La comunidad monástica fundada por el jesuita romano, desaparecido en Raqqa en 2013, eligió al padre Jihad Youssef como nuevo abad. En diálogo con AsiaNews, él cuenta: «El pueblo sirio está cansado de la guerra, dividido. La comunidad internacional lo ha abandonado, pero lo acosa con el embargo. La gente sufre porque no vislumbra un futuro libre de resentimientos”.
Una «reflexión profunda sobre las actividades y las perspectivas de la Comunidad en la era post-Covid y sobre el modo de mantener vivo el carisma encarnado por nuestro fundador, el padre Paolo Dall’Oglio». Así resume el hermano Jihad Youssef el contenido del Capítulo General, que en las últimas semanas lo eligió como nuevo abad del monasterio de Mar Musa en Siria y de la Comunidad monástica de Ibrahim al-Jalil (Abraham, el Amigo de Dios), presente también en Cori (Latina) y en Solimania, en el Kurdistán iraquí.
El monje sirio, que sustituye a la hermana Houda Fadoul, es uno de los compañeros de larga data del jesuita romano que en 1982 refundó el antiguo complejo de Deir Mar Musa el-Habashi (Monasterio de San Moisés el Abisinio) cerca de la ciudad de Nebek, a unos ochenta kilómetros al norte de Damasco. En 1991 creó una comunidad ecuménica mixta dedicada al diálogo con el Islam: hoy cuenta con ocho monjes y monjas, además de un novicio. Expulsado por el régimen sirio en 2012, el padre Dall’Oglio fue secuestrado en Raqqa en el verano de 2013 y desde entonces se desconoce su paradero.
Hermano Jihad, ¿qué actividades están promoviendo hoy en Siria?
En el monasterio de Mar Musa continúa el pequeño proyecto para salvaguardar la biodiversidad del valle, que incluye un cultivo de olivos y un vivero donde algunos agrónomos han realizado experimentos e investigaciones. La hospitalidad, que es uno de nuestros pilares junto con la oración y el trabajo manual, se suspendió lamentablemente a partir de marzo de 2020 debido a la pandemia de coronavirus. Sin embargo, durante el Capítulo discutimos cuándo y cómo reabrir las puertas a los peregrinos.
En la ciudad de Nebek, además de mantener la escuela de música para niños y jóvenes y el jardín de infantes, a causa de las consecuencias de la guerra tuvimos que dedicarnos a numerosas iniciativas de ayuda humanitaria, sobre todo ayudar a cubrir los gastos médicos de las familias más necesitadas. También nos ocupamos de los desplazados de Qarytayn -la zona donde estaba nuestro monasterio de Mar Elian, que fue destruido por los islamistas en 2015- y de los pobres de la zona de Homs. Mientras tanto, seguimos apoyando a los estudiantes universitarios: cuarenta están cursando estudios en Italia y treinta estudian aquí, en Siria.
¿Cómo se vive hoy, en Siria?
El pueblo sirio está cansado de la guerra y dividido. La comunidad internacional lo ha abandonado, y lo acosa con sanciones y embargos. El pueblo sirio es rehén de la corrupción generalizada y de la desconfianza en las instituciones. Padece el hambre, la pobreza, la falta de trabajo y no vislumbra un futuro libre de odio y resentimientos.
¿Cuál es la labor de su comunidad en el Kurdistán iraquí y en Cori, Italia?
En Solimania, en el Monasterio de la Santísima Virgen María, estamos restaurando la iglesia. Es nuestra vocación ir allí donde hay lugares de oración por reconstruir. Además de varias iniciativas para sostener a los pobres, allí estamos poniendo en marcha un proyecto cultural muy amplio y articulado, al servicio de los desplazados de varias partes de Irak. El proyecto incluye clases de idiomas (árabe, kurdo e inglés), pintura, literatura y una escuela de teatro. También hay cursos de corte y confección y artesanías, actividades de formación para educadores, catequesis, juegos y actividades extraescolares para los niños -sobre todo, para los refugiados- cursos de alfabetización y asesoramiento. En Cori, en cambio, hay monjes y monjas dedicados al estudio. Aquí también estamos en una fase muy avanzada de la restauración de la iglesia, que fue dañada durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Cuáles fueron los otros temas centrales del Capítulo?
Reflexionamos sobre muchos aspectos de nuestra vida espiritual y comunitaria, como la importancia del silencio y la meditación en el diálogo con el estilo sufí, pero también de la reunión semanal en la que compartimos (la vida). Nos centramos en cómo llevar adelante el carisma que el Señor le confió al P. Paul. Una de las directrices más importantes que surgieron se refiere al papel central de los laicos, tanto en la Iglesia como en nuestra Comunidad: queremos encontrar la manera de expandirnos, como la tienda de la profecía de Isaías.
Por Chiara Zappa.
Mar Musa, Siria.
AsiaNews.