

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Las lecturas de este domingo, y de forma especial el evangelio, ofrecen los contenidos éticos que corresponden al cristiano. El Evangelio es el Anuncio Nuevo destinados a todos los hombres del Amor incondicional de DIOS, que coincide inicialmente con todos los seres humanos. No obstante la condición de hijos de DIOS exige la toma de conciencia y la decisión personal de pertenecer a la gran familia: “vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron, pero a cuantos lo recibieron les dio el ser hijos de DIOS, si creen en su Nombre, pues estos no han nacido de la sangre o de la carne, ni de amor carnal, sino de DIOS” (Cf. Jn 1,11-13). La novedad del Evangelio responde en gran medida al hecho trascendental de la elección que DIOS hace del hombre como hijo suyo. Pero la contrapartida o compromiso que adquirimos los bautizados es el de conocer la Nueva Ley, aceptar sus condiciones y llevarlas a término. No puede ser de otra forma desde el momento en el que estamos dotados de inteligencia y volunta; por tanto, con capacidad de tomar decisiones. DIOS toma en serio las decisiones humanas, que en todo momento tienen sus consecuencias favorables o adversas. La Biblia cuenta como DIOS va desenvolviendo su Plan de Salvación en medio de pactos o alianzas, que no siempre se cumplen fielmente por parte de los hombres a pesar de las proclamaciones solemnes: “haremos todo lo que el SEÑOR ha mandado” (Cf. Ex 19,8). DIOS nos ha pensado libres, responsables y con capacidad de juicio para adoptar las decisiones más convenientes. Así lo recoge el libro del Eclesiástico: “DIOS en el principio hizo al hombre, y lo dejó en manos de su propio albedrío” (Cf. Eclo 15,14). Para seguir manteniendo la capacidad de decisión es necesario permanecer en los principios éticos propios de la Ley natural. Sin principios no es posible establecer valores, forjar un conjunto de virtudes, ni establecer una finalidad o sentido para la propia existencia. El cristiano con el nuevo código del Sermón de la Montaña supera las disposiciones de la Ley dada a Moisés en el Monte Sinaí, pero en absoluto queda abolido lo que fue promulgado en aquel momento. Las decisiones particulares que van siendo tomadas con distinto rango parten de la opción fundamental o radical por DIOS. Antes de comprometerse con las cláusulas del Código de la Alianza, los israelitas tuvieron que oír la voz portentosa del SEÑOR y pedirle a Moisés que se entendiese él personalmente con YAHVEH (Cf. Ex 20,19). También la aceptación del Código de la Alianza fue acompañado de la manifestación cósmica, que causó un alto nivel de sobrecogimiento en los israelitas. De la misma forma, el Sermón de la Montaña para los cristianos tiene que estar acompañado de la relevancia incuestionable de JESUCRISTO. Los cristianos no seguimos en primer lugar una doctrina, sino a la persona de JESUCRISTO, en el que descansa toda la gloria de DIOS (Cf. Col 1,19).

 Habla el Eclesiástico15,15-20

“Si tú quieres, guardarás los mandamientos para permanecer fiel a su beneplácito” (v.15). DIOS es alguien que interpela al hombre, lo busca, auxilia y protege. Al mismo tiempo, DIOS quiere que cada uno de nosotros lo busquemos y vivamos de la Fe en el cumplimiento de sus palabras reveladas. JESÚS nos enseñó en su oración, que es primordial realizar la Voluntad del PADRE: “hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo” (Cf. Mt 6,10). Dice el salmista: “lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero; guardaré tus justos mandamientos” (Cf. Slm 119,105). La propia Palabra es normativa e iluminadora, pues DIOS se manifiesta siempre con verdad y su Palabra está revestida de autoridad. Cualquiera que se sienta perteneciente al Pueblo de DIOS trata de permanecer en la Voluntad Santa de DIOS. A lo largo de los siglos permaneció en la memoria religiosa la manifestación de DIOS en el Sinaí, pero eso no disminuye la importancia del encuentro personal del devoto israelita.

