De nuevo las lecturas ofrecen un cierto paralelismo entre la misión de Elías y el ministerio público de JESÚS. Elías después de manifestar ante el Pueblo que YAHVEH es el único DIOS es perseguido por Ajaz y Jezabel, que ejercen su dominio en el Reino del Norte. Elías desaparece por un tiempo de la región para que se aplaquen los ánimos y se dirige al Monte Horeb como retiro espiritual, que renovará la experiencia de DIOS. El capítulo catorce de san Mateo comienza con la muerte de Juan Bautista a manos de Herodes e instigado por su mujer Herodías. JESÚS sabe que la muerte de Juan Bautista anuncia también su propia muerte. En este capítulo catorce, JESÚS se retira a la Betsaida oriental con sus discípulos, lo sigue un número importante de gente, realiza el signo mesiánico de la multiplicación de los panes y los peces. En ese mismo ambiente de retiro, JESÚS se queda en la Montaña orando después de haber despedido a la gente, mientras los discípulos volvían en barca a Genesaret, cerca de Cafarnaún. Tanto Elías como JESÚS son perseguidos por las autoridades civiles. San Lucas recoge algunas palabras de JESÚS hacia Herodes cuando le dicen a JESÚS que Herodes lo busca, por lo que es conveniente que salga del campo de influencia de este reyezuelo puesto por Roma, sin otro mérito especial que el no crearle problemas al imperio. Roma lo que quiere es una cierta paz social y le lleguen puntualmente la cuantía de los impuestos pactados. Le dicen a JESÚS: “vete de aquí, porque Herodes te anda buscando. JESÚS responde: decid a ese zorro, ”Mira, yo arrojo demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día mi obra quedará consumada” (Cf. Lc 13,31-33). JESÚS ofrece a las gentes, que se mueven como ovejas que no tienen pastor, (Cf. Mc 6,34) una experiencia de DIOS muy distinta de la que podían transmitir las autoridades religiosas judías. Los versículos del Evangelio de hoy continúan la experiencia de encuentro con JESÚS y signo mesiánico de los cinco mil hombres sin contar mujeres y niños (Cf. Mt 14,21; Jn 6,10). La cuestión que se resolvió en el Monte Carmelo fue sobre quién era el verdadero DIOS. El interrogante de fondo que aparece en los evangelios gira en torno a la identidad de JESÚS. Ninguna de las dos cuestiones han dejado de tener vigencia a lo largo del tiempo. Para los cristianos, y de modo especial los católicos, las dos cuestiones deben ser relacionadas directamente, porque es JESÚS el que determina con precisión quién es DIOS. Los tiempos mesiánicos corresponden a la revelación total de DIOS a los hombres con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales (Cf. Ef 1,3).
Conocimiento de DIOS
Distintos dones del ESPÍRITU SANTO vienen en nuestra ayuda para ahondar en el conocimiento de DIOS. Nos dice el libro de la Sabiduría: ”conocerte a TI es la perfecta Justicia; y conocer tu Poder la raíz de la inmortalidad” (Cf. Sb 15,3). La letra de la Escritura tiene por finalidad servir de recipiente en el que toma contacto con los hombres la Presencia misma de DIOS. El mismo principio espiritual lo establece JESÚS en la última reunión con sus discípulos, en la Oración Sacerdotal: “la Vida Eterna, PADRE, está en que te conozcan a ti, y a tu ENVIADO, JESUCRISTO” (Cf. Jn 17,3). Los dones del ESPÍRITU SANTO perfeccionan las Virtudes Teologales, sin las cuales careceríamos de los vínculos espirituales con DIOS. Las virtudes son bienes espirituales que se adaptan a nuestra condición peregrina y transitoria. Vamos de camino hacia la Casa del PADRE y el tiempo será siempre breve. Transitamos por este mundo con una gran percepción de fugacidad; no obstante estamos abiertos al mundo que nos rodea como el gran medio natural que nos habla de DIOS, si en el corazón están los registros adecuados, que procesen de forma correcta toda la información que nos llega. El corazón y la razón tienen que estar en buena vecindad, pues de otra forma pasarán los días y DIOS permanece extraño a la conciencia. El conocimiento de DIOS es la “perfecta Justicia”, porque conocemos a DIOS por Fe en ÉL, e inseparablemente de su Palabra. DIOS habla en su Revelación y dice cómo quiere que vivamos sus hijos; y al mismo tiempo establece las promesas objeto suficiente para establecer una Esperanza, que nos relaciona con todos los otros hijos de DIOS dentro de un Plan de Salvación Universal. El autor sagrado del libro de la Sabiduría se adelanta varias décadas a la revelación del Nuevo Testamento donde el Poder de DIOS se atribuirá con propiedad al ESPÍRITU SANTO, que es la tercera Persona de la TRINIDAD. Dice la segunda parte de este versículo: “conocer tu Poder es la raíz de la inmortalidad”. En DIOS encontramos todo el Bien al que podemos aspirar. Su Presencia es inmediata