La ley, aprobada en abril de 2020, entró en vigor el 15 de febrero. Antes de la entrada en vigor Nueva York era uno de los pocos estados, incluidos Luisiana, Nebraska y Michigan, que no permitían hacer negocio con la maternidad.
La ley permite a los neoyorquinos pagar a una mujer para que lleve a término un niño concebido mediante fecundación in vitro, también conocida como subrogación gestacional. Excluye explícitamente la maternidad subrogada tradicional, en la que la madre subrogada utiliza sus propios óvulos y, por tanto, está relacionada biológicamente con el niño.
La subrogación gestacional suele costar entre 100.000 y 150.000 dólares, informó la AP.
La Conferencia Católica de Nueva York, que habla en nombre de los obispos del estado, calificó el proyecto de ley como «una política peligrosa que conducirá a la explotación de mujeres pobres y vulnerables, y tiene pocas salvaguardias para los niños».
«Es probable que no conozcamos las ramificaciones médicas, psicológicas, legales y éticas de esta nueva política hasta dentro de unos años. Lo cierto es que la maternidad subrogada comercial separa deliberada y completamente a los niños de al menos uno de sus padres biológicos», dijo Kathleen Gallagher, Directora de Actividades Pro-Vida de la Conferencia Católica del Estado de Nueva York, en un correo electrónico enviado a CNA.
«Trata a esos niños como una mercancía hecha a medida en lugar de como regalos inestimables de un Dios amoroso. Denigra y explota a las mujeres, reduciéndolas a nada más que anfitrionas. Ofende la dignidad de las mujeres, los niños, la familia y la reproducción humana».
Entre las disposiciones de la nueva ley, se exige a los futuros padres que busquen un vientre de alquiler gestacional que paguen «un seguro médico completo y una asesoría legal independiente de su elección [de la madre de alquiler]».
Sin embargo, la legislación niega explícitamente todos y cada uno de los derechos de los bebés en el útero, afirmando que no pueden ser considerados como un «niño» bajo las leyes de Nueva York, con la presunción de que deben ser vistos, en cambio, como productos manufacturados o bienes desechables. En consecuencia, la ley permite a las madres de alquiler abortar a los niños que llevan dentro.
Gallagher ha señalado que muchas otras naciones del mundo, incluidos casi todos los miembros de la Unión Europea, así como Nepal, Tailandia y Camboya, han prohibido la maternidad subrogada comercial «debido a la explotación de las mujeres y la mercantilización de los niños que inevitablemente resulta de la industria de la maternidad subrogada con fines de lucro».
India, que en su día fue la capital del «turismo de fertilidad», aprobó en 2018 un proyecto de ley que prohíbe la gestación subrogada, en medio de una creciente preocupación y protestas por la explotación de las mujeres pobres que eran utilizadas para la gestación subrogada de pago, a veces múltiples veces, y generalmente por extranjeros.
Gallagher también criticó la medida de la legislatura de incluir el levantamiento de la prohibición en un gran proyecto de presupuesto en medio de una pandemia.
«La Iglesia tiene que seguir educando a nuestros fieles católicos sobre la razón por la que adoptamos la posición que adoptamos: la maternidad subrogada es inmoral porque sustituye el acto natural del amor unitivo y procreativo, dentro del matrimonio, para lograr el embarazo.»
«Nuestra Iglesia ama y empatiza con las parejas infértiles, y apoya las intervenciones médicas que ayudan al acto natural del amor unitivo/procreativo para lograr el embarazo, como los medicamentos para la fertilidad, la cirugía para superar las trompas obstruidas y otras medidas médicas reproductivas restauradoras.»
El Catecismo de la Iglesia Católica, párrafo 2376, enseña:
Las técnicas que provocan una disociación de la paternidad por intervención de una persona extraña a los cónyuges (donación del esperma o del óvulo, préstamo de útero) son gravemente deshonestas. Estas técnicas (inseminación y fecundación artificiales heterólogas) lesionan el derecho del niño a nacer de un padre y una madre conocidos de él y ligados entre sí por el matrimonio. Quebrantan “su derecho a llegar a ser padre y madre exclusivamente el uno a través del otro” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, 2, 4).
El gobernador neoyorkino Andrew Cuomo, que como el abortista Biden se proclama católico, fue uno de los defensores de la nueva ley de gestación subrogada al afirmar que las actuales leyes contra la gestación subrogada eran perjudiciales para las parejas del mismo sexo que deseaban tener hijos.
«Durante demasiado tiempo, a los neoyorquinos LGBTQ+ y a los neoyorquinos que luchan por la fertilidad se les ha negado la oportunidad de formar una familia debido a leyes arbitrarias y arcaicas, y no podría estar más orgulloso de la forma en que Nueva York se unió para decir que no vamos a tolerar esto por más tiempo», dijo Cuomo el 15 de febrero.
El proyecto de ley neoyorquino también se enfrentó a la oposición de la destacada oradora, autora y activista feminista Gloria Steinem, que expresó su preocupación en una carta abierta por el hecho de que el estado legalizara una «industria de vientres de alquiler con fines de lucro».
«Bajo este proyecto de ley, las mujeres con necesidades económicas se convierten en recipientes comercializados para el alquiler, y los fetos que llevan se convierten en la propiedad de otros», escribió Steinem en 2019.
«El proyecto de ley ignora las desigualdades socioeconómicas y raciales de la industria de la subrogación comercial reproductiva, y pone a las mujeres privadas de derechos a merced financiera y emocional de individuos más ricos y privilegiados», sentenció.
CNA/InfoCatólica.