Del Vaticano, 29 de agosto de 2022
Querida Excelencia,
Querido Don Pala,
Queridos sacerdotes,
Queridos fieles todos,
Hoy debería haber estado con vosotros para celebrar nuestra gran fiesta en honor de Santa Sabina y agradecer Señor por el 50 aniversario de mi ordenación sacerdotal.Era el 27 de agosto de 1972 y desde entonces, salvo una o dos veces, nunca faltaba una cita.Sabéis el motivo de mi ausencia este año y me imagino que todos estáis contentos por ello.
Aquí está: el Santo Padre, reconociéndome derecho a participar en el Consistorio, me invitó a participar en él y tuve que venir a Roma en contra de mis planes.Fue una grata sorpresa, yo diría una gracia del Señor. Me sentí fuertemente abrazado por la Iglesia y ayer en la Basílica de San Pedro fue conmovedor ver al Papa saludarme desde el altar por mi presencia y escuchar a los Cardenales decirme: ¡bienvenido de vuelta a casa!
Fueron muchos, entre ellos prelados, religiosos y religiosas y laicos, los que me manifestaron su alegría.
Esta es la belleza de la Iglesia que es más que los acontecimientos dolorosos y la capacidad de ofrecer motivos de esperanza que permiten superar los momentos oscuros de la vida.Quisiera invitarlos a celebrar fe en el Señor ya invocar a nuestro Santo Patrón en los momentos difíciles.
Nuestros antepasados han mantenido constantemente viva la devoción por ella. No perdamos tan bella tradición y tratemos de ser sus dignos descendientes transmitiendo tan grande fe a las nuevas generaciones.
De niño yo también aprendí de mi madre para invocar a Santa Sabina. Me volví hacia las inevitables dificultades de la vida y también en las situaciones complejas que a menudo tuve que enfrentar en los varios países lejanos en los que serví a la Iglesia.
Fue natural para mí volver mi mente a nuestra hermosa iglesia parroquial y rogar al santo.Me volví hacia ella y sigo girando aún en la última tormenta que me azotó y que involucró dolorosamente a mi familia ya la propia diócesis.¡Nos ayudará!
Tengo una esperanza fundada de que la verdad soldada a la luz y que todo el barro que nos arrojan se derretirá como la nieve al sol.
El gesto del Santo Padre nos reconforta y nutre nuestra confianza.
Todavía me encomiendo a vuestras oraciones y os aseguro que en la celebración de la Eucaristía de hoy os tendré presentes a todos, incluidos los enfermos y los que tienen motivos para sufrir.¡Te abrazo!
Vuestro cardenal don Angelino
Fuente: Diócesis de Ozieri.