Luego de que ayer eveló Francisco que «quiero ser enterrado en Santa Maria Maggiore», hoy miércoles se sumó a los países que ayer, en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas, demandaron un cese inmediato al fuego en Gaza. «Renuevo mi llamamiento a un alto el fuego humanitario inmediato: hay mucho sufrimiento allí«, dijo.
En cuanto a sj entierro, Francisco externó su decisión de ser enterrado en Santa María Maggiore, sitio donde aseguró que ya estaba todo preparado. «Estamos revisando los ritos de entierro para simplificarlos».
Este miércoles dijo que que «sigo siguiendo el conflicto en Israel y Palestina con gran preocupación y dolor. Renuevo mi llamamiento a un alto el fuego humanitario inmediato: hay mucho sufrimiento allí. Aliento a todas las partes involucradas a reanudar las negociaciones y les pido a todos que se comprometan urgentemente a llevar ayuda humanitaria al pueblo de Gaza, que está exhausto y realmente la necesita. Todos los rehenes, que habían visto esperanza en la tregua de hace unos días, deben ser liberados inmediatamente: para que termine este gran sufrimiento de israelíes y palestinos. Por favor, no a las armas, sí a la paz.«
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Francisco, al recordar que hoy la liturgia conmemora a Santa Lucía, virgen y mártir, subrayó que «en algunas zonas de Italia y de Europa es costumbre en esta ocasión intercambiar regalos para la próxima Navidad» e invita a todos «a intercambiar el don de la amistad». y testimonio cristiano».
La catequesis de la audiencia general de hoy cierra el ciclo de reflexiones sobre la pasión por la evangelización. Comentando el milagro de Jesús que devuelve el habla y la audición a un sordomudo, Francisco afirma que la palabra «abrir» significa «abre» la palabra «abre». dirigida a aquel hombre es repetida por Cristo a cada creyente: «Preguntémonos: ¿queremos ser testigos o nos contentamos con ser discípulos?»
«La pasión por el anuncio del Evangelio concierne a todo cristiano»: este es el mensaje central de la catequesis del Papa Francisco en la audiencia general de este miércoles en el Aula Pablo VI, que concluye la larga serie de reflexiones sobre la pasión por la evangelización o celo apostólico. El pasaje evangélico que acabamos de escuchar habla de Jesús curando a un sordomudo pronunciando sobre él la palabra «effatà». El milagro ocurre en una zona habitada principalmente por paganos.
“Lo llevó aparte, lejos de la multitud, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva; luego mirando hacia el cielo, dejó escapar un suspiro y le dijo: «Effata», es decir: «¡Abre!». Y al momento se le abrieron los oídos, se le desató el nudo de la lengua y habló correctamente”.
El Evangelio necesita de cada uno de nosotros
El Papa recuerda que en la Biblia el mutismo y la sordera indican «cierre a las llamadas de Dios», que hay sordera física, pero que «en la Biblia los que son sordos a la Palabra de Dios son mudos, porque no hablan la Palabra de Dios». Dios.» La invitación del Maestro a la apertura se dirige a sus discípulos en arameo, pero la repite a los discípulos de todos los tiempos, y también a cada uno de nosotros «que hemos recibido la effanidad del Espíritu en el Bautismo». El Papa continúa:
“Ábrete”, dice Jesús a cada creyente y a su Iglesia: ¡ábrete porque el mensaje del Evangelio necesita que seas testimoniado y anunciado! Y esto nos hace pensar también en la actitud del cristiano: el cristiano debe estar abierto a la Palabra de Dios y al servicio de los demás. Los cristianos cerrados siempre acaban mal, porque no son cristianos, son ideólogos, ideólogos de la clausura. El cristiano debe estar abierto: en el anuncio de la Palabra, en la acogida de los hermanos y hermanas. Y por eso, este effatà, este «abrirse», abrirse, es una invitación para todos nosotros.
¿Realmente amamos al Señor lo suficiente como para querer anunciarlo?
El Papa recuerda que Jesús, al final de los Evangelios, nos transmite «su deseo misionero: ir más lejos, ir a pastorear, ir a predicar el Evangelio». Y concluye su reflexión invitando a todos a sentirse llamados a dar testimonio y anunciar el Evangelio y a preguntarse sobre su voluntad de hacerlo.
Preguntémonos también, cada uno de nosotros hágase esta pregunta, preguntémonos: ¿amo realmente al Señor, hasta el punto de querer anunciarlo? ¿Quiero ser su testigo o me conformo con ser su discípulo? ¿Tomo en serio a las personas que conozco, las llevo a Jesús en oración? ¿Quiero hacer algo para que la alegría del Evangelio, que ha transformado mi vida, haga más bella también la de ellos?