Los dos caminos

“ÉL te ha puesto delante fuego y agua, donde quieras puedes llevar tu mano” (v.16). Nosotros conocemos solamente al tipo de hombre, que somos nosotros, y va por la vida realizando opciones entre lo bueno y lo malo. Nos reconocemos en la permanente disyuntiva que decide sobre lo bueno y lo malo de uno mismo, las personas y cosas de alrededor. Reconocemos los resultados de la sentencia del origen: “si comes del árbol de la ciencia del bien y del mal, morirás sin remedio” (Cf. Gen 2,17). Las cosas se volvieron tan problemáticas, que no pocas veces es difícil hacer algo bueno, sin originar algún daño de menor entidad, pero perjuicio al fin y al cabo. La carga que lleva un buen número de personas se vuelve como la piedra de Sísifo, que trata de culminar la montaña, pero el peso de la misma le hace caer de nuevo y deslizarse hacia abajo. Las ataduras y cadenas de opciones pasadas pueden tener un efecto paralizante para cambiar de rumbo en un momento dado. En esos casos se necesita una fuerza superior que libere y rompa las cadenas invisibles, pero reales, de la opresión gestada a lo largo del tiempo. Deslizarse por la pendiente de las decisiones equivocadas lleva poco tiempo, pues el vértigo del proceso no deja lugar para la reflexión, y sólo se inicia un camino de vuelta cuando se ha tocado el fondo de dolor y sufrimiento. Ese fuego avisa del infierno en el que se ha entrado. Los preceptos habían avisado de forma muy escueta: no mates, no robes, no adulteres, no difames, no codicies lo del prójimo.

Vida y muerte

“Ante los hombres está la Vida y la muerte; lo que prefiera cada cual se le dará” (v.17). Esta declaración aparece también en el libro del Deuteronomio (Cf. Dt 30,15.19), el gran libro que completa el Pentateuco. Nosotros ampliamos el horizonte en lo que se refiere a la Vida y la muerte, pues lo de este mundo resulta un panorama abierto a la eternidad. Las acciones de esta vida predisponen para el destino eterno. Ninguna de las obras que por nuestra cuenta podamos realizar nos otorga la salvación; pero no es menos cierto que nuestras acciones buscan a JESUCRISTO que sí es el único SALVADOR.

Sabiduría y omnipotencia

“Qué grande es la Sabiduría del SEÑOR. Fuerte es su Poder: todo lo ve” (v.18) Muchos que andan por el camino del mal consideran abiertamente que DIOS es débil y menosprecian su bondad. Si recapacitaran estas personas entrarían en pánico, pues confunden de manera fatal la bondad y la misericordia con la debilidad. Otro grupo bien nutrido en nuestros días mantiene que la sabiduría está en la zona gris del ocultismo; y el DIOS que se revela en la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento es una caricatura de DIOS para mentes escasas. El salmista meditaba el destino de los inicuos: “pensaba para mi interior como en un instante los impíos se precipitan en el abismo, aunque parecía que caminaban sanos y orondos. Daba la impresión que ellos no pasaban las penas de los mortales” (Cf. Slm 73 ). El infortunio personal llevado al extremo hace a Job reclamar el sentido de todo aquel drama, que lo supera absolutamente. Job obtiene la respuesta de DIOS, porque se le manifiesta sin contestar de modo directo a sus reclamaciones y preguntas. DIOS ve el conjunto de cada una de las existencias de sus hijos y las trasciende en Sabiduría y Poder. El caso se reedita en la predicación de san Pablo que ha de manifestar a JESUCRISTO a través de la misma: “los griegos piden sabiduría y los judíos signos de Poder; y yo predico a JESUCRISTO, que es necedad para los griegos y escándalo para los judíos” (Cf. 1Cor 1,22-23). Sigue aclarando san Pablo: “la necedad de DIOS es más sabia que la sabiduría de los hombres; y la debilidad de DIOS es más fuerte, que  el poder de los hombres” (Cf. 1Cor 1,25). JESUCRISTO encierra toda la manifestación de Poder y Sabiduría que DIOS tiene para revelar a los hombres. Cuando se van a buscar otras fuentes para obtener poder material y espiritual se toma la dirección equivocada, pues sólo existen dos caminos. Cuando se pretende descubrir espiritualidades al margen de JESUCRISTO, irremediablemente se cae en zonas grises que no conducen a buen puerto. DIOS lo ve todo y debemos dejarnos mirar siempre y en todo por el DIOS que lo ve todo. La mirada de DIOS no surge como la del delator, sino como la verdadera mirada amable, que se inclina guiarnos discretamente.

