Tiempo de profecía

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Cada época precisa de sus profetas, pues DIOS quiere hablar a su Pueblo: ”DIOS no hace nada sin comunicárselo antes a sus profetas”( Cf. Am 3,7). La primera lectura de este domingo muestra el malestar de DIOS por los pastores que no cumplen con su cometido. En la categoría de pastores, con la finalidad de dirigir al Pueblo elegido, están los reyes, los profetas y los sacerdotes que dirigen el culto en el Templo. Con el tiempo tendrán su cometido los dirigentes de las sinagogas, los doctores de la Ley y los escribas en las categorías más altas asociados a los sacerdotes y a los doctores. El presente texto de Jeremías se queja especialmente, en este caso, de los falsos profetas, que ejercen un liderazgo fraudulento y son causa de perdición para muchos. El culto idolátrico que aparece como la causa principal del desorden religioso y moral en el Pueblo elegido se agrava cuando la profecía se altera en la raíz de la misma, y se presenta como palabra del SEÑOR, lo que en realidad es una invención personal o tergiversación satánica. De nuevo aparece ante nosotros el valor de la verdad, que en el momento de su degradación ocasiona la perversión de la conducta y el caos social e individual.

 

Una palabra conmovedora

La palabra del profeta no se limita a transmitir una información. El profeta no es alguien que realiza una investigación sesuda y ofrece sus resultados como un dato aséptico que el oyente  recibe para su satisfacción personal. Observamos a los grandes profetas de la Biblia del todo implicados en las circunstancias sociales y personales, intentando crear estados de ánimo proclives a la palabra que el profeta va a dirigirles. El profeta puede recurrir a la amenaza para despertar del sopor espiritual a sus oyentes, sin que por ello decaiga la veracidad de la advertencia. En otros momentos, el profeta trata de inspirar fortaleza de ánimo y sus palabras se cargan de imágenes que procuran la confianza en el SEÑOR. Son del todo relevantes las palabras del profeta que ofrecen el perdón de DIOS al Pueblo arrepentido o a la persona, que habiendo transgredido la Ley se siente fuera del favor de DIOS, y quiere volver a su presencia por medio de la penitencia y el arrepentimiento. El profeta es el hombre de DIOS que habla al corazón del hombre, y lo encuentra endurecido o bien dispuesto. Por sí mismo el profeta es un testigo leal y fidedigno de la Presencia de DIOS, que da la existencia y reclama una atención especial por parte de sus hijos. Los animales y las plantas no necesitan a los  profetas, pues en sus ciclos vitales cumplen el cometido para el que fueron creados; pero los hombres precisamos de signos claros de la existencia del DIOS que nos ha dado la vida.

 

Lamento divino

“Ay, de los pastores que dejan perderse y desparramarse a las ovejas de mis pastos. Oráculo de YAHVEH” (v.1). El estilo oracular imprime a lo dicho un respaldo y legitimación que alcanza la firmeza de un juramento. Equivale a manifestar, “el SEÑOR me ha dicho”, y por tanto la palabra no me pertenece, tan sólo actúo de canal transmisor. La palabra del SEÑOR así recibida compromete al profeta de forma inequívoca, pues él sabe que DIOS le ha hablado, y la Palabra así recibida la firmaría con su propia sangre. El peligro de muerte visitó a Jeremías en más de una ocasión, pues parecía estar solo como profeta frente a un grupo amplio de funcionarios, que amparados en la falsa profecía vivían de ella desviando al Pueblo del núcleo de la Ley dada por DIOS. El lamento se transite a lo largo de este capítulo en el que se da cuenta de la magnitud del desorden: “tanto el profeta como el sacerdote se han vuelto impíos en mi misma casa” (v.11). El lamento del SEÑOR se extiende también a los profetas del Reino del Norte, que “profetizaban por Baal, y hacían errar a mi Pueblo” (v.13). Aunque el centro religioso principal estaba en Jerusalén, el SEÑOR no había dejado de asistir a las tribus que se habían separado, y tenían el centro de culto en Betel. Ciento cincuenta años antes el SEÑOR había mandado al profeta Amós por aquellas tierras exhortándoles a la conversión y vuelta al culto del único DIOS de Israel. La fuerza profética del mensaje iba atestiguada por la coherencia de vida, pues Amós no obtenía beneficio económico alguno por la predicación realizada: el carácter gratuito de la misma le daba una libertad que los falsos profetas no tenían. Pero en vida de Jeremías la cosa había empeorado en el núcleo mismo de la religión Yavista: ”a partir de los profetas de Jerusalén se ha propagado la impiedad por toda la tierra. Estos profetas cuentan sus propias fantasías”(v.15-16). Jeremías atribuye al SEÑOR una pregunta sobrecogedora: “¿Hasta cuándo va a durar los que profetizan la impostura de su corazón, los que piensan hacer olvidar a mi Pueblo mi nombre por Baal?(v.27). Jeremías delata a los que dicen profetizar en nombre de YAHVEH, y en realidad sólo trasmiten la vaciedad de su corazón desviado, que conduce a la ruina a sus oyentes.