para el que tiene Fe, pero de una distancia abismal para el que carece de la Fe activa. DIOS tiene Poder y lo manifiesta en su Creación y si esta puerta se mantiene abierta entramos a contemplar otras manifestaciones. DIOS puede mantener su trascendencia y ocuparse de los mínimos detalles de la vida de sus hijos, como dice JESÚS: “hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados” (Cf. Mt 10,30). DIOS puede esperar con paciencia infinita la vuelta del hombre a la Fe: “por mi vida, no quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta de su conducta y viva” (Cf. Ez 33,11). DIOS puede hacer que la humanidad resurja después de la desaparición de los gigantes -tefilín-, a partir del reducido número de ocho personas (Cf. Sb 14,6). Incluso, después que el género humano fue regenerado, la paciencia de DIOS viene aceptando el desvarío de los hombres, que dan culto a los ídolos, atrayendo grandes males: “la invención de los ídolos fue el principio de la fornicación, su descubrimiento la corrupción de la vida” (Cf. Sb 14,14,12). El ídolo no es nada, lo que importa es lo que está detrás del ídolo (Cf. 1Cor 8,4). La fachada material del ídolo puede llegar a ser zafia y grotesca, pero lo que determina su maldad es la fuerza espiritual a la que se pretende llegar. El autor del libro de la Sabiduría la compara a la fornicación y su efecto inmediato es la corrupción. A los ídolos les queda poco tiempo: “por la vanidad de los hombres entraron los ídolos en el mundo y por eso está decidido su rápido final” (Cf. Sba 14,14). Nosotros, los hijos de DIOS, no estamos hechos para los ídolos, sino para el reconocimiento de DIOS como nuestro PADRE. El ídolo no tiene más derechos sobre nosotros, más que el dado de forma inconsciente por nuestra parte; pero en la raíz de nuestro ser somos propiedad de DIOS, y ÉL no va a renunciar a cada uno de nosotros, salvo que de forma explícita lo neguemos como nuestro DIOS y SEÑOR.
Soledad de Elías
La reina Jezabel, de procedencia sirio fenicia, casada con el rey Ajaz tuvo su protagonismo en el Reino del Norte en el segundo cuarto del siglo nueve (a.C.). Esta reina ha quedado como referencia expresa del culto idolátrico (Cf. Ap 2,20). Ajaz fue un rey perfectamente manejable y Jezabel pudo implantar en Israel los cultos idolátricos propios de la nación de procedencia. A Elías le corresponde ejercer su profetismo en ese periodo, en el que sólo sobrevive él como profeta del SEÑOR, frente a los cuatrocientos cincuenta profetas y sacerdotes de los distintos ídolos. La corrupción de costumbres debidas al culto idolátrico son enumeradas por el libro de la Sabiduría: ritos infanticidas, delirantes orgías de costumbres extravagantes. Ni sus vidas ni matrimonios conservan ya puros. Por todas partes, sangre y muerte, robo y fraude, corrupción, deslealtad, perjurio; trastorno del bien, inmundicia en las almas, olvido de la gratitud; matrimonios libres, adulterio, libertinaje. Es el culto de los ídolos principio y causa de todos los males; porque o se divierten alocadamente, o manifiestan oráculos falsos, o viven una vida de injusticia, o con toda facilidad perjuran (Cf. Sb 14,23-29). Una lectura detenida de estos textos del libro de la Sabiduría nos muestra que nos describe a grandes rasgos la situación actual con gran precisión. El hedonismo se impone de múltiples maneras bajo el imperativo de “nuevos derechos”. Se pretende forzar la relación a mayor placer más felicidad; y esa relación causal no es cierta. La lección de fondo, que nos viene dada por el testimonio bíblico es la contraria: el placer por el placer, o la desorbitación del placer, acarrea en un corto plazo de tiempo múltiples formas de dolor y sufrimiento. Hoy se procura no hablar de los efectos devastadores de las frivolidades, que enmarcan a los individuos en distintas clasificaciones ideológicas. Está prohibido hablar de la elevada tasa de suicidios entre los transgénero; o de las secuelas físicas y psíquicas de los abortos provocados; está prohibido hablar de las consecuencias sociales de la disociación entre genitalidad y madurez psicoafectiva. La ideología dominante no permite la discrepancia, y el que se sale del pensamiento único es un intolerante, homófobo, xenófobo o dentro del novedoso delito de odio. Jezabel logró convertir al Reino del Norte en una verdadera secta donde la verdad la dictaba el ídolo como describe el libro de la Sabiduría: “un padre atribulado encarga una imagen por el hijo malogrado; el hombre muerto de ayer, transmite a los suyos, como si fuera un dios, misterios y ritos; luego la costumbre con el tiempo se acata como ley. También por decreto de los reyes recibían culto las estatuas” (Cf. Sb 14,15-17). A la efigie de madera, piedra u cualquier otro material se le van dando características y atributos ficticios. El ídolo que representa al difunto es una masa perfectamente maleable a la que se puede atribuir cualquier cosa arbitrariamente. Lo que esta sucediendo es algo parecido: al individuo hay que desnaturalizarlo y convencerlo que se puede rehacer conforme a la apreciación subjetiva que se le ocurra. El sujeto de esta mutación no tendrá que dar explicación en ningún caso, pero está en condiciones de exigir sumisión total por parte de los de alrededor a su último modo de autopercibirse, y quien no lo haga incurre en una grave infracción con consecuencias económicas o penales. El nuevo ídolo objeto de culto ya no viene en materiales diversos como la madera, la piedra, los metales o el marfil, sino que el ídolo que exige toda la atención y acatamiento es el mismo sujeto, que previamente acepta mediante un acto de autopercepción negar su raíz inicial de “imagen y semejanza de DIOS” (Cf. Gen 1,26), y decide por iniciativa personal constituirse en ídolo al que todos han de dirigirse con un nuevo código, riguroso y sin concesiones. Aparece alguien en la fila del supermercado para pagar en la caja con apariencia de hombre, bigote y barba, la empleada se dirige a esa persona como “señor o caballero”, y la empleada recibe una reprimenda, porque el aludido dice que es mujer. La empleada nerviosa reitera el tratamiento de “señor” y está a punto de ser despedida de su trabajo. Lo anterior es un caso real. Estamos ante las nuevas formas idolátricas, de los nuevos modos de la destrucción del individuo con asentimiento social y respaldo legal, que no permite la disidencia.
Elías en el Monte Carmelo
Elías se presenta al rey Ajab para establecer de modo visible quién es el verdadero DIOS: YAHVEH o los ídolos siriofenicios implantados por Jezabel. Ajaz califica a Elías de “azote de Israel” (Cf. 1Re 18,17). Elías le hace saber que es él quien trajo la ruina al Reino del Norte. Elías está dispuesto a restablecer la vida normal en todo el Reino, en la que vuelva el culto debido a YAHVEH. Elías indica al rey que congregue a todo el pueblo en el Monte Carmelo y a los cuatrocientos cincuenta sacerdotes de lo baales. Tenemos delante un conjunto de fuerzas muy desiguales: por un lado cuatrocientos cincuenta sacerdotes dedicados a los baales y apoyados por una gran cantidad del pueblo seducido, domesticado y con una escasa capacidad de reacción; y por otro lado sólo está el profeta Elías, que eso sí, cuenta con el poder de YAHVEH. El profeta de DIOS propone la manifestación pública de las fuerzas espirituales de un lado y de otro, para que el Pueblo vea y decida a quién servir. La escena en sus detalles es relatada por el libro de Reyes (Cf. 1Re 18,20ss), y una consecuencia inmediata es que Elías tiene que huir de las represalias de Jezabel. Elías necesita reponer sus fuerzas y se encamina hacia el Horeb.
Cuarenta días
El encuentro de Elías con el SEÑOR en el Horeb está precedido de cuarenta días por el desierto. El Profeta Elías va en la buena dirección: en los momentos de crisis aguda el SEÑOR es su fuerza y refugio personal. Nadie se puede atribuir por sí mismo el cambio de los acontecimientos, si estos se orientan hacia DIOS, pues es ÉL mismo quien toma partido en las circunstancias humanas. Elías experimenta su fragilidad y lo dice con estas palabras: “basta ya!, toma mi vida, porque no soy mejor que mis padres” (Cf. 1Re 19,5). El SEÑOR no continúa con reprimenda alguna, sino proporcionándole fortaleza al profeta mediante un alimento que lo sustentará cuarenta días y cuarenta noches (Cf. 1Re 19,6-8). Elías evoca al Pueblo de DIOS necesitado siempre del alimento espiritual adecuado. También Elías anticipa al mismo JESÚS, que por una parte alimenta al Pueblo, y por otra es alimentado por la Presencia del PADRE:”no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de DIOS” (Cf. Dt 8,3; Mt 4,4). Y en otro lugar: “YO tengo un alimento que vosotros no conocéis: mi alimento es hacer la voluntad del PADRE, que me ha enviado” (Cf. Jn 4,32-34). Elías se encamina hacia el Horeb para su propio retiro espiritual, pues DIOS se le va a manifestar con un rostro distinto al percibido hasta entonces. Elías era un hombre de DIOS, sabía mucho sobre ÉL y estaba incondicionalmente a su servicio, pero no lo conocía por entero. Una de las grandes lecciones de este episodio es que DIOS excede siempre nuestros cálculos, pues en el lícito afán de conocimiento se esconde la menos noble intención de pretender controlarlo. El efecto de una determinada oración o estilo de la misma no siempre ofrece el mismo efecto. Decimos que DIOS nos renueva, y al mismo tiempo Él quiere que sea nuevo cada encuentro.