El temor y la piedad

“Sus ojos están sobre los que le temen. ÉL conoce todas las obras del hombre” (v.19) Tanta cercanía de DIOS puede abrumar a los espíritus. Los dones de temor y piedad vienen en nuestra ayuda para adoptar la postura más conveniente. La piedad filial entiende de proximidad amorosa, pues la persona se siente atraída por DIOS con un carácter filial. DIOS es querido, porque se aprecia como CREADOR y PADRE. Los Salmos abundan en la apreciación anterior. Si la piedad acentúa la comunión y el encuentro personal, el temor como un don resalta la diferencia entre DIOS y la criatura sin necesidad de producir rechazo, sino admiración y sobrecogimiento. ”Los ojos de DIOS están sobre los que lo temen” porque DIOS no deja de mirar a sus hijos, a los que ama porque son suyos. La mirada de DIOS es compañía, contacto y protección. Quien se deja mirar por DIOS no se sentirá perdido o desprotegido. JESÚS insistirá que “DIOS ve en lo secreto” (Cf. Mt 6,4-6), y de forma especial en lo secreto del aposento interior, al que con regularidad el hombre debe retirarse, precisamente para encontrarse con el PADRE que dará como regalo especial la certeza profunda de sentirse mirado por ÉL. La segunda parte de este versículo completa la primera: “DIOS conoce todas las obras del hombre” y está en nuestra mano que DIOS aparezca como Juez Supremo o como Padre Misericordioso. DIOS nos propone el perdón incondicional a los hermanos para obtener así el perdón definitivo que sólo ÉL puede dar. La ley del perdón es necesaria porque inevitablemente hacemos daño y nos lo harán en mayor o menor medida. Nadie pasará por esta vida sin herir y ser herido por acciones indebidas. No es preciso que esté presente la mala voluntad para perjudicar a otro o ser dañado en algún aspecto. Seremos juzgados por una ley de misericordia si practicamos la misericordia (Cf. St 2,13) Tengamos en cuenta que el juicio voluntario al que nos sometemos cuando acudimos a la confesión particular con un sacerdote, nos libra en gran media o totalmente del juicio particular al que de forma inevitable habremos de asistir no como espectadores, sino como protagonistas del mismo. Este es uno de los grandes beneficios del Sacramento de la Confesión, pues pecado confesado y absuelto es un pecado olvidado por DIOS.

DIOS rechaza el pecado

“A nadie ha mandado ser impío. A nadie ha dado licencia de pecar” (v.20). El autor sagrado resalta una obviedad para llamar la atención con más fuerza si fuera posible. El pecado es cosa exclusiva de los hombres. DIOS no ha diseñado al tipo de hombre impío, que hace el mal con toda decisión. El impío es el que carece de compasión que humaniza y del temor de DIOS, por lo que no tiene en cuenta los preceptos de DIOS para el buen comportamiento humano. Al impío no le importan los hombres, y tampoco DIOS y sus palabras y preceptos. Las palabras de Verdad que vienen del VERBO dan como resultado “hijos de DIOS” (Cf. Jn 1,12). Las palabras del padre de la mentira (Cf. Jn 8,44) reciben por parte de JESÚS un tratamiento muy duro.  Recordamos una vez más la conclusión del Padrenuestro según san Mateo: “líbranos del Malo” (Cf. Mt 6,13). El Malo no actúa solo, y sabe rodearse de colaboradores que extienden la mentira y la falsedad entre los hombres. El Malo está desde el minuto uno en la historia de los hombres para engañarnos de todas las formas posibles. Entre sus grandes conquistas en cualquier época están: convencer a los hombres que lo malo es bueno, y actuar con toda efectividad sin ser reconocido. Sólo JESUCRISTO y su Evangelio pueden erradicar del planeta el poder del Malo. Según JESÚS el padre de la mentira es el homicida desde el principio (Cf. Jn 8,44). El vehículo de la mentira básicamente es el lenguaje, la comunicación y la ideología. Cuando se miente mediante la lengua hablada, el lenguaje se convierte en un antilenguaje. Entendemos, pues, la importancia de la enseñanza bíblica, la predicación y la lectura de la Palabra. Los mercenarios del padre de la mentira y homicida desde el principio tienen la tarea de inducirnos al error y colonizar nuestros espíritus. “Para que vivamos en libertad, nos ha liberado CRISTO” (Cf. Gal 5,1). La persona de JESÚS y su enseñanza son el antídoto contra la gran mentira del que es homicida desde el principio.

Magisterio propio de JESÚS

En este domingo, continuando con el Sermón de la Montaña, tenemos un evangelio más largo de lo habitual. JESÚS completa o supera lo recogido por Moisés para el pacto de la Antigua Alianza. JESÚS establece una ética más elevada sobre el quinto mandamiento, “no matarás”, el adulterio, el divorcio y el juramento. Para el domingo próximo quedan “la ley del talión” y el amor a los enemigos. El objetivo de la reinterpretación de la Ley Antigua es el de adquirir las condiciones para entrar en el Reino (v.10-20 ), que pone al discípulo de JESÚS en la vía de encuentro con el PADRE: “vosotros sed perfectos como vuestro PADRE celestial” (v. 48). La religiosidad de los fariseos es falsa y no se puede imitar (Cf. Mt 6,1). Lo mismo que el Pueblo guiado por Moisés tuvo que asumir la Ley Antigua antes de entrar en la Tierra Prometida, así también el Nuevo Pueblo de DIOS, los seguidores de JESÚS, tienen que comprender dónde comienza a generarse el Reino de DIOS. Se empiezan a cumplir las palabras de los profetas como las de Jeremías: “introduciré mi Ley en su interior y la escribiré en sus corazones; y  ellos sabrán que SOY su DIOS y ellos mi Pueblo” (Cf. Jr 31,31ss).

JESÚS es la plenitud

“No penséis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (v.17). En san Juan se nos dice: “la Ley fue dada por Moisés, la Gracia y la Verdad nos vienen por JESUCRISTO” (Cf. Jn 1,17). La Gracia, por tanto, no suplanta la Ley, sino que la perfecciona para que el hombre alcance la santidad de vida en este mundo. Por tanto lo nuclear de la Ley  tiene que ser interiorizado en determinados aspectos. El régimen de sacrificios cruentos en el Templo sufrirán una drástica modificación por diversos factores entre ellos históricos, que por otra parte contribuyeron a interiorizar y espiritualizar las ofrendas sacrificiales al SEÑOR. La impureza deja de ser una factor higiénico externo, para convertirse en una cuestión que afecta a un corazón recto (Cf. Mc 7,14-15 ). Las normativas festivas, rituales y el mismo cumplimiento sabático se modifica o relativiza; pero no se altera el núcleo mismo de la Ley que es el Decálogo. En este punto JESÚS va a incidir para lograr un cumplimiento más amplio que mejore la condición espiritual del hombre. Será absolutamente necesaria la ayuda de la Gracia para no dañar la vida del prójimo. No sólo es obligado evitar el homicidio o el asesinato, sino herir con el desprecio, el gesto o las palabras. Lo externo importa, y lo que pasa por el corazón del hombre también determina la condición del actuar humano. Sin la ayuda de la Gracia la transformación personal no alcanza las regiones internas del corazón. JESÚS vino a traer la plenitud de lo que la Ley apuntaba en sus primeros estadios.

La Palabra de JESÚS es auténtica

“El Cielo y la tierra pasarán antes que se deje de cumplir una sola tilde de la Ley. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y lo enseñe así a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe ese será grande en el Reino de los Cielos” (v.18-19). La obra maestra está en los detalles, como se suele decir; así también sin caer en los escrúpulos de conciencia se deben considerar aquellas vertientes que atañen al cumplimiento de la Caridad, que compendia toda la Ley: “la Caridad es paciente, es servicial, no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe, es decorosa, no lleva en cuenta el mal; no se alegra con la injusticia, se alegra con la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (Cf. 1Cor 13,4-7). En la propia exposición de las Bienaventuranzas encontraremos otro ejemplo de la plenitud de la Ley a la que nos lleva JESÚS para entrar en el Reino.

