Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, en el que celebramos la solemnidad de Cristo Rey del Universo.

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

El Papa Pío XI instituyó esta fiesta el 11 de diciembre de 1925, a través de la encíclica Quas Primas. Es una fiesta que tuvo resistencia, principalmente por los liturgistas, ya que celebramos la realeza de Cristo durante el año litúrgico, por ejemplo, en la Epifanía, en el Domingo de Ramos, en la Ascensión del Señor, que son fiestas que pueden ser consideradas como típicas de Cristo Rey. La razón que el Papa Pío XI dio, fue que sería la fiesta que coronara el ciclo litúrgico y se invitara a permitir que Jesús reine en el corazón de cada persona; un reinado distinto a lo que manifiestan los reyes o gobernantes de este mundo. Recordemos que se había terminado la primera guerra mundial y se estaba fraguando la segunda. La ambición de los gobernantes había conducido al deseo de dominar unos sobre los otros. Cristo Rey, es el que sirve y reina desde un trono distinto, la cruz.

En este ciclo C que terminamos hoy, contemplamos en el Evangelio a un Jesús que reina desde una cruz; un reinar con un toque de locura, la que produce el amor, porque Dios ama aunque el ser humano le dé la espalda infinidad de veces, Dios sigue amando.

Jesús pasó su vida anunciando el Reino de Dios, pero ¿qué es el Reino? Creo que la expresión más adecuada para definirlo, es la del Papa San Pablo VI: “La civilización del amor”. Que Cristo es Rey es innegable, lo dijo Él mismo y Él es la verdad. Pero en el momento en el que el pueblo quiso nombrarlo rey, huye para evitar esa proclamación, ya que era de carácter político y Él no quería ser un Rey así. Recordemos que en el pretorio le dice a Pilato: “Mi Reino no es de este mundo”. Es un rey distinto, su corana es improvisada y es de espinas, su manto es un paño sin ninguna elegancia y su trono es una cruz donde se encuentra clavado, desde allí reina.

Los primeros cristianos, miraron a su Profeta crucificado como el Señor, superior al emperador romano, César Augusto. El Evangelio nos muestra a un Dios crucificado, es sin duda alguna, una revolución ante la idea que tenemos de Dios, de un Dios omnipotente y majestuoso, inmutable y feliz; un Dios en su cielo y ajeno a los sufrimientos del ser humano. No es fácil aceptar la fe en un Dios crucificado, pero nuestro Dios es solidario con el sufrimiento humano. Este Dios nos pone de frente ante tantas víctimas por la injusticia, tanto sufrimiento por la ambición del mismo ser humano. No olvidemos que nos encontramos con este Dios cada vez que nos acercamos a cualquier crucificado, basta que abramos los ojos para ver que el Gólgota y los crucificados se siguen multiplicando en nuestra sociedad; con este Dios, no podemos ser inmunes al dolor, al sufrimiento, a las injusticias. Somos cristianos, seguidores de este Dios que reina desde una cruz, por tal motivo debemos clarificar nuestra imagen que tenemos de Dios; sé que nos cuesta ver a Dios crucificado. Nos hemos acostumbrado a ver el crucifijo en las iglesias, en las casas, lo cargamos colgado al cuello, lo hemos convertido en un objeto de culto, se nos ha dicho y con verdad que Jesús asumió el sufrimiento y sufrió por todos, pero nos olvidamos que Jesús sigue sufriendo en cada ser humano, en cada injusticia.

Hermanos, no nos acostumbremos a ver el crucifijo sin sentir el sufrimiento humano, eso sería negar al que reina desde la cruz y eso no sería vivir nuestro cristianismo. Jesús allí está para recordarnos que sigue sufriendo con nosotros.

Jesús murió como había vivido, siempre entregándolo todo por los demás. Recordemos que el Evangelio nos muestra la bondad de Jesús hasta en la cruz. Allí en el Calvario, Cristo, que está coronando, no una conquista espectacular sino una obra de reconciliación y de paz, está en su palacio, aquellos brazos clavados pero abiertos, acogen a cualquiera que está dispuesto a ponerse a salvo. Era de esperar que Jesús, quien ha venido a buscar a los pecadores y que siempre ha gustado su compañía y jamás ha dejado de frecuentarlos, también en la cruz se los encuentra cercanos, compañeros de suplicio. Uno de ellos lo reconoce explícitamente como Rey y se convierte en el primer ciudadano de su Reino: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso. Así, aquel ladrón no obtiene de Cristo la salvación física, como pretendía su compañero, sino la «salvación total». Él no le pedía como los otros, que le demuestre su poder, simplemente le suplica que lo recuerde: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Notamos esa cercanía de Jesús ante los que sufren y esa capacidad de perdonar. Podemos decir que Jesús vivió amando y murió amando, a eso estamos invitados todos los cristianos, a amar siempre, en toda circunstancia; el amor debe estar por encima del odio, del sufrimiento. Cristo quiere ser reconocido como Rey únicamente a través de la adhesión libre, en el amor, sin coacción alguna o imposición. Aquel Rey vencido por la fuerza pero victorioso en la debilidad del amor, no podrá aceptar jamás «el honor de las armas». Aquellos que lo llevan a la cruz, usan el lenguaje del poder y desafían a Cristo para que se coloque en el mismo plano del poder: “A todos ha salvado; que se salve a sí mismo” “Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo, le gritaban. Jesús ni siquiera parece oír, ya que se ha comprometido a hablar, no el lenguaje de la política, de la mentira y de la fuerza, sino el lenguaje del amor, de la verdad, del perdón y de la misericordia.

Hermanos, pensemos: Tu Jesús, en el que crees ¿dónde reina en tu vida? ¿Desde un trono que todo lo puede o desde la cruz?. Cuando ves un crucifijo ¿qué estás mirando? ¿Cómo es tu solidaridad con los que sufren? Cuando has causado algún sufrimiento a los demás, a tus padres, tu esposa, tus vecinos, tus hermanos, a extraños, ¿sabes que lo estás causando a Jesús mismo?

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan