Si está embarazada no se podrá tratar con radiación

Tomás I. González Pondal
Tomás I. González Pondal

Siempre que aparece en nuestro camino alguna razón -por mínima que parezca- para defender la vida del no nacido, debemos aprovecharla. Recientemente, acompañando a una persona a un centro médico de alta complejidad, me topé con un cartel que mostraba la figura de una mujer encinta, y en el cual podía leerse esta consigna: “Si está embarazada no se podrá tratar con radiación”.

Mal que les pese a muchos estamos delante de una cuestión científica fuera de discusión. Si se tratase de una mujer sola, la radiación puede aplicarse. Ahora bien, como se trata no solamente de una mujer, sino de una mujer y un ser humano en gestación, la radiación no puede aplicarse, y eso para evitar el daño al segundo. Esta es la lógica de los hechos: a la mujer sola, la aplicación de rayos le causa un beneficio; a la mujer con el niño en su panza, la aplicación de rayos produce perjuicio al niño. Se prueba también que no todo es un mero “conjunto de células” como pretenden los abortistas en referencia al pequeño concebido.

Consideremos la estupidez abortista que llama simple “conjunto de células” al bebito concebido, y eso a la luz de la radiación. Ninguna mujer ha temido al aplicarse rayos que le salga un grano en el brazo con deficiencia mental: pasa que no tememos frente al conjunto realmente de células. Pero toda mujer con dos dedos de frente y embarazada,  siempre ha temido ante el hecho de tener que enfrentarse a una aplicación radioactiva, y eso debido a que sabe que está gestando un ser humano y no meras células. Sabe bien que no se trata de la posible deficiencia mental de un grano, y sabe bien que sí puede tratarse de complicaciones muy serias que recaigan sobre el hijito que en un tiempo dará a luz.

Por un tema preciso de salud es que se evita radiaciones sobre embarazadas en protección del embarazo: entonces, ¿cómo puede llamarse salud a la matanza de ese vástago aún no nacido? Y si el sentido común no nos falla, deslizo el planteo: Si un rayo es temido porque daña, ¿cómo es posible que pueda ser bueno destrozar a un ser humano con prácticas abortivas?

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