Señales mesiánicas

Isaías 35,4-7a | Salmo 145 | Santiago 2,1-5 | Marcos 7,31-37

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

En comparación con el texto escrito, el evangelio de san Marcos es el que más signos mesiánicos registra en el ministerio evangelizador de JESÚS. La primera lectura de este domingo, del profeta Isaías, expone los signos mesiánicos previstos para la identificación correcta del MESÍAS. Es una lectura conveniente el enfoque de acontecimiento mesiánico con el que es posible acercarnos a los pasajes evangélicos. De ninguna manera los cuatro evangelios tienen la finalidad de ofrecer unos hechos que ocurrieron en el pasado, sin otra trascendencia. Los evangelios se nos han dado para iluminar las acciones de DIOS en el presente y de forma especial en un futuro que entronca con la Vida Eterna. Los episodios registrados en los evangelios informan de lo que el MESIAS sigue haciendo entre los hombres en cualquier etapa de la historia. No tenemos que ir lejos para encontrarnos con alguien beneficiado por una señal del SEÑOR en modo de sanación o milagro. Quien ha recibido la acción del SEÑOR lo atestigua con la certeza de una experiencia religiosa que se manifiesta en un hecho tangible. De pronto una persona empieza a oír sin necesidad de audífono, que minutos antes le era imprescindible. En una oración comunitaria o a lo largo de la Santa Misa, alguien debilitado por una enfermedad grave siente que sus fuerzas se restablecen y el hecho perdura en el tiempo. Alguien después de un accidente en el que dejan de mantenerse las constantes vitales entra en una ECM (experiencia cercana a la muerte), y vuelve a recuperar las constantes que habían quedado suspendidas y atestigua con toda convicción unas experiencias espirituales que lo confirman en la existencia de DIOS, de JESUCRISTO, o de encuentro con la VIRGEN MARÍA; otras veces es con algún familiar fallecido o más de uno; en ese tránsito pudo producirse un estadio de revisión de vida o iluminación de la conciencia, en la que se reconoce lo que verdaderamente importa; cuando todo esto se cuenta, porque la persona ha retornado, se observa un cambio de vida y la pérdida del miedo a la muerte, que se entiende como un tránsito a una existencia, en la que se vivió por unos instantes con toda felicidad y plenitud. No todas las ECM son iguales y varían según el estado espiritual de las personas y los credos que estas profesen. No es igual una ECM de alguien afianzado en JESUCRISTO y su Evangelio, que otra persona perteneciente a otro universo religioso distinto. Los milagros eucarísticos, como el de Santarém en Portugal, vienen a corroborar la presencia de JESÚS en la EUCARISTÍA, que debería ser la señal por excelencia vivida por de todo católico. Los santuarios marianos continúan ofreciendo señales de conversión, curación espiritual y física. Cada señal registrada en un santuario mariano es una victoria de la MUJER rodeada de doce estrellas y vestida de sol, a la que presenta batalla la bestia infernal (Cf.  Ap 12,1ss). Todas estas señales y otras muchas deben servirnos para ahondar en el conocimiento de JESUCRISTO, pues todo lo anterior forma parte del gran caudal de gracias dadas en la Redención: “por ÉL recibimos gracia tras gracia” (Cf. Jn 1,16). 

Una señal en el Cielo (Ap 12,1)