Entrar en el Reino

“Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos no entraréis en el Reino de los Cielos” (v.20). El Reino de los Cielos está cerca (Cf. Mc 1,15); o también el Reino de los cielos está dentro de vosotros o entre vosotros (Cf. Lc 17,21). Entramos en el Reino cuando DIOS  entra en nuestro corazón. Salimos del Reino si expulsamos la presencia de DIOS de nuestro interior. Estamos llamados a ser portadores de DIOS: “al que guarde mis palabras, el PADRE lo amará, vendremos a él y haremos morada en él” (Cf. Jn 14,23). Por tanto, las palabras de JESÚS en el Sermón de la Montaña adquieren una total trascendencia, pues de su aceptación, interiorización y cumplimiento depende la entrada en el Reino, o lo que es lo mismo, que DIOS reine en nuestro corazón. No basta el hecho de haber recibido un día el Sacramento del Bautismo, pues de adultos, a lo largo de la vida, tenemos que realizar una renovación de la opción fundamental por JESUCRISTO y su Mensaje. Los escribas y los fariseos personifican una religiosidad externa y formal, que no modifica intenciones y actitudes. Por otra parte, en san Juan aparecen fariseos que en secreto siguen a JESÚS como es el caso de Nicodemo y José de Arimatea.

No matarás

“Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás. Pues YO os digo: todo aquel que se encolerice contra su hermano será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano imbécil será reo del Sanedrín; y el que lo llame renegado, será reo de la gehenna de fuego” (v.21-22). Las palabras ofenden, hieren o incluso matan a cámara lenta. Los malos tratos de palabra crean un verdadero infierno para las personas. Los que más sufren son los más vulnerables y débiles como es el caso de los niños. Sabemos de la huella cerebral que infringen determinados mensajes o palabras dirigidas con violencia. Alrededor de las personas se puede crear un clima asfixiante, o verdaderas cárceles, de las que es muy difícil salir. Estos extremos son más frecuentes de lo deseado, pero no hace falta llegar hasta ahí. Alguien es considerado imbécil o calificado de modo similar y arrastrará un estigma que lo acompañará, y será muy difícil de revertir esa consideración social. Lo mismo ocurre con el cartel de renegado o sus equivalentes. El Sermón de la Montaña está dispuesto para que viendo las consecuencias de los daños que podemos causar, hagamos un giro de ciento ochenta grados en la conducta para cambiar el signo de la propia vida y del ambiente que nos rodea. Nuestras palabras deben estar destinadas a generar ambientes en los que se respire el bien, la bondad y la verdad.

El perdón

“Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas allí, que tu hermano tiene algo contra ti; deja allí tu ofrenda, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vienes y presentas tu ofrenda” (v.23-24) JESÚS llama la atención sobre el daño causado a otro, que todavía no hemos reparado. La ofrenda queda invalidada en la medida que el daño no lo hemos resarcido y el hermano exige o demanda una reparación del mismo. Cuando hemos alterado el orden justo de las cosas, JESÚS nos pide que lo reparemos en lo posible. Habrá situaciones en las que sólo será factible pedir perdón porque el daño pertenece al modo o manera de la relación misma. Santiago en su carta señala la necesidad de poner en común el perdón, para que nuestros pecados puedan ser perdonados: “confesaos mutuamente vuestros pecados para que os sean perdonados” (Cf. St 5,16) Este modo de proceder queda circunscrito a las comunidades de vida consagrada en el mejor de los casos.

El adversario

JESÚS propone el caso del adversario que reclama reparación de daños por nuestra parte. El caso anterior derivaba del hermano con el que manteníamos una disensión. Ahora es alguien más lejano, que incluso se muestra hostil como enemigo o adversario. ¿Hemos generado algún conflicto y con ello algún tipo de adversario? Porque en el planteamiento parece que el adversario es el que tiene la razón y nos puede exigir que asumamos la responsabilidad de lo sucedido. Va a ser preciso que alguien intervenga como tercera persona o juez, y establezca responsabilidades, para asumirlas de forma amistosa; pues de lo contrario quedaremos a merced de las consecuencias: “el juez te entregará al alguacil y te meterán en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado el último céntimo” (v.25-26). Estos últimos versículos pueden aplicarse a las penas del purgatorio derivadas de las cuentas pendientes en el juicio particular, por las que el alma se ve insuficientemente purificada para entrar en la contemplación beatífica. En el purgatorio tenemos la certeza de la salvación, que no es poca  cosa, pero aún necesitados de dejar el lastre que en forma de cuentas pendientes todavía nos acompaña. El purgatorio, recogido en el Catecismo de la Iglesia Católica n.1031, compatibiliza la Divina Misericordia con la Justicia Divina.