Una cueva en la Montaña Sagrada
“Entro Elías en la cueva, pasó en ella la noche y le fue dirigida la Palabra de YAHVEH, que le dijo: ¿qué haces aquí, Elías?” (Cf. 1Re 19,9a). Da la impresión que Elías conocía el lugar, y en otras ocasiones había sido frecuentado. La cueva se convierte en pequeño santuario, además de ofrecer refugio para pasar la noche. La Palabra de YAHVEH se oye en esa cueva para el profeta Elías. Le es dirigida la Palabra como si el SEÑOR no estuviera al tanto de lo que había acontecido al profeta. DIOS quiere que verbalicemos lo que nos afecta en la petición, la acción de gracias, la súplica, la alabanza o la adoración. Elías espera la manifestación del SEÑOR en relación con lo que acaba de vivir. Elías dice sin reparos: “ardo de celo por YAHVEH, DIOS del Universo” (v.9b). Este carácter ardiente del profeta caracteriza a todos los auténticos profetas. El celo por YAHEH lleva al profeta a una acción no calculada en sus riesgos. Elías, como san Pablo o el profeta Jeremías, no previo con anterioridad los resultados adversos para sí mismo. Recordamos una acción en esa línea por parte de JESÚS, cuando expulsa a los vendedores del Templo: “los discípulos recordaron, el celo de tu Casa me devora” (Cf. Jn 2,17). Cuando un cristiano no siente indignación por las atrocidades con respaldo legal, que en nuestras sociedades se están produciendo, denota que ha perdido el “celo profético por las cosas de DIOS”. El celo por las cosas de DIOS tiene un contenido preciso, que el profeta declara con precisión: “los israelitas han abandonado tu Alianza, han derribado tus alteres, y han pasado a espada a tus profetas. Quedo yo sólo y buscan mi vida para quitármela” (v.10). El abandono de la Alianza termina en la destrucción y la muerte. Sin la Alianza se apaga la adoración y destruyen los lugares de culto. Olvidando la Alianza las personas van perdiendo su carácter sagrado y la dignidad recibida de DIOS no es considerada. Estas cosas tienen una inmediata actualidad en nuestros tiempos. Si el hombre deja de recibir su dignidad de su CREADOR, entonces cualquier animal es equiparable y el hombre se convierte en una pieza del puzzle ecológico.
Elías reconoce a DIOS
Elías es un gran asceta, pero eso no evita los tiempos en los que aflora la propia fragilidad. El peso de la misión es grande y sólo DIOS puede restablecer las fuerzas empleadas en ella. Para eso acude Elías al Monte de DIOS. DIOS no se hace esperar y se manifiesta a Elías. YAHVEH va a “pasar” hubo un huracán tan violento que hundía las montañas y quebrantaba las rocas ante YAHVEH, pero no estaba YAHVEH en el huracán” (v.11). Recordamos el “ruah”, que sobrevuela el caos inicial para dar el orden necesario en la acción creadora (Cf. Gen 1,1) El viento impetuoso impone por su fuerza y de forma especial en la montaña. En toda aquella manifestación de poder por el viento huracanado no era vehículo de la presencia de DIOS. Las fuerzas naturales son un reflejo de los atributos del CREADOR, pero no se pueden identificar. Lo mismo que el SEÑOR pasa por la tierra sobre las alas de los querubines (Cf. Slm 18,10), también podría servirse del gran viento huracanado, que evoca su aliento poderoso; pero no ocurre en este caso, y Elías lo discierne con precisión. “Hubo después un temblor de tierra, pero no estaba YAHVEH en el temblor” (v.11) El rugido de la tierra durante los terremotos causa una especial sensación de indefensión, pues en pocos instantes todo alrededor puede volverse caótico. Cuando la tierra se mueve bajo nuestros pies el hombre de Fe de forma espontánea grita a su DIOS desde lo más íntimo de su ser, pues parece que la existencia está en grave peligro. DIOS no estaba en el terremoto, aunque el texto no nos dice que Elías se conmoviera especialmente por el vértigo del movimiento de la tierra. Elías es el profeta curtido en numerosas batallas, aunque haya huido de Jezabel para estar lejos de su alcance. No es Elías el tipo que se arredra ante la primera dificultad, pero también muestra que la osadía no siempre debe caracterizar al hombre de DIOS. JESÚS nos dice: “cuando os persigan en una ciudad, iros a otra” (Cf. Mt 10,23). No existe un manual preestablecido para el comportamiento del discípulo en caso de persecución, pues los tiempos los marca en el fondo la Divina Providencia.
La tormenta en la Montaña Sagrada
“Después del temblor vino el fuego, pero no estaba YAHVEH en el fuego” (v.12) Pocos elementos de la naturaleza son empleados, como el fuego, para visibilizar la Presencia de DIOS. Moisés recibe la Palabra de DIOS y su vocación en el espacio sagrado creado por una zarza que arde y no se quema (Cf. Ex 3,5). De forma similar, el profeta Isaías es iniciado para la misión y purificado por el fuego de DIOS (Cf. Is 6,6). El profeta Daniel describe al anciano que recibe al Hijo de hombre sentado en un trono de fuego (Cf. Dn 7,9ss). Varios cientos de años atrás, en aquel Monte Sagrado, YAHVEH había hablado a Moisés en medio de la tormenta y el fuego de sus relámpagos para darle la ley, que el Pueblo tenía que guardar para permanecer como el Pueblo elegido de YAHVEH (Cf. Ex 19,16). Lo ocurrido fue tan extraordinario, que el Pueblo le dijo a Moisés que se entendiera él sólo con el SEÑOR, pues lo presenciado producía gran temor. En este caso, Elías reconoce que en aquel fuego no está el SEÑOR.
La gran lección
“Después del fuego vino el susurro de una brisa suave; y al oírlo Elías cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva, y le fue entonces dirigida una voz, que le dijo, ¿qué haces aquí? (v.12-13). La brisa anuncia la Paz que el SEÑOR quiere traer a los hombres. Elías debía descansar y reponer fuerzas físicas y espirituales, y la brisa era una metáfora de la profunda renovación que DIOS estaba realizando en el profeta. El texto se esfuerza en mostrarnos la tangibilidad de la experiencia religiosa de Elías, que sale de la cueva y se tapa los ojos con su manto para no ver a YAHVEH. Elías es un hombre de DIOS que sabe ocupar su lugar, por lo que no puede contemplar a DIOS cara a cara. Es un vivo ejemplo del don de temor de DIOS, que asiste a los que mantienen una familiaridad con ÉL. Elías puede dar su vida por YAHVEH, pero no le perderá nunca el respeto y la profunda consideración de su santidad. En los versículos siguientes de este texto se recoge la renovación de la vocación y misión de Elías, que volverá con fuerzas renovadas a su tierra.
La otra Betsaida
Localizamos una primera Betsaida como el lugar de origen de Pedro y Andrés, cercana a Cafarnaum. En un corto espacio están también Genesaret y Magdala, aunque esta última sólo es mencionada indirectamente al referirse los evangelios a María de Magdala, pero no se describe escena alguna en esta localidad muy próspera por otra parte. Las excavaciones arqueológicas actuales hablan de una sinagoga más grande que la de Cafarnaum con una maqueta en el centro de la misma que reproduce el Templo de Jerusalén, cosa no muy bien admitida por las autoridades religiosas, pues podía disminuir la relevancia del Templo en la ciudad Santa. La otra Betsaida se puede ubicar al noreste del Mar de Galilea, en territorio de la Decápolis, por lo tanto se consideraba un lugar al margen de Palestina; pero JESÚS no deja de moverse hacia lugares que exceden la marca de lo propiamente judío. A esta Betsaida, JESÚS acude con sus discípulos para darles descanso después de la experiencia evangelizadora que habían llevado a cabo como nos lo recoge san Marcos (Cf. Mc 6,45). Ahora JESÚS se retira, según san Mateo, porque le dan la noticia de la muerte de Juan Bautista a manos de Herodes (Cf. Mt 14,13).
Un lugar solitario
Después que JESÚS recibe la noticia de la muerte de Juan “se retiró de allí, en una barca, a un lugar solitario; pero en cuanto lo supieron las gentes salieron tras él a pie, de la ciudades de alrededor” (v.13). El texto nos indica que el lugar no era desconocido para las gentes de los alrededores, y JESÚS no iba solo a este lugar, sino que estaba acompañado de sus discípulos, como queda de relieve en la multiplicación de los panes y los peces, que continúa la narrativa. Los tiempos de retiro y soledad por parte de JESÚS se ven interrumpidos con frecuencia por la atención a personas particulares o a multitudes como es el caso presente. San Juan señala el encuentro de JESÚS con Nicodemo por la noche (Cf. Jn 3,1-2). Pero en este caso, las gentes de los poblados de alrededor van a pie al lugar que JESÚS y sus discípulos se dirigen en barca. JESÚS al desembarcar vio a mucha gente, se compadeció compasión de ellos y curó a sus enfermos (v.14). En el más propio estilo evangélico, JESÚS no desatiende a las personas necesitadas de salud física y espiritual. El encuentro improvisado termina en tono mesiánico y festivo con la “multiplicación de los panes y los peces” (v.16-21).
JESÚS despide a la gente
Después de la fiesta, JESÚS como buen anfitrión despide a la multitud, que vuelve a sus hogares con una experiencia singular de haber tocado la grandeza del Reino de DIOS. Pero JESÚS tiene por delante otra realidad menos gratificante y necesita aislarse, orar y entrar en el descanso del PADRE. JESÚS “inmediatamente obligó a su discípulos a subir a la barca y a cruzar a la otra orilla” (v.22). Las palabras de JESÚS no ofrecían réplica. Podían argumentar que si ellos se iban ÉL tendría que ir a pie a la otra orilla, de donde habían salido. “Al atardecer subió al Monte a solas para orar, y al atardecer estaba solo allí” (v.12). Nos equivocamos si decimos que JESÚS es un orante, que entra en comunión con el PADRE después de arduos ejercicios ascéticos; pero a renglón seguido tenemos que reconocer la necesidad de encuentro con el PADRE que manifiesta JESÚS. El evangelio de san Marcos en el capítulo primero nos ofrece el esquema de lo que podría ser una jornada en la vida pública de JESÚS, y nos encontramos que la oración a primeras horas de la mañana, cuando todavía no ha amanecido, forma parte del itinerario diario (Cf. Mc 1,35). La constitución física de JESÚS le permitía realizar vigilias de oración, sin interrumpir las actividades diarias. En este caso nos encontramos con una de esas vigilias, en un momento de gran tensión: Herodes Antipas había dado muerte a Juan Bautista instigado por Herodías y la hija de ésta, Salomé (Cf. Mt 14,1ss). La Galilea entraba dentro de los territorios que Herodes tenía que administrar para el Imperio Romano. JESÚS no estaba libre de seguir la misma suerte que el Bautista, aunque DIOS tiene la última palabra a la hora de mover los hilos de la historia. JESÚS no ignora los elementos causales desde el punto de vista humano, que pueden precipitar unos acontecimientos contrarios a la misión que ÉL tiene todavía por delante. Los discípulos están ahora atravesando un mar embravecido y JESÚS contempla la tormenta espiritual que se va originando a su alrededor. Juan Bautista es también Precursor que anuncia el tipo de muerte que alcanzará a JESÚS. La semana pasada, con la solemnidad de la Transfiguración, vimos como el fondo de la Cruz no era ajeno al momento de esplendor y Gloria.
Un viento contrario
”La barca se hallaba distante de la tierra muchos estadios zarandeada por las olas, pues el viento era contrario” (v.24). La descripción es sugerente: la barca en la que van los discípulos simboliza a la Iglesia, que navega en medio de aguas turbulentas, porque los vientos son contrarios. Muchos católicos nos podemos sentir identificados con esta metáfora. El mundo convulso impone sus criterios a la Iglesia y a las sociedades en general. Un buen número de clérigos van adoptando la nomenclatura del lenguaje y esquemas de pensamiento, que proponen con fuerza las corrientes dominantes. Tienes que pensar y hablar con categorías de ideología de género, adoptar un pensamiento y comportamiento inclusivo, sostenible y a ser posible resiliente. Hay que tener a mano las categorías del heteropatriarcado, la homofobia y la xenofobia, para lanzarlos contra cualquiera que muestre en su libertad de expresión, un pensamiento distinto. Nadie puede discrepar de un cambio climático causado por el hombre -antropogénico-, El dogma climático acusa al hombre, y si es blanco y occidental con mayor énfasis a de ser el causante de todos los males, disponiéndolo como irrecuperable, por lo que más niños es una agresión al planeta, que debe ser paliada con el aumento de mascotas. Estos y otros criterios disparatados propuestos con insistencia desde las cátedras y los medios de comunicación hacen tambalear también a la Iglesia. Algunos creen que los van a perdonar por abanderar a velas desplegadas la Agenda 2030, que es el resumen de todos los desvarios bien disimulados como lobo con piel de oveja. Los discípulos navegan de noche, con mar agitada y viento contrario; así también la Iglesia de JESUCRISTO navega en estos momentos. Parece a muchos cristianos y católicos que el bien y la verdad no avanzan; no sólo eso, sino que están en claro retroceso. Puede ser que determinados pronunciamientos sean desalentadores, pero es el SEÑOR el que tiene la última Palabra y alguna más.
A punto de amanecer
“A la cuarta vigilia de la noche, vino JESÚS hacia ellos caminando sobre el mar. Los discípulos viéndolo caminar sobre el mar, se decían: ¡es un fantasma!, y de miedo se pusieron a gritar” (v.25-26). Todos habremos de pasar noches oscuras, pues la vida nos las sirve sin preguntar. Los discípulos sintieron en distintos momentos que la barca podía anegarse de agua y hundirse, pues no achicaban el agua al mismo ritmo que por momentos entraba. A todas estas, ¿dónde estaba el MAESTRO? Si ÉL estuviera no se verían en aquel trance. Tanta urgencia para que emprendieran el regreso y no habían avanzado gran cosa, y a punto de perecer los doce. Un desastre se avecinaba, si DIOS no ponía remedio. JESÚS va hacia ellos, caminando sobre el Mar, pero ellos lo que ven es un fantasma. Los discípulos esperan lo imposible, pero cuando esto se produce, entonces, se vuelven profundamente racionales y apelan a la normalidad, cuando en realidad su propia situación no se puede resolver por recursos habituales. Algo les tiene que suceder de orden superior para salir de aquel trance: eso es lo que en el fondo se pide, y cuando llega no se admite. JESÚS no evita el tránsito de los discípulos por la perplejidad. Ese campo intermedio entre dos realidades totalmente distintas no se transita fácilmente.
Una cierta calma
JESÚS aparece pero permanece con ellos en medio de la tormenta durante un tiempo, y les habla: “al instante les habló JESÚS diciendo, ánimo que SOY YO, no temáis” (v.27). La Palabra de JESÚS comienza a modificar el escenario planteado, pero lo hace gradualmente. La Palabra de JESÚS tiene el carácter de una revelación que infunde ánimo y confianza: SOY YO. JESÚS se presenta como el que puede dominar al viento huracanado y el oleaje del Mar embravecido. Sólo DIOS es el que puede controlar los elementos de la naturaleza. Los hombres, actualmente, podemos estropear muchas cosas mediante incendios y contaminantes, pero sólo DIOS tiene el poder sobre las leyes que siguen los movimientos cósmicos. Los discípulos no tenían duda que DIOS tiene todo el Poder sobre la naturaleza, pero lo que iban aprendiendo es que JESÚS tenía ese Poder, porque era el HIJO de DIOS: YO SOY.
Pedro se arriesga
“Pedro le dice: SEÑOR, si eres TÚ mándame ir hacia TI sobre las aguas. Le dijo: ven. Bajó Pedro de la barca, y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia JESÚS; pero viendo la violencia del viento le entró miedo y comenzó a hundirse, y gritó: ¡SEÑOR, sálvame!” (v.28-30). En esta escena entran en juego los elementos fundamentales de la acción cristiana: la acción de la Gracia, la respuesta personal y las circunstancias de alrededor. Pedro quiere salir de ese estado somnoliento en el que no se aprecia la realidad. Pedro conocía muy bien aquel Mar, pero aquella ocasión era especial. Pedro acepta que el que les dirige la Palabra es el MAESTRO, pero hay que verificarlo, y él se ofrece a la prueba. También él quiere vivir algo imposible para los humanos: caminar sobre las aguas. La metáfora sigue siendo luminosa: la vida cristiana es un modo de caminar sobre aguas turbulentas hacia JESÚS. El reto es aceptado por JESÚS, que en el fondo se lo había inspirado. La tempestad no cesa, y sólo le vale a Pedro la Fe en las palabras de su MAESTRO. Lo que Pedro vive es muy humano: las mejores intenciones pueden hacer agua en las grandes dificultades, pero aún así el SEÑOR permanece atento al discípulo, que parece hundirse por desviar su atención y fijarse sólo en el temporal. No obstante, JESÚS vuelve a tender la mano a Pedro y lo libra de hundirse. Todavía a Pedro le vendrían otras pruebas para fortalecer su Fe, y JESÚS le dice: “¿por qué has dudado? Hombre de poca Fe” (v.31). A Pedro no le faltaba valor, pero le costaba permanecer en esa decisión. JESÚS nos advierte que en los últimos tiempos las tribulaciones se acortarán en atención a la Fe de los elegidos (Cf. Mt 24,22). Los ánimos y buenas intenciones no resultan siempre igual de fuertes.
