Si tú quieres, puedes curarme

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

En el evangelio de este domingo se nos narra que se acercó a Jesús un leproso que, puesto de rodillas, le suplica: “Si tú quieres, puedes curarme”, a lo que Jesús responde: “Quiero, queda limpio” y al instante desapareció la lepra.

En la antigüedad, la lepra era una enfermedad que causaba pavor, hacía que el enfermo fuera confinado fuera de la comunidad lo que lo aislaba de todo trato social y familiar, lo condenaba a una terrible soledad y, además, se consideraba que el padecimiento era un castigo de Dios a causa de los pecados cometidos.

Así pues, estas pobres personas se sentían abandonadas y castigadas por Dios, rechazadas y alejadas de la comunidad y, sin duda, también sentían un rechazo de sí mismas; en pocas palabras, eran unos condenados en vida.

Jesús responde contundente a la súplica de este pobre hombre, le dice “Sí quiero, queda sano”.  La voluntad de Dios sobre sus criaturas no es el sufrimiento, la soledad y el rechazo; por el contrario, la voluntad de Dios es que seamos plenos, felices,  personas que aman y son amadas, que forman parte de una comunidad de hermanos.

Por eso Jesús no puede decir que no, pues ha venido para salvar al hombre, para curarlo de sus enfermedades y miserias, para liberarlo del poder y la esclavitud de Satanás,  para que, como dice Él mismo, tengan vida y vida en abundancia.

La lepra que puedes padecer no sólo es física, sino también moral. Todo pecado, al fondo, es una lepra que te carcome poco a poco en vida, que te arranca tu dignidad de hijo de Dios, que te priva de su gracia y de una adecuada relación con la Iglesia de la cual eres un miembro y puede ser no sólo que seas un miembro enfermo, sino un miembro infectado que contagia a los demás con tu enfermedad, con tus vicios y pecados.

Jesús quiere sanarte, quiere liberarte, no puede no quererlo, pues para eso ha venido, para que seas libre y tengas vida plena. Lo que necesitas para ser sanado son tres cosas: Que reconozcas que eres leproso, es decir, pecador; que le supliques con humildad y de rodillas que te cure, y que tengas la fe suficiente para creer que tiene el poder de sanarte, de liberarte de todo aquello que te degrada y que te hace tanto daño.

“Señor Jesús, yo soy enfermo y tú eres médico. Yo soy esclavo y tú eres libertador. Yo soy ciego y tú eres luz. Yo soy pecador y tú eres misericordioso. Sé que no te espanta mi lepra y miseria, sé que me tiendes la mano y me dices ‘Quiero, queda sano’. Ayúdame a suplicar mi curación, ayúdame a reconocer que soy leproso y que necesito de tu mano misericordiosa para que me toque y me cure”.

 Feliz domingo, ¡Dios te bendiga!

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