Una mirada procedente

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a DIOS” (v.8) Esa bienaventuranza dispone para la exigencia que JESÚS establece en el caso del adulterio: “habéis oído que se dijo a los antiguos: no cometerás adulterio; pues YO os digo: el que mira a una mujer casada deseándola ya cometió adulterio con ella en su corazón” (v.27-28). Estas son unas palabras que necesitan un comentario amplio, pues aunque están dichas para el sexto mandamiento, sin embargo hay que aplicarlas al resto de los preceptos. Las intenciones en el Sermón de la Montaña ocupan un lugar prioritario. El adulterio se va gestando en el interior, lo mismo que el robo o la difamación. JESÚS dice en san Marcos: “del corazón del hombre salen los malos propósitos” (Cf. Mc 7,20); y después va señalando una serie de perversiones, que tienen como origen “los malos propósitos”. Donde se inicia la infidelidad matrimonial es en el corazón del hombre o la mujer, y si se quiere evitar la infidelidad es preciso cortar de raíz el pensamiento o deseo que conduce a la infidelidad o adulterio: “si tu ojo es causa de pecado arráncatelo; si tu mano es causa de pecado córtatela; más te vale entrar sin un ojo o manco en la vida, que ser arrojado con los dos ojos o las dos manos a la gehenna” (v.28-29). Estas palabras de JESÚS resaltan que lo dicho no tiene discusión, aunque después los demás entremos en disquisiciones infinitas. La complejidad de la afectividad y la sexualidad humana traen de cabeza al hombre de todas las épocas. La normativa sobre el adulterio tiene la grave función de salvaguardar la integridad familiar; y por otra parte está el difícil control personal de una afectividad y sexualidad que en algunos casos parecen discurrir de forma totalmente anárquica. El peligro de ruina personal y familiar obliga a JESÚS a disponer de imágenes altamente radicales: “el ojo que te escandaliza, arráncatelo; y la mano que te escandaliza, córtatela”. En absoluto pensemos que JESÚS propone la desmembración del sujeto, pues en realidad el torbellino sexual y afectivo es de carácter psíquico básicamente.

El divorcio

De nuevo nos encontramos con un asunto espinoso. El divorcio está considerado y permitido en el Pentateuco en determinados casos; pero el pronunciamiento de JESÚS en san Marcos es radical en su contra (Cf. Mc 10,5-9). San Pablo y San Mateo apuntan dos excepciones: la increencia de uno de los cónyuges que impide el crecimiento en la Fe del otro (Cf. 1Cor 7,12-15); y en el caso de san Mateo la excepción es provocada por el adulterio –porneia- de una de las partes (v.32) La Iglesia Católica, de forma especial, desde el Código de Derecho Canónico de 1983, presenta una serie de motivos que pueden viciar el consentimiento matrimonial en el origen, y por tanto ser causa de nulidad matrimonial. Los procesos de nulidad se han abreviado notablemente y pueden resolver las situaciones anómalas. La Iglesia Ortodoxa tanto la griega como la rusa contemplan el divorcio en casos similares a los que la Iglesia Católica dispone los motivos de nulidad. La exhortación apostólica Familiaris consortio de san Juan Pablo II, en 1981, dio pasos muy importantes en la integración de los divorciados y vueltos a casar por lo civil, dentro de las prácticas religiosas de la Iglesia, pero con la barrera de la participación en la comunión eucarística. La exhortación Amoris Leticia del papa Francisco, con la aportación del cardenal Walter Kasper, pretendió abrir un poco más dicha integración, dejando a las distintas conferencias episcopales la decisión sobre la participación en el sacramento de la EUCARISTÍA de los divorciados y vueltos a casar, en casos particulares, que fuesen tratados con toda la prudencia pastoral posible. Esto último sigue levantando polémicas.