 

La palabra del SEÑOR es fuego

“Mi palabra es como fuego, y lo mismo que el martillo cuando golpea la piedra” (v.29). El criterio de discernimiento vale tanto para el que se atribuye el oficio de profeta como para los oyentes.  En primer término, la palabra recibida por el profeta rompe las durezas que él mismo pudiera tener y exalta por DIOS con el fuego interno que la invade. El que escucha la palabra del profeta siente el golpe de esta palabra en el corazón de piedra, que cede ante la misma. La palabra del profeta es viva y eficaz y exalta por DIOS en el corazón del creyente. Algo de DIOS es transportado por el profeta desde DIOS mismo al corazón del creyente, que lo aprecia en el acto. A través de Jeremías, DIOS advierte de la falsa profecía que no produce efecto beneficioso alguno pues son palabras robadas, que el impostor dice haber recibido (v.30). Todavía más grave, cuando se pronuncia un oráculo falso, que es un simple producto de la verborrea insensata (v.31). La narración de falsos sueños que se ofrecen como proféticos (v.32), y apartan al Pueblo del camino. También  hoy, y cada época tiene los suyos, existen los que dicen haber recibido visiones del futuro para preparar a importantes acontecimientos. En tiempos de crisis como los nuestros proliferan los visionarios que saben lo que va a suceder en las próximas fechas. La falsedad de las premoniciones es delatada por los acontecimientos  mismos que desmienten lo anunciado. Sabemos que DIOS no garantiza el éxito inmediato al profeta en su misión, incluso debe contar con el fracaso de su tarea  y encargo, pero DIOS está siempre para superar todas las deficiencias con su Divina Misericordia, que establece la justa medida de las cosas dentro su Santidad.

 

YAHVEH va a actuar

DIOS tiene protagonismo en la vida del Pueblo. El panorama recoge la actuación de los profetas fieles, de los falsos profetas y de la actuación directa de DIOS. Sin quitar el protagonismo debido a los hombres, DIOS interviene a favor de todos y cada uno de sus hijos: “YO recogeré al resto de mis ovejas por donde están dispersadas; las haré llevar a sus estancias, criarán y se multiplicarán” (v.3). El signo probatorio de la bendición de DIOS es la fecundidad: “criarán y se multiplicarán”. Aunque las circunstancias creadas por los hombres sean del todo adversas, DIOS encuentra un resto de personas que mantienen el hilo conductor de la Gracia en medio de una multitud descreída y en desorden. Así podemos leer con un nuevo acento la máxima del Nuevo Testamento: “donde actuó el pecado sobreabundó la Gracia” (Cf. Rm 5,20). En previsión de la Encarnación, los profetas y entre ellos Jeremías, pudieron mirar al futuro con verdadera Esperanza, pues en un tiempo no muy lejano DIOS actuaría de forma extraordinaria; y así lo refleja Jeremías en su profecía.

 

El linaje humano del Divino pastor

 

Del linaje de David surgirá un descendiente como REY justo, que practicará la prudencia y la justicia en la tierra” (v.5). Los reyes pertenecen también a la categoría de los pastores o guías del Pueblo, pues sus atributos reales mantienen un carácter religioso. Los reyes tienen la misión de conducir al Pueblo, velar por la bondad de sus costumbres, contribuyendo a que sean responsables de sus destinos. En cierto sentido la ejemplaridad siempre es un indicador  hacia los caminos del bien, la verdad y la justicia; pero cuando los signos se invierten, la imitación de los súbditos los conduce a la ruina personal y social. No es cierto que la conducta personal de un dirigente social no tenga importancia en el orden político y cívico. El fallo, la comisión del delito o el pecado exigen arrepentimiento y reparación, para que la ejemplaridad pueda restablecerse. Del linaje de David surgirá el descendiente que atraiga a todos hacia DIOS (Cf. Jn 12,32). El MESÍAS será el BUEN PASTOR que conducirá a las multitudes a pastos de abundantes gracias “espirituales y celestiales” (Cf. Ef 1,3). Nadie se verá excluido, porque “ya no hay esclavo ni libre; ni judío ni griego; ni hombre ni mujer, sino que todos somos uno en CRISTO JESÚS (Cf. Gal 3,28). Esta unidad del resto del Pueblo elegido será una clave para instaurar la Fe en el mundo: “PADRE que todos sean uno para que el mundo crea” (Cf. Jn 17,21). El DIVINO PASTOR restablecerá el orden mediante la Alianza en su propia sangre (Cf. Col 1,20). La dualidad originada por el odio, que establece muros de separación se resuelve  por la entrega de la muerte en Cruz del SALVADOR (Cf. Rm 2.14-16).Muchos pastores a lo largo de los siglos vienen actualizando la obra singular del DIVINO PASTOR, y entre luces y sombras la Iglesia avanza asistida por el mismo que la envió al mundo: JESUCRISTO. Estos versículos de Jeremías siguen cumpliéndose dos mil quinientos años después de haber sido adelantados. El tiempo confirma la verdadera profecía y, como en otros muchos casos, estamos ante un testimonio de total veracidad por parte del profeta y el fiel cumplimiento del Plan de DIOS.

 

Encuentro con JESÚS

El texto de san Marcos intercala en el relato del envío de los Doce el suceso de la muerte de Juan el Bautista. Del versículo trece, la narración continúa en el treinta donde los discípulos se reencuentran con JESÚS después de la misión. Los versículos dedicados por san Marcos a la prisión y muerte del Bautista representan el lado oscuro de una humanidad que rechaza el Evangelio del Reino de los Cielos. San Marcos no menciona el conjunto de dificultades con las que se va a encontrar el evangelizador como lo hace el evangelista san Mateo, y recurre a un suceso que reúne todos los ingredientes que entran en el cóctel explosivo para combatir la acción evangelizadora. Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande reconocido en san Mateo como el ejecutor de los niños en Belén (Cf. Mt 2,16), hereda algunos rasgos de criminalidad y elimina al Bautista, que le resultaba incómodo. En un primer momento lo mete en prisión y termina decapitándolo a instancias de su mujer Herodías. Toda la escena relatada por san Marcos presenta unas secuencias que merecen un detenido análisis, pues delatan las constantes operativas en las fuerzas oscuras, que no soportan la LUZ del Evangelio.

“Los Apóstoles se reunieron con JESÚS, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado” (v.30). Los Doce con JESÚS es la imagen exacta de la Iglesia. Marcos dispone al núcleo cercano a JESÚS en una misión permanente impulsada por la fuerza de la Resurrección. Pronto los Doce serán la cara visible de una acción espiritual transformadora, pero la presencia de JESÚS se dejará sentir pues de otra forma las dificultades del ministerio harían fracasar la misión: “y el SEÑOR colaboraba en la misión de los discípulos, confirmando la Palabra con las señales que los acompañaban” (Cf. Mc 16,20). Este versículo conclusivo del Evangelio describe una acción permanente del SEÑOR a lo largo de todas las secuencias en las que se muestra, en este evangelio, la misión del anuncio del Reino de DIOS, que está cerca.

 

El relato de los hechos

La Biblia es un gran conjunto de libros que recogen básicamente hechos, al margen de cualquier tipo de especulación. Las acciones de DIOS están en el primer plano de la narración, y el fondo de la Providencia Divina cubre todo el conjunto de situaciones. En la Biblia no se asiste en momento alguno a un recinto o ágora de discusión sobre la existencia de DIOS, sino que las actuaciones de DIOS se aceptan o rechazan con los márgenes de libertad de cada persona. La pedagogía de JESÚS con sus discípulos no es diferente a la reflejada a lo largo de la Antigua Alianza. “Los apóstoles se reunieron con JESÚS para contarle todo lo que habían hecho y enseñado” (v.30). Sabemos por san Lucas que los discípulos se admiraban del poder que fluía a través de sus palabras y acciones, pues hasta los espíritus inmundos se les sometían (Cf. Lc 10,17). Aquella alegría y entusiasmo debía asimilarse de forma conveniente, pues de lo contrario podría derivar en orgullo espiritual o vanalización con gran perjuicio para  los propios discípulos: “alegraos más bien, que vuestros nombres están inscritos en el libro de la vida” (Cf. Lc 10,20). La realización de señales y milagros no añaden un grado a la santidad personal, sino que, en el mejor de los casos, son un efecto de la misma. Pero los signos carismáticos están dispuestos de modo principal para fortalecer la autoridad del mensaje con la oportuna manifestación de poder, que deriva del milagro o la señal. El evangelizador recibirá las manifestaciones de poder, a través de él, como un factor añadido a la vigilancia personal, pues debe ser muy consciente de su propia fragilidad, y de la inversión del signo espiritual, si ante el prodigio o la señal cae en la vanagloria. Las curaciones, exorcismos o milagros deberían ser habituales dentro de las iniciativas evangelizadoras. La presencia eucarística de JESÚS debería manifestarse en signos carismáticos hacia la comunidad reunida, pero el rechazo a todas estas señales no deja de ser, por el otro extremo, una actitud de soberbia espiritual, que considera superfluo cualquier manifestación de este tipo. Las iglesias se van quedando vacías, y se le sigue diciendo al SEÑOR: “no te vayas a manifestar, que nos metes en un lio”. Esto último que se mueve entre la ironía y la superficialidad, no deja de describir la realidad de los hechos. Todos muy contentos mientras el SEÑOR en la Presencia Eucarística se mantenga dentro de las rúbricas dispuestas por el “ordo”( conjunto de normas para la recta ejecución del rito litúrgico ).

 

Diálogo con JESÚS

Cualquier cristiano necesita de la oración, porque la oración en cualquiera de sus formas ha de ser diálogo. Estropeamos la oración cuando la intentamos explicar con excesivos tecnicismos, y se termina describiendo otra cosa muy distinta de lo que en realidad es la oración. A partir del momento en el que se produce una toma de conciencia en la que “el SEÑOR está”, todo lo demás se convierte en oración, porque entramos en el diálogo. Reconocer el hecho de que “el SEÑOR está” ofrece el punto de partida para cualquier modalidad de oración, en la que dialogando pedimos perdón, damos gracias, adoramos o elevamos una alabanza o petición.

El evangelizador tiene que volver a tratar con el SEÑOR de las cosas que han sucedido en la misión para la que ha sido enviado. Este punto es crucial, porque el enviado es alguien capacitado por el SEÑOR para ejecutar, o llevar adelante, una tarea referente al Reino de DIOS. En el camino puede haber fracasos, accidentes e incluso negligencias; pero en el punto de retorno hay que presentar las cuentas al mismo SEÑOR que en su momento envió al discípulo, al apóstol o al bautizado.

 

Un lugar retirado

“JESÚS les dice: venid, también, vosotros a parte, a un lugar retirado para descansar un poco” (v.31). San Marcos nos había dado noticia en el primer capítulo de este evangelio, que la jornada de JESÚS comenzaba con un tiempo prolongado de oración iniciada al amanecer todavía en la penumbra de la noche (Cf. Mc 1,35). Ahora son los discípulos los que precisan de este retiro espiritual, pues las fuerzas espirituales no se reponen con el alimento material, aunque éste no deba faltar. La actividad religiosa desgasta y es preciso renovar las fuerzas. El retiro es para estar a solas con JESÚS, pues los discípulos necesitan “descansar un poco”. También esto forma parte de la presencia del Reino de DIOS en medio de nosotros. El descanso sugiere, al mismo tiempo, un anticipo de la vida eterna, que asimilamos a un gran descanso o inactividad. Esto último es un gran equívoco, pues una de las diferencias  entre la actividad presente en este mundo y la actividad celestial es la ausencia de fatiga en el estado definitivo al que estamos llamados por el Designio eterno de DIOS. Por tanto, el estar con JESÚS en un lugar retirado es un anticipo del Cielo, y se nos concede un poco de descanso con el que las fuerzas personales quedan suficientemente restauradas, pues la limitación humana tampoco precisa de un mayor descanso. Ningún adulto con una salud normal necesita más de ocho o diez horas de descanso físico, y si alguien quisiera descansar quince horas diarias estaría abriendo puertas a la enfermedad. Algo de descanso espiritual es conveniente, pero el exceso del mismo perjudicaría. El testimonio del místico nos ilustra, y cualquiera de los que podamos mencionar es testigo de las noches oscuras espirituales que debe soportar para equilibrar en este estado presente de vida las gracias místicas de éxtasis y consolación, que vienen a ser las cotas más altas de descanso espiritual. Está bien, por tanto, descansar un poco en el SEÑOR y seguir adelante hacia la meta como le ocurrió a Elías cuando huía hacia el Horeb, que el Ángel confortó su desvalimiento con el alimento del pan (Cf. 1Re 19,5).

 

Breve travesía

“Se fueron en la barca, a parte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse, y muchos cayeron en cuenta y fueron allá corriendo a pie, de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos” (v.32-33). Los evangelios no cesan en presentar a JESÚS rodeado de multitudes. Algo grande estaba surgiendo ante ellos, y la expectación era máxima. Los planes de JESÚS y sus discípulos tuvieron que cambiar sobre la marcha. El tiempo de retiro y descanso duró el trayecto de la travesía por el lago que habitualmente navegaban. El lugar retirado no era un sitio secreto, pues lo conocían las gentes que se adelantaron por tierra al lento remar de unos discípulos que tampoco tendrían mucha prisa por llegar a destino. También el Mar de Galilea es un lugar donde JESÚS imparte enseñanzas a los discípulos y a las multitudes desde la orilla. Pero ahora la enseñanza es la memoria reciente de lo que había acontecido en las breves incursiones misioneras. El Mar de Galilea acoge en su aguas, una vez más, la imagen de los discípulos con JESÚS en medio de ellos, que surcan sus aguas esta vez tranquilas con el propósito de alcanzar la otra orilla. Cuando lleguen habrá un gran número de seguidores, que realizaron el trayecto por tierra dándose prisa por llegar al tiempo que JESÚS y sus discípulos. Cuando los anfitriones llegaron allí, se encontraron con los invitados a participar del pan de la Palabra y de una mesa especial que traería los recuerdos del Pueblo de DIOS en el desierto, y anunciaría la mesa eucarística que está alimentando al Pueblo de DIOS hasta que el SEÑOR vuelva. Es muy probable que la travesía se dirigiese de nuevo a la Decápolis, región cercana pero pagana. Así todo, los seguidores de JESÚS posponían cualquier criterio o prejuicio con tal de estar con el MAESTRO.

 

Como ovejas sin pastor

“Al desembarcar, vio a mucha gente y le dio compasión de ellos, porque estaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas” (v.34). JESÚS cambia los planes que tenía: por encima de cualquier otra necesidad están los deberes de la Divina Compasión. Cinco siglos después de las profecías de Jeremías y Ezequiel, allí están los nuevos pastores, que darían el buen alimento a los que les fueran encomendados, y no regatearían esfuerzos en dedicación y protección de los hermanos más débiles. JESÚS se dispone a enseñar a las multitudes con toda la paciencia del MAESTRO que conoce el ritmo de cada uno en particular.  Para unos bastará una palabra, una mirada o un gesto para sentir la iluminación, la sanción o el inicio de un camino de conversión. El VERBO no necesitaba más que entrar en la corriente de amistad de aquellos esforzados seguidores, que tomaron como prioridad buscar a JESÚS posponiendo sus ocupaciones inmediatas. Todos intuían que a JESÚS no lo iban a tener mucho tiempo, y debían aprovechar su Presencia en medio de ellos. El MAESTRO nunca defraudó al buscador sincero. La enseñanza estaba garantizada: una palabra del MAESTRO y los ecos de la eternidad empezaban a escucharse interiormente y la vida se empezaba a vivir en otra clave. Los tonos mortecinos, sombríos y grises, comenzaban a desaparecer para muchas personas que deseaban poner en DIOS toda su Esperanza. El MAESTRO era verdaderamente el Camino de la Sabiduría, que descubre un rostro nuevo de DIOS como PADRE. Aquellos sencillos buscadores tenían un instinto especial para percibir lo auténtico: JESÚS no engañaba, sus palabras no se movían en la doblez de la hipocresía. Aquellos sentían en sus conciencias el reconocimiento de su verdad personal con un simple enunciado del MAESTRO y sentían con claridad que la Palabra les era dirigida. Había algo muy especial en el MAESTRO, su presencia no cansaba; todo lo contrario, y después de un tiempo cerca de ÉL volvían a sus casas tocados por una nueva corriente de Vida. La cercanía del MAESTRO traía un nuevo campo de Vida e influencia divina.

 

San Pablo, carta a los Efesios 2,13-18

La Salvación por Gracia mediante la Fe es uno de los argumentos básicos de san Pablo en todas sus cartas, aunque las más representativas sean la carta a los Gálatas y la carta a los Romanos. Pero en la carta a los Efesios se recalca el hecho cristiano de la admisión a la familia de los hijos de DIOS, que “es rico en Misericordia, con el gran amor con que nos amó, estando muertos por nuestros delitos nos glorificó juntamente con CRISTO. Por pura gracia habéis sido salvados” (v.4-5). Es un gran logro despertar en las conciencias la necesidad de la Salvación entendida según el Nuevo Testamento. Era preciso disponer de grandes recursos espirituales para proponer objetivos reales más allá de este mundo que movieran a las personas a un cambio de vida. También en aquellos tiempos existían los hedonistas y los cínicos, que miran con escepticismo todo lo que no sea beneficio personal inmediato y  desconfían de toda palabra sobre verdades eternas. El hedonista tiene los mismos rasgos del que nos podamos encontrar entre nosotros: su objetivo está en el goce del placer inmediato sin  más restricciones que la capacidad para experimentarlo. Ambas posturas que con frecuencia  van unidas. Un factor a favor del evangelizador en los tiempos de san Pablo era el alto índice de mortalidad en cualquiera de los tramos del ciclo vital, pues cualquier enfermedad podría ser letal. Hoy, en las sociedades avanzadas vivimos con la impresión, con gran margen de fantasía, de una pervivencia casi ilimitada, pues parece haber remedio para todas las  dolencias: la salvación, hoy, viene por la ciencia y la tecnología para el hombre moderno.  Cuando alguien se muere a los setenta años, decimos que no era tan mayor o que se veía joven y con buena salud. De cualquier manera, también a la sociedad moderna empieza a pesarle el incremento de los mayores y se incentiva la eutanasia para favorecer la decisión voluntaria de disolver la propia identidad en el enigma de la muerte. Una poderosa acción del ESPÍRITU SANTO es necesaria para conmover a los espíritus a la necesidad de la salvación, pues la muerte es la puerta de entrada a un universo que en absoluto dominamos, en el que hemos de ser conducidos para llegar a buen puerto.

“Ahora, en CRISTO JESÚS, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de CRISTO” (v.13) El símbolo de la sangre adquiere para el Cristianismo un valor  de eternidad, pues significará para siempre el sacrificio del Hombre-DIOS, que por nosotros murió en la Cruz. Dentro del “nosotros” cristiano están los judíos y los gentiles: nadie ha quedado excluido de la muerte redentora de JESÚS el CRISTO. Dos mil años de evangelización, se distingue por la valorización de la muerte en la Cruz como tabla de Salvación para todos los hombres. Si esto era una necedad para los intelectuales del tiempo de san Pablo, lo sigue siendo para los petulantes de nuestros días. La Gracia de la Salvación comienza por la Gracia de la conversión interior, en la que el individuo reconoce de forma palmaria la realidad de su vida y la verdad de JESUCRISTO.

“ÉL es nuestra paz, el que de los dos pueblos hizo uno; derribando el muro que los separaba: la enemistad. Anulando en su carne la Ley de los Mandamientos con sus preceptos para crear en SÍ mismo de los dos un solo hombre nuevo, haciendo la paz y reconciliar con DIOS en un solo Cuerpo por medio de la Cruz, dando en SÍ mismo muerte a la enemistad” (v.14-16). La arquitectura teológica de este texto puede ofrecer una cierta dificulta al principio, pero podemos afirmar de modo directo, que el antagonismo vivido por los judíos contra los no pertenecientes al Pueblo elegido ya no tiene sentido, pues ha sido resuelto por CRISTO. El rechazo del pueblo y de las autoridades judías a JESUCRISTO no fue obstáculo para que ÉL mismo en su Cuerpo, en su muerte sacrificial, anulase el odio de separación y realizase la unidad de los dos pueblos: el Pueblo elegido en Abraham y todos los demás pueblos paganos. JESUCRISTO ha universalizado la Salvación y expió todos los rechazos en el rechazo sufrido por ÉL. Los judíos de Efeso y de cualquier otro lugar en el que se encuentren no es necesario que se dispongan en una franja espiritual superior, pues en JESUCRISTO quedaron anulados los protocolos de separación y clasificación religiosa en orden a la Salvación. Esta liberalidad no se debe a las obras de nadie, sino que es un don que generosamente DIOS concede por el simple hecho de creer que eso es así. La adhesión espiritual a JESUCRISTO es el puente que nos hace pasar de este  mundo al PADRE de la Misericordia y DIOS de todo consuelo.

“JESUCRISTO vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estabais cerca” (v.17). Un nuevo “shalom” queda establecido, y por medio de JESUCRISTO viene a este mundo una presencia de DIOS totalmente nueva. La bendición mesiánica, shalom, trae consigo una nueva paz que hermanará a los hombres de las distintas regiones, razas y culturas. Los de lejos y los de cerca, todos están llamados a participar de la llamada del SALVADOR, JESUCRISTO.

“Por JESUCRISTO, todos tenemos acceso al PADRE en un mismo espíritu” (v.18). Esta síntesis trinitaria expresa con gran brevedad la verdad teológica que mueve todo el entramado cristiano. El objetivo final del hombre no puede quedarse en la resolución del problema de la muerte, que no sería poca cosa, sino en despertar a la conciencia de ser hijo de DIOS, gracias a la revelación de JESUCRISTO, que otorga el ESPÍRITU SANTO a todos los hombres de buena voluntad, sin condicionamientos raciales, culturales o condición. En este versículo se superan todas las barreras religiosas y es posible la existencia de un solo rebaño y un solo PASTOR (Cf. Jn 10,16).

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