Cada vez que se da una manifestación de la santísima VIRGEN MARÍA, verdaderamente se abre el Cielo y reedita la palabra del Apocalipsis referente a la MUJER vestida de sol y coronada con doce estrellas (Cf. Ap 12,1). A través de la VIRGEN MARÍA viene la Redención al mundo, JESUCRISTO; y de forma especial en estos tiempos las apariciones marianas se han convertido en una fuente de Gracia para la humanidad. El Vaticano, a través de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, ha emitido un documento aprobatorio sobre las apariciones de nuestra SEÑORA de los DOLORES de Chandavila, en la localidad de La Codosera, provincia de Badajoz, en España. Este documento de aprobación surge a petición del actual obispo de la diócesis de Mérida-Badajoz, monseñor José Rodríguez Carballo. Las apariciones de la VIRGEN de los DOLORES tuvieron lugar en mil novecientos cuarenta y cinco, en los duros años posteriores a la Guerra Civil y a punto de terminar la Segunda Guerra Mundial. Dos niñas, una de diez años, Marcelina Barroso Expósito; y la adolescente de diecisiete, Afra Brígida Blanco, vivieron por separado experiencias de apariciones de la santísima VIRGEN MARÍA. Señala el documento pontificio la experiencia de amor y consolación transmitidas por la santísima VIRGEN MARÍA, que se empezó a traducir en numerosas conversiones y curaciones de carácter físico. El dicasterio para la Doctrina de la Fe resalta el carácter amable de la aparición de la santísima VIRGEN MARÍA -siempre en condicional-, pues no envía mensaje inquietante o de advertencia como en otros lugares de aparición, como La Salette, Fátima, Garabandal o Medjugorje. Una profecía de carácter admonitorio, que avise sobre algún castigo o corrección, siempre es susceptible de modificación, pues el Cielo avisa condicionando el cumplimiento al grado de conversión, que se pueda producir a partir del anuncio de esa profecía. El profeta Jonás hizo lo correcto cuando predicaba por toda Nínive, que sería destruida al cabo de cuarenta días, si no se arrepentían y cambiaban (Cf. Jns 3,4-10). La profecía fue modificada y el castigo no sobrevino, porque los ninivitas tomaron conciencia de su situación y desde el rey hasta el último de los ciudadanos iniciaron un ayuno para pedir compasión y misericordia. La profecía es una palabra dada por el SEÑOR para comunicar sus planes a los hombres: “nada hace el SEÑOR sin anunciárselo a sus profetas” (Cf. Am 3,7). Muchas palabras, sueños proféticos y revelaciones recoge la Biblia, en las que el SEÑOR transmite sus grandes acciones a los hombres, porque la historia humana es de incumbencia divina. Los contratiempos y males en general recaen sobre nosotros, porque nos encargamos de provocarlo. El Designio o Plan de DIOS en sus líneas generales tiene sus etapas de cumplimiento y es siempre beneficioso para el hombre, porque está destinado al perfeccionamiento del hombre en todos los niveles. Si nos encargamos de obstruir los planes de DIOS, estableciendo estrategias de borrado de las huellas de DIOS en la cultura, las relaciones sociales, políticas o económicas; si tratamos de negar con agresividad la intervención de DIOS en un mundo que le pertenece; entonces, es comprensible que la Divina Misericordia se sobreponga al pecado del hombre, aunque tal cosa acarree su dosis de dolor y sufrimiento. El Bien y la Verdad de DIOS no pueden sucumbir al odio y la mentira de organizaciones humanas, que pretenden en realidad el borrado del mismo hombre. La corrección de DIOS es un acto de suprema Misericordia, que previene al hombre del cainismo de su semejante. DIOS llevará su Plan de Salvación a su plenitud y ningún poder infernal podrá impedirlo, aunque siembre la impresión de prevalecer sobre el Bien y la Verdad. Ni Satanás sabe cuáles son las reservas espirituales con las que el SEÑOR cuenta en estos momentos de verdadera batalla espiritual, porque nos toca vivir el recrudecimiento de la eterna pugna entre la MUJER vestida de sol y la bestia o dragón de siete cabezas con muchos cuernos símbolo del poder mundano y satánico (Cf. Ap 12,1ss). La imagen del Arcángel san Miguel es ilustrativa en este punto. La mano del Arcángel que empuña la espada contra Satanás es como la de un niño, porque la fuerza con la que va a luchar el Arcángel no es la propia, sino la de DIOS, que se hace fuerte en el más débil. Lucifer como entidad angélica es de un coro muy superior a san Miguel, pero ese ángel orgulloso va siendo vencido por otro de escala inferior para su permanente fastidio. Ahora mismo Satanás no sabe la eficacia que el SEÑOR puede dar a la oración de un niño, o de una persona adulta con la cualidad espiritual de un niño. Satanás no sabe cuántos niños la VIRGEN MARÍA tiene bajo su guía y protección para librar la batalla espiritual como fue el caso de Maximino y Melania, en las apariciones de La Salette (1846); de Afra Brígido Blanco y Marcelina Barroso Expósito, en La Codoseras, España (1945). Afra recibió los estigmas de la Pasión del SEÑOR, trabajó cuidando enfermos en un hospital de Madrid, y murió el 23 de agosto de dos mil ocho. Marcelina a sus noventa años permanece como religiosa de las Hermanas de la Cruz, en Sevilla. Sólo el SEÑOR sabe de cuántos efectivos espirituales dispone para hacer frente a unas fuerzas malignas que amenazan con una destrucción de máximas dimensiones. Deberíamos preguntarnos: ¿le conviene al hombre -sociedad- que cambien los principios de “no matarás”, “no mentirás”, “no robarás”, “no adulterarás”? ¿Es mejor para el hombre -sociedad- que se practiquen abortos y eutanasias, o que se respete la vida de los no nacidos y de los enfermos? ¿Es mejor para el hombre -sociedad- que se mantenga el modelo de familia o se altere a capricho según el planteamiento del “me apetece”? ¿Es mejor para el hombre -sociedad- que prevalezca el principio de veracidad o se acomode el discurso a la oportunidad del momento? ¿Es mejor para el hombre-sociedad- que prevalezca la equidad y la recta distribución, o se altere el cauce justo de los distintos tipos de intercambios? ¿Es mejor para el hombre -sociedad- que DIOS sea la base de los principios, o que estos se transformen en falsos derechos consensuados por una mayoría? El fondo de la batalla es espiritual, y da la impresión que Satanás y los suyos van ganado. Parecen contentos y se permiten escenificar la blasfemia olímpica -la Última Cena de Leonardo da Vinci-, que no es la única en esta línea. ¿Beneficia al hombre -sociedad- que la blasfemia esté considerada como expresión artística? La blasfemia y la apostasía van de la mano del Anticristo, que se encarga de hacer visible en la sociedad de todo tiempo la lucha eterna entre Satanás y JESUCRISTO. ¿Qué ha de hacer DIOS, darles la razón a los blasfemos del sacrificio de su HIJO por todos los hombres, incluso por ellos que lo vilipendian?

Palabras de Esperanza

Unos versículos del libro de Isaías dan contenido a la primera lectura de este domingo. Es un texto que emplea alegorías para significar la profunda transformación que tendrá lugar en los tiempos mesiánicos. Isaías realiza su ministerio entre los años setecientos uno (a.C.), seiscientos ochenta y uno (a.C.), que van del reinado de Acaz al de Exequias. El libro de Isaías sobresale por sus profecías mesiánicas destinadas a un futuro muy distinto de aquellos años turbulentos, que le estaban tocando vivir a los israelitas. Pese a sus desvaríos nunca dejaron de estar considerados como el Pueblo elegido de YAHVEH. Isaías significa “Salva YAHVEH”, y el profeta inicia su libro con una contundente exhortación a la conversión para que DIOS pueda actuar en medio del Pueblo. La primera profecía mesiánica aparece en el segundo capítulo del libro, señalando a Jerusalén como el centro espiritual y religioso, que DIOS da a todos los pueblos: “al final de los días estará firme el Monte de la Casa del SEÑOR, en la cima de los montes encumbrado sobre las montañas…” (Cf. Is 2,2). Israel será reprobado siempre que vaya a buscar alianzas, protección y seguridad en alguna potencia extranjera; pues su único apoyo está en YAHVEH. El Pacto o Alianza contraído con YAHVEH reclama exclusividad. Pese a todo, los reyes que estuvieron en el trono en tiempos de Isaías se cuentan entre los más aceptables, y permitió al profeta realizar su ministerio sin grandes sobresaltos, contrariamente a lo vivido por Jeremías años después. La profecía de Isaías es la de mayor contenido mesiánico, su horizonte es luminoso, pues las imágenes con las que describe los tiempos futuros declaran un mundo que evoca el Paraíso: “todo el Monte Santo estará lleno de la Gloria del SEÑOR, y el lobo y el buey pacerán juntos…” (Cf. Is 11,5-9). Una transformación radical en los comportamientos de los hombres y animales harán que se desconozca todo tipo de violencia: la paz mesiánica reinará de nuevo en toda la creación. La profecía de Isaías responde a una profunda aspiración del corazón humano; pero la realización de esa aspiración profunda se quiere llevar a cabo sin DIOS, y esa es la causa de todos los intentos fallidos. El profeta establece los nuevos tiempos, haciéndolos coincidir con la aparición de la persona misma del MESÍAS. Al ENVIADO de DIOS lo acompañarán unos signos característicos por los que podrá ser reconocido. La profecía encierra un contenido que no será desvelado hasta que empiece a cumplirse. Lo que Isaías recoge en su libro se pudo empezar a ver a partir de la venida del ESPÍRITU SANTO en Pentecostés.

Una palabra de Fortaleza

“Decid a los de corazón intranquilo: ánimo, no temáis, mirad que DIOS viene vengador, es la recompensa de DIOS, Él vendrá y os salvará” (Cf. Is 35,4). Esta palabra trasciende el contexto histórico de amenaza que provocaba la potencia asiria. Por encima de aquella coyuntura opresiva estaba el Poder de YAHVEH. Además la protección de YAHVEH y la confianza en ÉL debían caminar en perfecta unión. DIOS ofrece siempre al hombre la posibilidad de superarse a sí mismo. El gran engaño está en pretender hacerse un superhombre sin DIOS. Lo que el SEÑOR puede resolver con un solo gesto, se vuelve imposible para todo el conjunto de las fuerzas humanas. Lo anterior no es una invitación a la malsana pasividad, sino a la confianza incondicional en DIOS, que no deja de ser, a su vez, una gracia muy especial. Pero el profeta mueve a sus colaboradores, devotos y oyentes a difundir palabras cargadas de ánimo y fortaleza en el Nombre del SEÑOR. El momento presente que estaban viviendo los de la tribu de Judá era posiblemente el asedio de Senaquerib, que amenazaba con tomar Jerusalén. Era comprensible el miedo ante un cuerpo de ejército mucho mejor dotado que el disponible por el rey Exequias. El estado de ánimo se refleja muy bien cuando dice: “fortaleced las rodillas vacilantes” (v.3) por eso era necesario difundir e infundir ánimo desde el punto de vista humano con el objetivo de mantener la Fe en el SEÑOR. Unos y otros tenían que hacerse correa de trasmisión del mensaje del profeta. Ahora no se trataba de la tradición oral, sino de la trasmisión instantánea, prácticamente, de un mensaje de ánimo y fortaleza, pues el enemigo ha vencido de antemano cuando encuentra un pueblo con moral de derrota. Como en el pasado y en los días que vendrán, la fuerza para la victoria está en DIOS, que “viene como Vengador, ÉL vendrá y os salvará”. La figura del vengador aparece en el libro del Levítico como el familiar próximo que tiene la obligación de ejecutar la Ley del Talión frente  al que cometió un homicidio y quedó impune. Israel es el primogénito del SEÑOR y quien lo arremete tiene a YAHVEH por Vengador, y ÉL se encargará de aplicar la Justicia.

El orden restablecido

“Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán” (v.5). En todo tiempo es una gran desgracia ser invadido por una potencia extranjera y expulsado de la propia tierra. Todo se pierde en cuestión de horas y se padece el mayor de los desamparos. El destierro o la cautividad aboca a una situación límite. Quedar ciego o sordo en la antigüedad era bastante fácil. El único recurso del ciego era la mendicidad, en el mejor de los casos. Sabemos que un recurso o castigo infringido para garantizar la inutilidad de un enemigo era dejarlo ciego. La sordera total también representaba una gran limitación, pero no tanto como estar privado de la vista. “ÉL vendrá y nos salvará”, pero el enemigo está en otro campo de batalla. Algunas dolencias son aliviadas o curadas, pero otras solo desaparecen cuando DIOS interviene directamente. El profeta en su Palabra profética supera el tiempo presente en el que se encuentra, y avisa de lo que está por venir, en el que “SEÑOR vendrá y nos salvará” de las limitaciones más invalidantes. “El MESÍAS vendrá y abrirá los ojos a los ciegos y los oídos a los sordos”. Estos Signos son referidos en distintas ocasiones por el profeta Isaías para indicar que el MESÍAS ha llegado. San Marcos lo destaca: “se ha cumplido el tiempo, está cerca el Reino de DIOS; convertíos y creed en el Evangelio” (Cf. Mc 1,15). El resto del Evangelio de san Marcos es un desarrollo de este enunciado inicial, que asegura el cumplimiento de las profecías sobre el MESÍAS en ese preciso momento. El tiempo ha llegado, se ha cumplido, porque el Poder transformador de DIOS está en medio de los hombres. Las guerras contra ejércitos extranjeros dan paso a la contienda espiritual donde se encuentran las causas últimas de todos los males que aquejan a la humanidad. El MESÍAS no empuñará la espada. Sentenciará para que no haya equívocos: “el que a espada hiere, a espada morirá” (Cf. Mt 26,52).

