Son innumerables las situaciones sociales en las que se plantean y se ponen en juego estos ases: la comprensión, la bondad y la amabilidad. Sus causas, despliegues y desenlaces recaen en la vida ordinaria, por ejemplo, cuando carecemos de la facultad de comprensión, la cual se manifiesta, por ejemplo, cuando alguien nos está trasmitiendo un mensaje y nos cuesta comprenderlo; cuando no comprendemos la trama de una obra o un texto cuya sintaxis es un poco complicada, incluso no nos comprendemos a nosotros mismos, dependiendo del estado de ánimo de nuestras convicciones, o cuando “no entendemos ni jota” en algunos momentos. Ahí es cuando hace falta la experiencia para lograr comprender más que el dominio de la materia.
No obstante, raras veces nos detenemos a pensar en lo que entraña esta palabra. Para una mentalidad investigadora el comprender es un modelo de todo conocimiento humano; los esbozos que pretendo mostrar no agotan toda la magnitud de estos tres ases, sin embargo, pongo en juego estas cartas.
Comprender define la capacidad de pensar y de actuar con flexibilidad, es decir, que se toma el conocimiento y lo usamos de diferentes maneras para poder alcanzar un entendimiento de las cosas y de las circunstancias de la vida. Seguramente has sido comprensivo al asumir una actitud tolerancia hacia las razones y el actuar de otras personas, manifestando no ser tan severo y juzgar a alguien, principalmente, cuando se comete un error.
La comprensión va enlazada con la bondad; ésta es una llave maestra que abre las puertas y da fisionomía a los amigos, ablanda el corazón y moldea las relaciones que, con ella, pueden durar toda la vida, porque nos levanta el ánimo en el momento en el que uno se relaciona con una persona bondadosa, debo esforzarme por vivir con bondad mi vida. En efecto, los tributos de la amabilidad y de la bondad están inseparablemente unidos entre sí. La bondad le dice a la amabilidad “yo soy la esencia de vida celestial, porque a través de mí pueden ver lo divino, estoy presente en todas las palabras y obras en el trabajo, pero tú eres la acción cálida que hace resplandecer mi rostro, por ello no te separes de mí, y juntas podremos lograr que se una a nosotras la comprensión”.
Esta regla de conducta lleva al hombre hacia una plena realización, el hombre es el único de todos los seres animados que pudo haber sido digno de recibir de Dios estas gracias para regular su conducta. El hombre participa de la bondad del Creador, por ello se le confiere el dominio de sus actos y en su libertad decide actuar con bondad, amabilidad y es capaz de comprender las cosas, a los demás y a sí mismo.
Esta interpretación, sin embargo, no puede reducirse a las virtudes humanas, si no a la condición de lo que Dios quiere. Si bien es cierto que es necesario lograr jugar las cartas con estos ases de la comprensión, la bondad y la amabilidad, hay que hacerlo para Dios mismo. Pensé en decir que hombres buenos hay muchos, pero hombres que desean agradar a Dios con sus actos se reducen a pocos, ¿qué cartas tienes para jugar el juego de la vida? Espero que sean los tres ases: la comprensión, la bondad y la amabilidad.