La ausencia de la mancha del pecado en la vida de María es fuente de consuelo y esperanza para toda la humanidad: significa que el corazón de todos tiene la posibilidad de ser espejo cristalino de la vida de Dios. Significa que el ser humano puede para generar el ser divino en este mundo. Este privilegio de María, nacida sin pecado, es en realidad un regalo para todos los hombres. Esto lo han sabido siempre los fieles, incluso los más simples, que a lo largo de los siglos han venerado a la Virgen como la criatura más cercana a ellos y a Dios. La Iglesia ha hecho de esta verdad un dogma, proclamado por Pío IX en 1854. La realidad teológica que En el fondo del concepto de la Inmaculada Concepción de María está precisamente esto: la vida tocada por Dios es una vida llena de luz, realizada en todos los aspectos, transparente en cada momento.
En todas las regiones del sur de Italia, el 8 de diciembre, día dedicado al dogma de la Inmaculada Concepción, se celebra con gran solemnidad.
por Annamaria Persico
El dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado el 8 de diciembre de 1854 por el Papa Pío IX con la bula Ineffabilis Deus, después de pasar un período en el Reino de las Dos Sicilias en 1848, cuando se vio obligado a huir de Roma debido a los levantamientos insurreccionales. Al visitar iglesias e institutos religiosos, el Papa durante esta estancia obligada experimentó de primera mano cuánto tanto el clero como los fieles del Sur consideraban a Nápoles la verdadera autoridad de referencia, y no a Roma. También señaló que el culto a la Inmaculada Concepción en el Sur era muy fuerte y por eso decidió transformar una simple devoción en un dogma.
Los Borbones también estuvieron estrechamente vinculados al culto mariano de la Inmaculada Concepción. Fue precisamente el 8 de diciembre de 1816 la fecha en la que, tras el período napoleónico, los dos Reinos de Nápoles y Sicilia se reunieron en el Reino de las Dos Sicilias con la «ley fundamental del Reino» y la Inmaculada Concepción se convirtió en Patrona especial. de la Patria Napolitana, Tierra dedicada a la Madre del Señor. Para la ocasión, el rey Fernando II (1810-1859), donó al Estado Pontificio la columna de la Inmaculada Concepción que se encuentra en la Piazza di Spagna, que es una especie de gemela de la aguja de la Inmaculada ubicada en la Piazza del Gesù Nuovo en Nápoles, construida por Carlos de Borbón más de un siglo antes, entre 1747 y 1750.
Cuarenta años después, el 8 de diciembre de 1856, el rey Fernando II acudió al desfile festivo de las tropas nacionales y sufrió el ataque del soldado mazziniano Agesilao Milano. El rey se salvó y, para agradecer a la patrona del milagro, se decidió construir un templo a la Inmaculada Concepción en el Campo di Marte.
Finalmente, el 8 de diciembre de 1860, también en el día de la Inmaculada Concepción, el joven rey Francisco II (1836-1894) decretó la rendición al Piamonte, firmando una conmovedora y sentida Proclamación Real a los pueblos de las Dos Sicilias con la que comunicaba a su sujetos la triste situación. El extenso documento termina apelando a la fe y a la hora de la justicia. Las últimas líneas dicen así: «Oremos al Dios supremo ya la inmaculada Inmaculada protectora especial de nuestra patria, para que se dignen apoyar nuestra causa».
Desapareció el Reino de las Dos Sicilias pero no el culto a su Patrona que, gracias a las apariciones de Lourdes y otros lugares del mundo, se extendió cada vez más, llegando hasta nosotros.
Fuente: Reportageonline.it, 8 de diciembre de 2019.