Lugar esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuando quizá ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con nadie, siempre puedo hablar con Dios.
Garantía es traducción de Hypóstasis (substancia). Santo Tomás de Aquino la traduce como habitus o disposición de ánimo, gracias a la cual comienza en nosotros la vida eterna, y la razón se ve inclinada a aceptar lo que ella misma no ve. Así, por la fe ya están presentes en nosotros las realidades que se esperan: el todo, la vida verdadera.
En las diferentes etapas de la historia del cristianismo, en diferentes lugares del mundo han existido también situaciones semejantes, tanto para el cristiano como para todos los seres humanos, incluyendo epidemias y muerte.
Nuestra época también manifiesta una gama de situaciones que hacen padecer a todos los hombres y a los cristianos también.
Este es un tiempo en el cual nos preocupa que en el torno hay muerte; muerte por grupos delictivos, bandas de secuestro, levantones, carestía de la canasta básica y los combustibles, impuestos excesivos, extorsiones, corrupción, impunidad.
Y para colmo la pandemia con sus consecuencias como pérdida de empleos, confinamiento que ha causado daños en las familias, daños psicológicos a los niños y adolescentes.
No podemos vivir nuestra fe como de ordinario participando de los sacramentos y actividades pastorales en nuestras iglesias locales.
Toda esta situación puede desanimarnos y hacernos perder la esperanza; puede causar en muchos de nosotros tristeza, indignación; en fin, sentimientos encontrados, exclamando: ¡Hasta cuándo, Señor, esta situación!
Estas realidades y muchas otras vistas sin fe conducen a la desesperación, al sin sentido de la vida.
En medio de situaciones difíciles resuene la voz de San Pablo: «No os aflijáis como los hombres sin esperanza»(1 Tes 4, 13).