Cojos y mudos serán curados

“Saltará, entonces, el cojo como ciervo; y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo, pues serán alumbradas en el desierto aguas, y torrentes en la estepa” (v.6). En su Día el SEÑOR realizará la Salvación y todo quedará restaurado, pero la Salvación que traerá el MESÍAS anunciado superará todos los cálculos vislumbrados por Isaías y el resto de los profetas, porque el MESÍAS revelará las realidades eternas, que están más allá de este mundo tangible y caduco. Las imágenes descritas por el profeta -cojos que brincan, mudos que empiezan a hablar- son las señales externas de la categoría del SALVADOR. ÉL aparecerá en el mundo como el ENVIADO del PADRE con un Evangelio de Vida Eterna, recogida de forma muy incipiente en las antiguas Escrituras. Las promesas dadas en las profecías se quedan en el zaguán de la casa, pues sólo el ENVIADO conoce los planes de DIOS con respecto a todos los hombres, que incluyen a los judíos y los gentiles. “Surgirán aguas en el desierto y torrentes en la estepa. Se cambiará la tierra abrasada en estanque y el país árido en manantial de aguas” (v.7). Los torrentes de agua brotando en desierto, páramos y terrenos áridos, constituye un contraste poderoso en aquellos paisajes dominados por la sequedad del terreno. La vida se sobrepone a la esterilidad del desierto si encuentra agua que la haga posible. En los mismos profetas y salmos el agua es una metáfora del ESPÍRITU que da la vida allí donde solo reina la muerte. En los tiempos del MESÍAS se abrirán las compuertas de las aguas espirituales y la tierra cambiará su faz. Será habitual que el cojo brinque, pues el ESPÍRITU le dará una agilidad extraordinaria. Los mudos hablarán, y prorrumpirán en gritos de júbilo, porque el júbilo es la alegría propia del ESPÍRITU cuando mueve el corazón del hombre. Con el MESÍAS la tierra volverá a ser aquel jardín que DIOS preparó para el hombre con toda clase de árboles para su alimento, y hierbas del campo para alimento de todos los animales. Este orden perdido y desconocido late en la añoranza del corazón  humano con la esperanza que algún día volverá.

El MAESTRO itinerante

La  itinerancia de JESÚS es en sí misma una predicación. JESÚS no camina solo, sino que va acompañado de sus discípulos y “la fama de JESÚS se había extendido por toda la región” (Cf. Mc 1,28). En los pueblos y aldeas por donde pasaba sacaban a los enfermos, para que al menos pudieran tocar el borde de su manto y de esa forma quedar sanados (Cf. Mc 6,53-56). La salud física llega a todos, sin otro requisito que acercarse con Fe a JESÚS. Recuerda este modo de actuar a la sala llena de invitados que celebran la boda del hijo del REY (Cf. Mt 22,1-14). La sala de los invitados se llena porque los criados salen a los cruces de los caminos para invitar, incluso con cierta insistencia a todos los que pasan, pues los invitados principales habían rechazado con disculpas varias la asistencia a la celebración de aquel acontecimiento. En este caso es JESÚS el que sale a los cruces de los caminos y se encuentra con personas de lo más variado. Son los tiempos mesiánicos y el Reino de DIOS está cerca (Cf. Mc 1,15). Tan cerca está de nosotros que es el propio HIJO del REY quien nos está llamando para la gran celebración. El evangelio de san Marcos en este domingo nos lleva con JESÚS por la zona de la alta Galilea, que  era considerada como región extranjera. JESÚS baja de Tiro y Sidón por la Decápolis hasta llegar al Mar de Galilea. El domingo anterior JESÚS había tenido una cierta polémica con los escribas y fariseos sobre los alimentos considerados como puros, y las normas a seguir para comer con manos puras. Algo que en nuestro caso no pasa de ser una cuestión de carácter higiénico para los escribas y fariseos representaba una normativa religiosa que afectaba a la santidad de costumbres, y por tanto era cosa de estar vigilantes. Para JESÚS lavarse las manos o no, comer unos alimentos u otros carecía de relevancia en lo que respecta a la perfección espiritual y así se lo hace saber a los propios discípulos, con los que va de misión. La cosa debió resultar un tanto agria, y JESÚS decide retirarse hacia el norte a territorio extranjero: Tiro y Sidón. En Tiro es conocido por alguna familia que le ofrece su casa, pero una mujer que padece la situación dramática de su hija poseída acude a JESÚS en busca de ayuda. JESÚS responde a la gran Fe de aquella mujer, y su hija es liberada y sanada (Cf. Mc 7,24-30). Como al inicio de la evangelización en Cafarnaum, JESÚS realiza en la región fenicia un exorcismo, pues es necesario significar el enfrentamiento radical entre JESÚS y las fuerzas satánicas. Las curaciones físicas exigen el desplazamiento o erradicación del poder del príncipe de este mundo (Cf. Jn 14,30-31). Satanás tiene poder, pues es un ángel caído que conserva su condición de espíritu creado, aunque haya invertido totalmente el orden de todas sus acciones. El Reino de DIOS que se va afianzando con JESÚS desposee a Satanás de sus dominios, pero puede recuperarlos en parte o del todo, si el hombre voluntariamente se los entrega: “cuando un espíritu inmundo sale de un hombre y se va al desierto, vuelve y encuentra la casa arreglada y aderezada, entonces llama a siete espíritus peores que él, y las postrimerías de este hombre son peores que los comienzos” (Cf. Lc 11,24-28). El caso es trágico, porque al hacer inútil el Nombre de JESÚS no queda recurso alguno frente a las fuerzas satánicas. Actualmente, ¿qué pueden esperar las personas que después de haber sido bautizadas y reconocer a JESÚS como SALVADOR derivan hacia las prácticas del yoga, del budismo o del reiki? Directamente abren puertas a influencias satánicas de todo tipo, deterioran la salud física y psíquica y se creen progresando en su espiritualidad. Volvemos, ahora, con JESÚS a las cercanías del Mar de Galilea que es el marco geográfico en el que se verifica la mayor parte de la misión de JESÚS y sus discípulos.

En tierra extranjera

“De Tiro y Sidón JESÚS se va al Mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentaron un sordo, que además hablaba con dificultad y le ruegan que imponga la mano sobre él” (Cf. Mc 7,31-32). Este enfermo o discapacitado es un ejemplo de la humanidad en general que no oye a DIOS y tiene grandes dificultades para hacerse entender en el conjunto de los seres humanos. En nuestra condición presente no estamos capacitados para “ver a DIOS”, pues “nadie lo ha visto jamás, sino el que está en el seno del PADRE, ese es el que lo ha dado a conocer” (Cf. Jn 14,7-27). Como nos dice el tercer cántico del Siervo de YAHVEH “el SEÑOR ha despertarnos el oído para escuchar como los discípulos” (Cf. Is 50,4). Al no recibir una palabra con unción tampoco somos capaces de trasmitir algo que tenga un contenido importante. En los tiempos actuales se ha conseguido instalar a la mayoría en el mundo del entretenimiento donde la banalidad y la frivolidad conforman los estilos de vida. No se sabe lo que es la felicidad, incluso casi nadie cree en ella, pero se busca el modo continuo de permanecer entretenidos, porque se aprecia como una huida factible a la depresión y la desesperación. Casi no se habla, porque es mucho más importante lo que proyecta la policromía de la pantalla. Todo está dispuesto para que el adepto de la pantalla repita fielmente el mensaje recibido. Relativizar, analizar o meditar son términos extraños y ajenos al pensamiento común. Se trata de repetir términos como progresistas, sostenibles, integrador, multicultural, empático, ecológico, reciclable, con una atención preferente a la salud reproductiva -aborto-, sin desatender la libre decisión de terminar los días en este mundo -eutanasia-, y todo ello vivido con una gran resiliencia. Los términos talismán antes señalados marcan las lindes del discurso admitido y proponer otra cosa es discurso de riesgo. En las mentes de niños y jóvenes hay que cuidar mucho que los conceptos afloren automáticamente dentro de las categorías de la ideología moderna. Oír, pensar y hablar están en perfecta correspondencia, y cuando se promueven de forma permanente determinados impactos auditivos, el pensamiento queda modificado en esa línea. Nuestra lengua expresa lo que nuestro cerebro ha elaborado.

A solas

“JESÚS retirándolo de la gente, a solas, metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua” (v.33). Con brevedad se establece el itinerario de la curación. El ruido exterior impide percibir la propia audición, que se establece en la diferenciación de los sonidos. Como en una nueva creación, JESÚS recurre no al barro de la tierra, sino a la participación en la humanidad del Hombre Nuevo. La sangre de JESÚS ofrece  Nueva Vida; JESÚS es fuente de ríos de agua viva (Cf. Jn 7,38); la saliva de JESÚS ofrece la curación para poder hablar y comunicar las Palabras de Vida que salen de la boca de DIOS (Cf. Dt 8,2-6). Aquella acción fue acompañada de las palabras que la liturgia cristiana repetirá en cada niño o adulto que se  bautice: “Effetá” -ábrete-. Esta palabra está cargada de unción y Poder. JESÚS la pronuncia desde lo íntimo de su corazón: “Levantando los ojos al Cielo, dio un gemido, y le dijo: effetá” (v.34). En momento alguno JESÚS perdió la comunión con el PADRE, pero no se retrae de realizar el gesto visible de “elevar los ojos al Cielo”, pues ÉL viene de lo alto, y permanentemente recibe la fuerza de lo alto. Por otra parte, hemos de apreciar en este gesto de JESÚS el profundo dolor que le ocasiona la indiferencia de la humanidad ante la Palabra de DIOS. Sin obediencia a la Palabra no es posible el crecimiento del Reino de DIOS. Los oídos tienen que abrirse para escuchar, y la escucha tiene que ser activa, plasmándose en acciones transformadoras y concretas. Después de aquel ritual realizado por el propio JESÚS, “se abrieron sus oídos, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente” (v.35). El hombre de todo tiempo tiene que retirarse con JESÚS para sanar su oído y lengua. Sólo JESÚS tiene palabras de Vida Eterna (Cf. Jn 6,68). En gran medida nuestra vida navega en palabrería, que no conduce a parte alguna. Entretenidos en la nada se espera el siguiente día, porque el presente se va en huida sin dejar huella. JESÚS aporta el sabor de la eternidad con su Palabra y presencia en la EUCARISTÍA. Cada día es posible un contenido nuevo a la cotidianeidad de la vida. La palabra debe nacer en el silencio.

Por el momento

“JESÚS les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo decía, más ellos lo publicaban” (v.36). Por el momento, JESÚS exhorta a que tanto el interesado como los allegados guarden silencio y no difundan el hecho. Este mandato de JESÚS se repite en otras escenas de milagro y contrasta con la difusión y fama que debía, por otra parte, acompañar la misión. Sin embargo, la prohibición de hablar sobre la gracia recibida debía entenderse como algo provisional, pues todo signo milagroso está relacionado con la Resurrección, de tal forma que una vez sucedido el gran acontecimiento es cuando en verdad se puede hablar de JESÚS y su condición de hombre y DIOS. Pero los receptores del milagro en ningún caso guardaron silencio como es el caso de este sordo y mudo, y si leemos entre líneas tampoco contrariaron el fondo del mandato de JESÚS, por lo que viene a continuación: “se maravillaban sobre manera, y decían: todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (v.37). Este versículo es un sumario que compendia la acción evangelizadora de JESÚS y se anticipa al resultado final que se vivirá en al Cruz y la Resurrección. El evangelio de san Juan reserva este veredicto hasta el momento final en la Cruz: “todo está cumplido” (Cf. Jn 19,30). Los testigos de los milagros levantan acta y declaran que JESÚS todo lo ha hecho bien, incluyendo en esta sentencia lo anunciado por los profetas sobre los signos mesiánicos. JESÚS, al final de este capítulo siete de san Marcos es el MESÍAS esperado.