El juramento

“Habéis oído que se dijo a los antiguos: no perjurarás; pues YO os digo no juréis en modo alguno” (v.33-34). El respeto al nombre de DIOS está exigido por el segundo precepto del Decálogo. En la vida cotidiana es fácil saber cuáles son los acontecimientos señalados o importantes, para los que pudiera ser necesario acudir a la solemnidad de un juramento para determinar un compromiso o fundamentar un testimonio. El mal hábito del juramento aparece cuando por cualquier minucia se recurre al juramento instrumentalizando el nombre de DIOS, pues lo que se pretende en realidad no es la Gloria de DIOS, sino reforzar una postura de superioridad sobre otras personas. El juramento en esos casos se instrumentaliza con intención de engrandecer la propia soberbia, enfatizando posturas que en realidad están vacías de contenido. La palabra del discípulo de JESÚS tiene que traslucir por sí misma su valor: “que vuestro lenguaje sea sí, sí; y no, no, lo que pasa de ahí viene del Maligno” (v.37). La palabra que nace de la verdad y la caridad no precisan de otro refuerzo. Tampoco el discípulo está llamado a convencer a las personas como si de un negociante se tratara. El discípulo de JESÚS y evangelizador lleva como centro de sus argumentos a JESUCRISTO que es el AMÉN de DIOS (Cf. Ap 1,6-7). La presencia del SEÑOR se afirma por sí misma.

San Pablo, primera carta a los Corintios 2,6-10

San Pablo por vivir en Tarso y el ejercicio de su profesión tenía relación con una gran variedad de personas: mercaderes que comerciaban con las lonas y prendas de abrigo confeccionadas con la lana de las ovejas de Cilicia; y por este mismo motivo los legados romanos que necesitaban proveer a sus tropas de los medios necesarios para sus campamentos. San Pablo conocía el griego común que se hablaba en el Imperio, el latín y el arameo y el hebreo. San Pablo por su origen judío, de la tribu de Benjamín, quiso ahondar en la religión de su padres y se adhirió a la escuela de Gamaliel, en Jerusalén. La lengua hebrea era imprescindible para el conocimiento de las escrituras, y el arameo era la lengua habitual entre las gentes. Por tanto, el apóstol puede distinguir bien entre lo perteneciente a la sabiduría humana y lo que entra de lleno en la esfera cristiana. Ha dado muestras sobradas de lo que pertenece de forma específica al Judaísmo y la novedad que representa el Cristianismo. No sólo tiene discernimiento el Apóstol para distinguir las diferencias, sino que posee una fortaleza especial para hacer valer con convicción las verdades que especifican la Fe en JESUCRISTO. De muy poco nos hubiera servido una claridad intelectual, sin la contundencia de una afirmación de las verdades, que no diese concesión alguna a la componenda y a la debilidad.

La sabiduría del mundo

“Hablamos de Sabiduría entre los perfectos, pero no de sabiduría de este mundo, ni de los príncipes de este mundo abocados a la ruina” (v.6). San Pablo distingue dos tipos de sabiduría: una buena y santa y otra perniciosa y satánica. La sabiduría que pertenece a los príncipes de este mundo corresponde al ocultismo, que también se difundía entre los grupos esotéricos corintos. La sabiduría que proviene de estas fuentes arruina el alma, pues cualquier mínimo conocimiento extraído hace al sujeto deudor de la entidad satánica que le ofrece e inspira el conocimiento. Por otra parte en los círculos cristianos las enseñanzas tenían un fondo espiritual con un profundo conocimiento de las cosas de DIOS. Estamos lejos en general de ahondar en los contenidos provenientes de la Sabiduría de DIOS, pues nos quedamos con la ritualidad de unas prácticas religiosas, que para una mayoría de fieles es suficiente alimento espiritual. Esta frugalidad espiritual tiene una ventaja: cultiva la sobriedad y la humildad dentro de un camino que se aprecia surcado de serias dificultades. Muchos fieles concluimos: me basta con lo que tengo.

Conversación espiritual

“Entre los perfectos hablamos de una Sabiduría de DIOS, misteriosa, escondida, destinada por DIOS antes de los siglos para gloria nuestra” (v.7). San Pablo no se recata de llamar al grupo de los cristianos, los “santos” o los “perfectos”, porque esa perfección o santidad es una nueva condición dada por DIOS a los hombres por medio del Sacramento del Bautismo o de la Iniciación Cristiana: Bautismo, confirmación y Eucaristía. Todas las cosas ocultas en DIOS, que deben ser conocidas por los hombres están en JESUCRISTO, pues “en ÉL residen todos los tesoros del saber y del conocer” (Cf. Col 2,3). Todo lo que DIOS ha pensado para los hombres desde el principio está en JESUCRISTO, lo mismo que todo lo previsto para el futuro especialmente en la Vida Eterna. Las revelaciones del RESUCITADO que tuvieron lugar en la vida de san Pablo lo dotaron de un conocimiento excepcional sobre los misterios de la Creación y de la Salvación. Los caminos abiertos a la Sabiduría desde dichas experiencias resultan inagotables. El Nuevo Testamento de manera especial recoge para nosotros un esbozo de los grandes misterios que nos atañen directamente en torno a la Salvación. Tenemos cuestiones permanentemente abiertas: el misterio de JESUCRISTO, el misterio de la Iglesia, la aproximación al Reino de DIOS en este mundo; enmarcar el dolor y el sufrimiento dentro de la Providencia Divina; la aproximación a la Misericordia divina; aproximarnos al Cielo como horizonte definitivo de Salvación; la posibilidad de la condenación eterna; dilucidar si el Purgatorio es necesario y posibles testimonios de su existencia; dinámica y desarrollo de la Vida Eterna -para siempre-; los Ángeles y su relación con nosotros los hombres sus protegidos. Es difícil agotar las cuestiones que nos afectan de forma más que importante, pues tocan el núcleo de nuestro destino eterno.

Los mandatarios

“La Sabiduría que nosotros tratamos es desconocida para los mandatarios de este mundo, pues de haberla conocido no hubieran crucificado al SEÑOR de la Gloria” (v.8). Por supuesto, si aquellos dirigentes religiosos y políticos estuvieran en posesión de la Sabiduría que emana de la persona misma del VERBO y actualizada en su corazones por la acción del ESPÍRITU SANTO, entonces nos estaríamos encontrando con una élite de santos, que habrían propiciado una era de paz evangélica en todo el planeta con unas condiciones de vida positiva inimaginablemente mejores que las presentes. Pero desgraciadamente las cosas no fueron por esos derroteros, y todos en mayor o menor medida tenemos que padecer el haber crucificado un día al HIJO de DIOS. Pero no contentos con eso, las élites presentes siguen crucificando a miles de cristos -hijos de DIOS- por el hecho de hacer valer su prepotencia. Algunos de la élite no se recatan en decir que somos muchos en el planeta; y ellos decidirán quién vive y quién muere de una muerte más o menos “dulce”.

El tiempo del ESPÍRITU SANTO

JESÚS lo había dicho: “el ESPÍRITU SANTO vendrá os recordará todo lo que YO os he dicho y os conducirá hasta la verdad completa” (Cf. Jn 14,26). No es posible la confusión, pues estamos dentro de la comunión trinitaria de Personas Divinas y el ESPÍRITU SANTO va a dar en cada época aquello que ya está en JESUCRISTO: “el  ESPÍRITU SANTO os dará de lo mío, porque todo lo que tiene el PADRE es mío” (Cf. Jn 16,13-15) DIOS es misterioso en todas sus obras y en SÍ mismo, con lo que nos quedan tertulias por toda la eternidad, ya que la TRINIDAD es inagotable. San Pablo sigue diciendo en estos versículos: “ni el ojo vio, ni el oído oyó, lo que DIOS tiene reservado para los que lo aman” (v.9) El conocimiento y la Sabiduría no llega a los hijos de DIOS por un conocimiento frío y calculador, sino que es dado dentro de una relación de Amor. Son aquellos, los que aman filialmente a DIOS los que obtienen conocimiento y Sabiduría.

Comparte: