Por: José A. Barragán
El tema de la regulación del matrimonio, es uno de los ejemplos más notables del travestismo político e ideológico que ha experimentado el PP en los últimos años, en los que de forma clara, deliberada e inequívoca ha decidido renunciar a los valores y principios que hasta la llegada de Rajoy a la Moncloa en 2011 había defendido, para seguir la hoja de ruta establecida por el PSOE, para transformar la sociedad española.
El tema del matrimonio, se une al de la legalización del aborto libre sin causa alguna que lo justifique, a la asunción de la ideología de género como contenido transversal de su acción parlamentaria y de Gobierno y por supuesto la sumisión y puesta de rodillas ante la agenda LGTBI, que incluye el adoctrinamiento de niños en el ámbito escolar público con ideologías falsas y todo lo que ello conlleva.
No son los ciudadanos los que tienen que cambiar de ideas o de forma de pensar, para poder volver a votar a un partido, al que sólo le interesa conseguir el mayor número de votos posibles, sino que son los partidos los que tienen que ser fieles a los valores y principios que manifiestan y manifestaron en su día defender.
Muchos electores y ex militantes del Partido Popular seguimos pensando igual que hace 15 años. Pero desgraciadamente el Partido Popular es otro muy distinto al que era hace 15 años. Su profunda transformación ideológica y su renuncia a defender principios ideológicos fundamentales, lo han reducido a una formación política más, similar a los que han gobernado en los últimos 5 años, y que sólo se preocupa por defender principios del liberalismo económico como señas de identidad propia, que lo puedan diferenciar de los demás. Han renunciado a defender la bandera de los principios y a dar la batalla por las ideas, para quedarse sólo con la bandera de la economía y la buena gestión económica.
En el año 2005, el Gobierno de Rodríguez Zapatero, reformaba el Código Civil, y equiparaba las uniones del mismo sexo con el verdadero matrimonio entre un hombre y una mujer. También en este caso, el Partido Popular, después de obtener mayoría absoluta en 2011 y gobernar con mayoría absoluta durante cuatro años, renunció a derogar esta norma y terminó haciendo suyos los planteamientos del PSOE en materia de matrimonio civil. Para ver cómo ha evolucionado el PP en este tema tan importante para la sociedad, sólo hay que releer en la hemeroteca algunas declaraciones que antes de llegar al Gobierno, afirmaba el propio presidente del Partido Popular Mariano Rajoy y otros miembros destacados de su partido. Recordemos:
Mariano Rajoy: “Es una manía del Gobierno para parecer moderno y no a una reclamación de los homosexuales”, en 2005, refiriéndose a la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo. “El matrimonio siempre ha sido una institución entre un hombre y una mujer”. “En defensa de que el matrimonio sea lo que ha sido siempre y lo que es en todo el mundo”. “Esta ley desnaturaliza la institución básica del matrimonio. Entre la ley y el oportunismo político, siempre estaré con la ley. Y si me equivoco, lo siento muchísimo”, aseguraba Rajoy cuando presentaba el recurso en 2005. “Yo hubiera hecho la misma ley sin llamarlo matrimonio, porque la palabra ‘matrimonio’, creo yo, que es un poco meter el dedo en el ojo a los católicos, y sin embargo los mismos derechos y libertades se hubieran podido dar con otro nombre”, declaraba en 2008 Mariano Rajoy, justificando su recurso ante el Tribunal Constitucional.
José María Aznar: “La unión entre homosexuales no puede ser llamada matrimonio porque esto ofende a la población”, aseguraba en 2006. “Las uniones gays no deben ser equiparadas ni al matrimonio ni a la familia”, declaraciones que hacía en una entrevista para la cadena SER en 2008. “El grupo de los homosexuales en España es una minoría que, con todos los respetos, no tiene derecho a imponer sus criterios a los demás”.
Sin embargo, a pesar de estas declaraciones públicas, cuando llegó el PP al Gobierno en 2011 con mayoría absoluta, fue incapaz durante cuatro años, de derogar la reforma del Código Civil que había hecho su predecesor Rodríguez Zapatero en el año 2005, y como en otros tantos asuntos, terminó aceptando y dando por buena la reforma legislativa que había hecho el PSOE.
La estrategia del PP siempre fue la misma para confundir a sus electores: derivar la responsabilidad al Tribunal Constitucional y esperar que el tema allí se eternizara, dejar pasar los años, y no hacer nada, como si una ley que es constitucional no se pudiera derogar. De hecho la mayoría de las leyes que se cambian o se derogan son constitucionales.
Hoy más que nunca, España y el mundo necesitan políticos, que actúen y participen en la esfera política por convicción y no por ambición, a los que les mueva la búsqueda del bien común y la defensa de sus principios, valores e ideales y no sus propios intereses personales, económicos o patrimoniales. Que sean firmes en la defensa de sus convicciones y no sean veletas ideológicas que cambien de postulados en función de las encuestas electorales.
El 15 de Septiembre de 2021, en el vuelo de regreso a Roma desde Budapest, el Papa Francisco fue preguntado por la resolución del Parlamento Europeo aprobada en el día anterior en la que se pedía a los países miembros reconocer los matrimonios homosexuales a lo que el Papa Francisco contestó lo siguiente:
He hablado claro sobre esto: el Matrimonio es un sacramento. El Matrimonio es un sacramento y la Iglesia no tiene el poder de cambiar los sacramentos, así como el Señor lo ha instituido ¿no?”. Luego dijo que “estas son leyes que tratan de ayudar a la situación de muchas personas con orientación sexual diferente, y es importante que se ayude a estas personas pero sin imponer cosas que, por su naturaleza, en la Iglesia no van”. “Pero si ellos quieren llevar una vida juntos en pareja homosexual, los Estados tienen la posibilidad de apoyarlos civilmente, de darles seguridad sucesoria, sanitaria. Los franceses tienen una ley al respecto no sólo para los homosexuales, sino para todas las personas que deben asociarse”, añadió. Francisco indicó que “el matrimonio es el matrimonio. Esto no quiere decir condenar a las personas que son así, no por favor, son nuestros hermanos y hermanas, y debemos acompañarlos. Pero, el matrimonio como sacramento es claro, es claro.
Pero que existan leyes civiles que… Por ejemplo, tres viudas que quieren asociarse, en una ley para tener servicio sanitario, para tener la herencia entre ellas, se hacen estas cosas, creo que es el PAC (Pacto civil de solidaridad) francés, esta ley, nada que ver con las parejas homosexuales, ¿que las parejas homosexuales pueden usarla? pueden usarla. Pero el Matrimonio como sacramento es hombre-mujer”, afirmó.
Por su parte el Papa emérito Benedicto XVI, en su libro “’La verdadera Europa: Identidad y misión” subrayaba que el matrimonio entre personas del mismo sexo es «una deformación de la conciencia» al tiempo que lamentaba que esta óptica también haya «penetrado profundamente en sectores de personas católicas».
Con la legalización del matrimonio del mismo sexo en 16 países europeos, el asunto del matrimonio y la familia ha tomado una nueva dimensión que no puede ignorarse, advertía el Papa emérito en dicho libro. En su introducción, Benedicto XVI expresa que el concepto de “matrimonio del mismo sexo” es “una contradicción con todas las culturas de la humanidad que han seguido hasta ahora, y esto significa una revolución cultural que es opuesta a toda la tradición de la humanidad hasta hoy. La certeza básica de que la humanidad existe como masculina y femenina, y que la transmisión de la vida sirve a esta tarea y que, en esta, más allá de todas las diferencias, consiste esencialmente el matrimonio, es una certeza original que ha sido obvia para la humanidad hasta ahora.
En mayo del 2020, en una entrevista que cierra una biografía de más de mil páginas escrita por el periodista Peter Seewald, Benedicto XVI también se refirió al matrimonio entre personas del mismo sexo, y lo que llamó “el credo del anticristo” que, según explicó, castiga con la excomunión social a quienes no se adhieren a él. “Hace cien años a todo el mundo le hubiera parecido absurdo hablar de matrimonio homosexual. Hoy todo el que se oponga a él queda excomulgado socialmente”, señaló entonces el Papa emérito
En España, vivimos en una sociedad de católicos narcotizados, que duermen un profundo sueño hipnótico, y a los que les preocupa más si llueve en Semana Santa o el resultado de un partido de fútbol, que las leyes que se aprueban en el parlamento nacional, y que atacan los valores del Evangelio, como el respeto a la vida humana, el respeto a la dignidad de la persona o la protección de la familia. Nos da igual que se apruebe una ley que permita matar seres humanos durante los primeros meses de gestación, sin causa que lo justifique, o que se aprueben leyes que adulteran la institución del matrimonio, o que se aprueben leyes que favorezcan la colonización ideológica, el adoctrinamiento de los niños en materia sexual en los colegios, sin el consentimiento de los padres, o que pretenden poner de rodillas a toda la sociedad frente a la destructiva ideología de género. A muchos católicos españoles del año 2023, todo eso prácticamente les da igual.
Y como consecuencia de esta indiferencia y silencio cómplice, nadie se moviliza ni se manifiesta públicamente contra estas leyes anti-natura, que atentan contra el sentido común y la razón humana. Nos negamos incluso a poner en el escaparate de nuestras librerías algún libro que denuncie la injusticia del aborto cuando nos lo ofrecen. Nos quedamos callados cuando en las plazas de nuestros pueblos, donde juegan los niños de corta edad, colocan carteles fomentadores de la ideología de género que pretenden adoctrinar en dicha ideología a todo al que por allí pase. Silenciosamente nos sometemos a esta dictadura ideológica que se nos pretende imponer como verdad absoluta. Todos los católicos estamos llamados a ser sacerdotes, profetas y reyes. Sacerdotes para anunciar la Buena Nueva del Evangelio. Profetas para denuncias las injusticias, y alzar públicamente nuestra voz contra ellas. Y reyes, para ejercer la autoridad de la que estamos revestidos por ser Hijos de Dios.