Carta de Santiago 2,1-5

La carta de Santiago se dirige a nosotros, que pertenecemos a las Doce tribus que viven en la dispersión (Cf. St 1,1). Las Doce Tribus tienen su lugar en la Ciudad Santa de la Nueva Jerusalén donde todos los dispersos quedaremos reunidos (Cf. Ap 7,1ss), y constituiremos la perfecta unidad pedida y querida por JESÚS (Cf. Jn 17,1ss). En este mundo viviremos sometidos “a toda clase de pruebas, sabiendo que la caridad probada produce la paciencia en el sufrimiento, pero la paciencia tiene que ir acompañada de obras perfectas para ser cristianos perfectos” (Cf. St 1,3-4). A lo largo de este escrito, Santiago tratará de argumentar con todo el énfasis que le es posible el valor de las obras como un factor ineludible para la Salvación, dejando de manifiesto que se engañan a sí mismos aquellos que se confían a una Fe vacía. La Caridad con el prójimo alimenta la Fe, produce la paciencia y perseverancia, que perfecciona toda vida virtuosa. Santiago se alinea al lado de la ascesis y el esfuerzo, que con un tono de estoicismo lucha por conseguir la virtud. Santiago revaloriza las palabras de JESÚS: “si quieres ser mi discípulo, niégate a ti mismo, carga con tu cruz cada día y luego sígueme” (Cf. Lc 9,23). JESÚS nos tiende la mano y saca del hoyo profundo en el que se podía estar, pero después quiere vernos caminar, o hacer camino, tras sus huellas. El itinerario se puede resumir en dos términos: unión e identificación. La unión espiritual por el Bautismo tiene que ser consolidada por la adhesión personal “cada día”. El encuentro inicial pudo haber sido festivo y permanece en la memoria como un gran acontecimiento, y así debe ser; pero un largo camino espera al creyente, en el que debe aprender el ritmo adecuado para equilibrar los tiempos de actividad intensa y silencio espiritual para reencontrarse con el SEÑOR. La Fe es vinculante y nos da la unión con JESÚS, la Caridad es la unción del ESPÍRITU SANTO sin la cual cualquier obra es deficiente, rutinaria y cansina, por lo que el camino se hace imposible. La prueba verdadera de la Fe y la Caridad está en la perseverancia que produce la paciencia.

La acepción de personas

“Hermanos míos: no entre la acepción de personas en la Fe que tenéis en nuestro SEÑOR JESUCRISTO glorificado” (v.1). Santiago propone el análisis de un caso no sabemos si es hipotético o tomado de alguna situación acontecida. La acepción de personas termina mirando las apariencias, los intereses personales, las ventajas de favorecer a unos con respecto a otros. La acepción de personas excluye a unos y desprecia a otros. Todo ello es un agravio a la caridad que se traduce en acogida, acompañamiento e integración de acuerdo con los dones y cualidades de las personas. En la diversidad de dones y carismas todos tenemos un lugar en la comunidad cristiana, si es que ésta vive verdaderamente la “comunión fraterna”. Santiago se pregunta: la acepción de personas, ¿no sería esto hacerse jueces con criterios malos? (v.4). DIOS mira el corazón del hombre, nos dice la Escritura en distintos lugares; y nosotros alcanzamos a mirar ese corazón cuando nos movemos en el AMOR de DIOS, que excluye todo juicio indebido.

Los pobres tienen preferencia

“¿A caso no ha escogido DIOS a los pobres según el mundo, pero ricos en la Fe, y herederos del Reino que prometió a los que le aman?” (v.5). El pobre que es rico en la Fe es predilecto de DIOS; pero la pobreza material en sí misma es un motivo de consideración especial a los ojos de DIOS, pues no participa de forma adecuada de los dones de la Creación que en principio son patrimonio de todos los hombres. En aquellos tiempos era muy fácil terminar en la indigencia, pues bastaban unos años seguidos de malas cosechas para perder las tierras en propiedad y pasar a depender de algún terrateniente en régimen de esclavitud, trabajando por el sustento diario y el de la familia. Perder la propiedad de la tierra era frecuente y una gran desgracia. Los accidentes, enfermedades invalidantes y las propias minusvalías tenían su cuota y podían hacerse presente en una familia con mucha facilidad. El mantenimiento de la salud y el patrimonio durante un tiempo prolongado en generaciones sucesivas era bastante selectivo. Precisamente el Cristianismo apareció socialmente como una forma de fraternidad inédita. Los cristianos eran solidarios, como sucede hoy día, en casos de catástrofes o epidemias. La exhortación de Santiago en su carta es oportuna, sin lugar a dudas, pero la unión con JESUCRISTO en la Caridad propiciaba una fraternidad que se extendía hacia los extraños. Hasta hace pocos años todavía se encontraban pueblos  en los que todos los vecinos se conocían y ayudaban, y se podía permanecer en las casas con las puertas abiertas. Si la Caridad de JESUCRISTO vuelve a los corazones de los hombres, muchas leyes sociales se volverán innecesarias.

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