Subieron a la barca
“Subieron a la barca y aminoró el viento. Los que estaban en la barca se postraron ante ÉL diciendo: verdaderamente eres HIJO de DIOS” (v.32-33). Las razones por las que este mundo presenta una cara muy hostil para un gran número de personas se nos escapa, aunque los creyentes concluyamos que en el fondo de tanto desorden está el pecado. Bien, pero hay un gran número de personas que vienen a este mundo en circunstancias muy adversas, que les abren todas las puertas para enterrar sus vidas en lo más oscuro, que nos podamos imaginar. Sólo la Salvación traída por JESÚS abre una rendija a la Esperanza, pero no ya en esta vida, sino en la que viene después de ésta. Ante el misterio de DIOS y el misterio de nuestra propia existencia sólo nos queda postrarnos ante JESÚS como el HIJO de DIOS, y el único SALVADOR que se compadece del género humano y de cada uno en particular. Cuántas gracias habían recibido los Apóstoles que iban en la barca, sin embargo seguían con miedos y dudas, que se podría pensar que estaban superadas.
San Pablo, carta a los Romanos 9,1-5
En el capítulo anterior, acababa de formular san Pablo alguna afirmación rotunda y de carácter fundamental: “nada nos puede separar del Amor de DIOS manifestado en CRISTO” (Cf. Rm 8-39). Todas las fuerzas espirituales negativas no son suficientes para separarnos del Amor de DIOS que se manifestó en CRISTO su HIJO. Sin embargo, en el capítulo siguiente, san Pablo, se dolerá hondamente de la división provocada por los judíos con respecto a CRISTO. El Cristianismo nace en el seno del Judaísmo con una novedad, que no pudo mantener dentro de las comunidades judías y la separación pronto se volvió inevitable. San Pablo lo vivió en primera persona. La primera etapa de su vida transcurre como judío de perfecta observancia, que considera a los cristianos como un tumor cancerígeno, que es preciso extirpar. La segunda parte de su vida, san Pablo, hace intentos para anunciar a CRISTO entre sus antiguos compañeros, pero fracasa una y otra vez. La admisión del Cristianismo tenía un precedente en la no admisión de JESÚS como el verdadero MESÍAS esperado y anunciado en la Escritura. En el momento que alguien de religión judía admite que JESUCRISTO es el MESÍAS e HIJO de DIOS, su Fe pertenece al Nuevo Testamento y sale de la Antigua Alianza.
Dolor por el Pueblo elegido
”Dice el Apóstol: siento una gran tristeza y dolor constante en el corazón, pues desearía ser yo mismo anatema, separado de CRISTO, por mis hermanos” ( v.2-3). El Apóstol no sólo muestra aquí sus sentimientos profundos, sino que habla de una acción expiatoria especial y de gran valor por el Pueblo elegido, que el propio SEÑOR pone en su corazón: “lo que siente el Apóstol se lo atestigua en su conciencia el ESPÍRITU SANTO” (v.1). La mayor unión con el SEÑOR está en estas fases de expiación a semejanza de la carga que ÉL sufrió por nuestros pecados. San Pablo participa del sufrimiento del SEÑOR por su Pueblo y lo hace también su corredentor: “tengo que completar en mi cuerpo los dolores de CRISTO por su Iglesia” (Cf. Col 1,24). El restablecimiento de la unidad dentro de la Iglesia necesita de una gran labor de corredención, para que el objetivo de la Oración Sacerdotal de JESÚS se cumpla: “PADRE, que todos sean uno, para que el mundo crea” (Cf. Jn 17,21). No se puede dar unión de las Iglesias sin la intercesión y la expiación.
Anatema por CRISTO
DIOS nos ha salvado y redimido por la locura de la Cruz, que es más sabia que la sabiduría de los sabios (Cf. 1Cor 1,18-19). San Pablo sigue manifestando sus sentimientos hacia los de su raza: “desearía ser yo mismo anatema, separado de CRISTO, por mis hermanos, los de mi raza según la carne” (v.3) Sentimientos similares manifiestan los santos a lo largo de los siglos por esas gracias que los unen al SEÑOR con la finalidad de salvar a distintas personas, que de otra forma acabarían en condenación eterna. Por otra parte, san Pablo tiene relación directa con el rechazo frontal que sus compañeros de escuela rabínica manifiestan frente a la propuesta cristiana.
Grandes bienes espirituales
El Judaísmo tiene dentro de sí grandes tesoros espirituales: “la adopción filial, la Gloria, la alianza, el culto, las promesas y los patriarcas, de los cuales también procede CRISTO según la carne, el cual está por encima de todas las cosas. DIOS bendito por los siglos. Amén” (v.5). Para ver la importancia de CRISTO es preciso poner en carencia todo lo anterior. Ni la adopción filial, ni el Santo de los Santos, ni la Alianza, ni las promesas, ni los Patriarcas aprovechan si no están orientados a CRISTO, y ÉL ya se ha manifestado. Los judíos lo tienen todo, pero sin CRISTO no tienen nada.