Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en este Domingo día 1° de enero de 2023

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Celebramos hoy la gran fiesta de “María la Madre de Dios”. El misterio de la maternidad de María es el misterio central y en torno a este misterio giran los demás misterios referidos a Ella. Todo en María gira en torno a la persona y misión de su Hijo; Madre e Hijo aparecen unidos en el plan de salvación.

Parece sencillo decir que María es Madre de Dios, pero encierra una gran polémica: ¿Cómo decir que una creatura es madre de su Creador?. En los primeros siglos causa grandes divisiones y la Sagrada Escritura, no dice que María sea madre de Dios, pero sí dice que es Madre de Jesús, el Señor, y de Jesús sí se dice que es el Hijo de Dios. Ya el concilio de Nicea en el año 325, declara la verdadera divinidad de Jesús y su verdadera humanidad. Recordemos que desde un principio a la Virgen se le veneró como: “Madre de Jesús, que es Dios”, y fue hasta el concilio de Éfeso, en el año 431, cuando se definió como verdad de fe, que “María es Madre de Dios”.

No podemos olvidar dos dimensiones de la maternidad de María:

1a- Maternidad biológica. Es una maternidad humana, en cuanto que el cuerpo de Jesús creció y se desarrolló realmente durante nueve meses en el seno virginal de María, de tal forma que, María aportó a la humanidad de Cristo, todo lo que las madres aportan a la formación y crecimiento de sus hijos.

2a- Maternidad sobrenatural. Lo decimos porque fue una maternidad virginal; la causa de la concepción, fue obra del Espíritu Santo.

De allí que digamos que, Dios le concedió a la Virgen una dignidad tan grande, que no podría crear una más grande. Para que hubiera una madre más grande y más perfecta que María, sería necesario un Hijo más grande y más perfecto que Jesús: cosa imposible, porque no puede haber alguien más grande que Dios. Con razón decimos que María es la creatura más perfecta sobre la tierra, ya que fue concebida sin pecado en relación a su maternidad. De allí que, entendamos la gran devoción que tenemos a nuestra Madre del cielo y lo constatamos este pasado 12 de diciembre, que hemos venerado a Santa María de Guadalupe, como ella misma dijo: “La verdadera Madre de Dios, por quien se vive”. Los invito para que siempre recemos el rosario a María, es una manera de darle culto a Ella y de ponernos bajo su amparo.

El Evangelio de este domingo, nos narra la visita que hacen unos pastores al niño Dios. Recordemos que los pastores en tiempo de Jesús tenían ‘mala fama’, eran considerados ladrones, no eran bienvenidos a los caseríos, por eso, se quedaban en despoblado. Esto nos lleva a pensar que, desde los inicios, Jesús vino a atraer hacia sí a los pecadores, a los alejados de Dios, a los marginados.

El texto nos dice que “fueron de prisa”; notamos que la prisa de los pastores, es como la prisa de María para ir a visitar a su prima Isabel; es como la prisa de Zaqueo para bajar de aquel árbol y recibir a Jesús en su casa. Hermanos, el llamado de Dios no debe esperar.

No sabemos si dejaron sus rebaños o los condujeron a las cercanías de la gruta, lo que sabemos es que, fueron capaces de ver en aquel niño al Hijo de Dios; comprueban lo anunciado por el Ángel y regresan alabando a Dios. Aquel encuentro con el niño Dios les cambia la vida, aún siguen cuidando ovejas, lo harán con una alegría interior muy grande, ya que han visto al Hijo de Dios. Sus vidas han cambiado, aquella experiencia los hubo de haber transformado, ya que regresan alabando a Dios. Deseo invitarlos a que nos centremos en la alabanza a Dios; aquellos pastores ya no regresaron siendo los mismos, contaban las maravillas de Dios.

Hermanos, ya casi estamos por cumplir dos mil años de la Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo; hemos sido evangelizados, contamos con los sacramentos, esas vías por las cuales Dios nos concede la gracia; quiero decir que, hemos tenido muchas experiencias con Dios, aunque pareciera que las olvidamos muy pronto, vivimos la vida de manera monótona, seguimos siendo los mismos. Aquellos pastores nos dejan una gran enseñanza: regresaron a sus vidas alabando a Dios. Pensemos ¿cómo vivo mi vida, alabando a Dios? Las distintas experiencias que he tenido con Dios ¿qué han modificado en mi vida? ¿cómo me han movilizado?

Estamos iniciando un año civil más, Dios nos ha permitido terminar el 2022 e iniciar este nuevo año 2023. Pensemos ¿qué actitud religiosa tengo para este año que Dios me regala? ¿Qué he debido haber dejado en el año que terminó? ¿Qué aspectos de mi vida considero que debo mejorar?.

El Señor, en María Madre de Dios, nos bendice y nos felicita para iniciar con esperanza un nuevo año, sólo recordemos que la felicitación de parte de Dios, se llama bendición. La bendición no son simples palabras, contienen una fuerza, son portadoras de una energía, producen lo que expresan. La bendición es eficaz, es poderosa, creadora. Dios que es la fuente de vida, al bendecirnos nos comunica vida.

Hermanos, que este domingo y siempre, gocen de esa felicitación de Dios: ¡Su bendición!.

Les bendigo, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan