Semana Santa

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Desde el Domingo de Ramos al Domingo de Pascua celebraremos el tiempo religioso más intenso dentro de nuestra religión. En circunstancias normales se multiplicarían los cultos y las procesiones por las calles exhibiendo verdaderas joyas de imaginería, admiradas por miles de fieles con distintos grados de devoción y Fe. Pero las hermandades y cofradías se verán privadas de nuevo este año de procesionar a sus titulares: las imágenes de la VIRGEN en sus distintas advocaciones, y las del SEÑOR según los distintos momentos vividos en la Pasión. Los cultos en los templos siempre han favorecido un mayor recogimiento, que complementa y en cierta medida sostiene la manifestación religiosa externa. Sin interioridad las expresiones externas quedan vacías de significado, porque la belleza de las imágenes no es un fin en sí mismo, sino el medio adecuado para reencontrar la inspiración de un artista que ha sido contemplativo para plasmar una belleza inspiradora, en medio de expresiones de dolor y sufrimiento como ocurre con las imágenes procesionadas o expuestas al culto en los templos.

 

Domingo de Ramos

También en este día se van a suprimir las recortadas procesiones, que se hacían  desde lugares cercanos al templo para simbolizar la entrada profética de JESÚS en Jerusalén acompañado de un grupo de discípulos y simpatizantes. La bendición de los ramos se hará en el mismo templo con todas las medidas señaladas para el buen discurrir de las celebraciones. Se multiplicarán las retrasmisiones de los oficios por las redes informáticas, y eso favorecerá un cierto grado de participación a muchas personas que tienen difícil movilidad o temor a los contagios por el virus, que todavía sigue afectando. Aunque parezca una cosa ajena a la cuestión religiosa, el temor al contagio en esta pandemia no es un asunto menor. Pero todo ello deberá contribuir a un mayor acercamiento al SEÑOR, pues la ingeniería social no puede conseguir que se debiliten los vínculos religiosos.

 

Liturgia de la Palabra del Domingo de Ramos

Tras el preámbulo de la procesión y bendición de los ramos, la liturgia de este domingo ofrece alguna peculiaridad. En los tres ciclos litúrgicos se mantienen la  primera lectura, el salmo y la segunda lectura; y cambia el relato de la pasión de acuerdo al ciclo litúrgico en el que se esté. Este año recorremos el evangelio de san Marcos, y se proclamará el relato de la pasión según este evangelista. Como sabemos, de nuevo escucharemos la Pasión el día de Viernes Santo según la versión del evangelista san Juan. Dada la extensión del texto y la abundancia de personajes, la proclamación está prevista por tres intervinientes: el sacerdote que preside proclama  los versículos  propios de JESÚS; otro lector hace de cronista, que mantiene la trama narrativa, y un tercer lector se le denomina “sinagoga”, que recoge a los distintos personajes acusadores de JESÚS. Resulta una proclamación con un cierto sesgo de dramatización, que si no es exagerado se agradece, pues contribuye a romper la monotonía y mantener la atención. La presente proclamación nunca se puede transformar en un intento de representación teatral, pero tampoco se puede quedar en una lectura distante sin un mínimo de empatía con las escenas que se van sucediendo a lo largo del texto. El tono adecuado saldrá de forma espontánea cuando  los lectores hayan realizado por medio de la lectura personal meditada una interiorización de la misma. Normalmente estas celebraciones se preparan y nadie debe dar por hecho que ya se conoce los textos. El propio relato de la Pasión para los lectores da explicación  a lo proclamado instantes antes en la primera lectura del tercer cántico del Siervo de YAHVEH, en el profeta Isaías: “el SEÑOR me ha dado una palabra de iniciado, para que sepa dar una palabra de aliento al abatido” (Cf. Is 50, 4). Los reunidos en la asamblea litúrgica esperan una palabra ungida que llegue de nuevo  a sus corazones con un mensaje espiritual. Quien sale al ambón a proclamar una lectura realiza un servicio: está sirviendo la Palabra a los hermanos reunidos. Con una apariencia de absoluta normalidad, lo que sucede en una celebración litúrgica desde el principio hasta el final es una acción presidida por el ESPÍRITU SANTO; y, por lo tanto, es algo de la máxima trascendencia. A poco que los lectores se sientan instrumentos en las manos del SEÑOR cuando realizan el servicio señalado, el ESPÍRITU SANTO ungirá sus palabras y las convertirá en bendición para  los presentes.

 

Tercer cántico del Siervo de YAHVEH (Is 50, 4-7)

Los estudioso encuentran tres partes diferenciadas en el extenso libro del profeta Isaías; y en la segunda se recogen cuatro textos peculiares, a los que se les da el nombre de cánticos del Siervo de YAHVEH. Después de cotejar muchas opiniones los estudiosos se inclinan por encontrar en ellos una profecía sobre JESÚS de Nazaret, que carga con los pecados del Pueblo. Fue escrita esta revelación unos cinco siglos antes de haber aparecido el HIJO de DIOS en la historia de los hombres; y esto les confiere un valor especial, e indirectamente al cumplimiento de las Escrituras que se ven así legitimada. El rollo con los sesenta y seis capítulos del profeta Isaías fue encontrado en las cuevas de Qumran, en las excavaciones de mil novecientos  cuarenta y ocho, lo que representa una pieza arqueológica de primer nivel, reforzando la validez de la profecía. Son cosas que se divulgan poco y se tratan mal, pero en  estos datos es lícito apoyar con hechos y razones nuestra Fe para volver con renovado interés a la aplicación espiritual de los textos sagrados.

 

Palabras de iniciados

El término iniciado equivale al de discípulo en el camino cristiano. La escala es sencilla: el que aprende para enseñar lo que ha aprendido: el bautizado que es instruido en la palabra del MAESTRO está en condiciones de evangelizar. El iniciado puede hablar y decir algo con verdadero contenido. El que no es iniciado transmite vacío, porque desconoce de lo que habla. El iniciado sabe lo que dice, porque ha escuchado al MAESTRO, y le ha transmitido lecciones vivas transidas de experiencia de vida. El iniciado está tocado por la acción del ESPÍRITU SANTO, que lo une a su MAESTRO.

Las personas de cualquier época necesitan escuchar palabras de verdad ungidas por el AMOR de DIOS. En todos los tiempos de la historia han abundado los charlatanes cargados de palabras vacías; y no pocos casos pletóricos con el veneno del odio en su múltiples variantes.

 

JESÚS de Nazaret, el CRISTO.

Nadie alcanza a reunir todas las condiciones del Siervo de YAHVEH como JESÚS de Nazaret. Las “palabras de aliento al abatido” salen de su boca con toda naturalidad, porque ÉL es el CRISTO de DIOS, y sus palabras están ungidas por el AMOR con toda perfección: “venid a MÍ los que estáis cansados y agobiados, porque YO os aliviaré” (Cf. Mt 11,28). Para nosotros llega la iniciación de modo distinto que para JESÚS pues nuestra dependencia es de ÉL. Todos estamos llamados a ser discípulos y adquirir la iniciación dentro de un camino a recorrer durante todo nuestro ciclo vital, pues la vida tiene sus fases para el que alcanza la ancianidad.

 

JESÚS escucha al PADRE y lo obedece

Dice JESÚS: “YO digo lo que oigo decir al PADRE; y hago lo que veo hacer a mi PADRE” (Cf. Jn 5,19;12,49). JESÚS es el VERBO del PADRE, y su comunicación no cesa, pero el alma de JESÚS necesita escuchar esa palabra en su alma humana: “cada mañana me despierta el oído, para que escuche como los iniciados” (v.4b) Cuando estas palabras nos las aplicamos el resto de los mortales se hacen más imperiosas, pues todo lo que necesitamos aprender viene básicamente por la Fe, y ésta depende del oído: “cómo van a creer, si no escuchan la Palabra; cómo van a escuchar la palabra, si no hay quién la predique; cómo va a haber quien predique, si nadie es enviado” (Cf. Rm 10,14-15). La palabra transformadora nace de la misma PALABRA, que en su fuente está perfectamente ungida por el ESPÍRITU SANTO. Muchas cosas se podrían decir con respecto a la escucha y de lo que de ella dependemos. El mundo interior está constituido por medio del lenguaje que da forma y consistencia a los patrones con los que percibimos, enjuiciamos, nos relacionamos y nos mantenemos en apertura interior hacia DIOS y el mundo que nos rodea. Llamamos a las realidades por su nombre y reconocemos las voces que nos rodean. Entre todas ellas el bautizado debe ejercitarse en identificar la voz de su BUEN PASTOR: “mis ovejas escucharan mi voz” (Cf. Jn 10,27). La voz del BUEN PASTOR es reconocida de forma especial en la Palabra de la Escritura, que está destinada a ser escuchada: “escucha Israel” (Cf. Dt 6,4).

 

Profecía del sacrificio

Este tercer cántico del Siervo de YAHVEH, y el cuarto, se refieren con detalle a la tortura, martirio y muerte del Siervo. Contemplamos los planos de la dureza más extrema en la vida del REDENTOR y quedan en la memoria aquellos breves momentos del Tabor en el que se escucharon palabras envueltas en la atmósfera de lo divino. Ahora la gravedad de la revelación nos acerca a la cara más oscura de la condición humana, en la que el Siervo va a sufrir el peor de los rechazos por parte de los hombres acompañado del estremecedor silencio de DIOS. Sigue la profecía describiendo casi a modo de cronista lo que sucederá cinco siglos después, al que va a encarnar el protagonismo del Siervo de YAHVEH, JESÚS de Nazaret: “Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a insultos y salivazos; pues YAHVEH habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal a sabiendas de que no quedaría avergonzado” (v.6-7). Todavía las palabras del tercer cántico del Siervo no apuran los rigores de la tortura a la que en su día van a someter al Siervo, y concluye con una palabra de éxito, pues DIOS va a salir fiador por el Siervo y no dejará que los malvados triunfen. Así va a suceder con la Resurrección, que romperá todas las ataduras del Mal; pero antes de llegar ahí dejarán una huella imborrable los zarpazos  del odio: las llagas del RESUCITADO acreditarán para siempre la Misericordia infinita de DIOS  para el hombre, que le perdona el deicidio cometido.

La Pasión según san Marcos 14,1—15,47

 

Determinación de acabar con JESÚS

“Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarlo; pero durante la fiesta no, pues temían el alboroto del pueblo” (v.7-2). Estamos en la recta final en la que van a converger todas las líneas de fuerza destructivas contra JESÚS. Como siempre, los sucesos históricos no acontecen por casualidad, sino por la planificación de una persona o de un grupo con poder. Si las decisiones humanas no hubieran estado en el origen de los acontecimientos, no hablaríamos de deicidio. Debemos poner nombre claro y definitorio a todo el conjunto de acciones contra JESÚS de Nazaret llevadas a cabo en esos días, en los que se terminó con su vida.

 

Cena en Betania (v.3-9)

Betania es el símbolo del ambiente propicio para el descanso, en el que JESÚS recala en alguna ocasión estando en la misión. Simón el leproso es ahora el anfitrión, y según el evangelista Juan, allí también están Lázaro, Marta y María, que unge a JESÚS con el caro perfume de nardo legítimo valorado en más de trescientos denarios, que representaba el salario de un año entero para un trabajador normal. María, la hermana de Lázaro es la encargada de realizar aquella acción simbólica, que JESÚS esclarece con toda gravedad y sobriedad: “se está adelantando a mi sepultura”; por tanto, aquella mujer tiene una intuición o inspiración, que el resto de los presentes no percibían; y “de ella se hablará donde quiera que se predique el Evangelio”. Sabemos del conflicto de identidades existente entre María la hermana de Lázaro, María Magdalena y la mujer que llora sus pecados a los pies de JESÚS en casa de Simón el fariseo (Cf. Lc 7,37-38). María Magdalena que lleva los ungüentos el primer día de la semana pertenece al grupo de mujeres llegadas de Galilea, según san Lucas (Cf. Lc 23,55-56), por tanto es una María distinta a la María hermana de Lázaro.

 

Judas decide traicionar al MAESTRO (v.10-11)

Muchos otorgan a Judas un papel de factor absolutamente necesario despojándolo de toda responsabilidad personal en el desenvolvimiento macabro de los hechos que acabaron con la vida de JESÚS. El papel de Judas seguirá dando materia de reflexión para encajar las piezas dentro de los hechos concretos, que no se salieron del Plan  providencial de DIOS. Pero adelantemos que la forma de recomponer el tablero estuvo en la absolución general que JESÚS declara en la Cruz: “perdónalos SEÑOR, porque no saben lo que hacen” (Cf. Lc 23,34). Pero Judas no queda dispensado de la responsabilidad personal de sus actos; y cuando esto se mira con detenimiento produce escalofríos, pues este había sido de los preferentes contado en el grupo de los Doce. La astucia de las autoridades está señalada desde el principio de las distintas líneas de conspiración mencionadas por los evangelistas. Nada nuevo bajo el sol: los conspiradores siguen pautas similares de nocturnidad y alevosía. Estos temen al pueblo y saben cómo manipularlo. ¿Nos suena de algo?

 

Cena de Pascua (v.12-25)

San Marcos junto con Mateo y Lucas superponen dos hechos: la Cena de pascua el viernes al atardecer con el día de la crucifixión. En los sinópticos, JESÚS resucita el primer día de la semana como en el evangelio de san Juan, pero este evangelista no especifica la identidad de la Cena, que siendo la última no se dice que es la Cena de Pascua. Juan mantienen una sucesión de los hechos diferente y los sitúa ordenadamente en el tiempo. Las dos versiones, la sinóptica y la de Juan, obedecen a las distintas intenciones de transmitir el contenido de revelación. Dejamos apuntado  el problema, pues el desarrollo del mismo excede el objetivo de este comentario. El fondo no varía: JESÚS es nuestra Pascua, y en los últimos acontecimientos de su vida por este mundo se dio cumplimiento a lo anunciado en la Antigua Alianza. El Pan y el Vino sacramentalizados en la Última Cena perpetúan, hasta que vuelva, la presencia viva de nuestro SALVADOR

 

En Getsemaní (v.26-42)

Deberíamos detenernos con tiempo suficiente para meditar las distintas sentencias de JESÚS recogidas en el marco del Huerto de Getsemaní, un sitio frecuentado por JESÚS y sus discípulos como lugar de retiro y oración. Recordamos la escena, en la que Nicodemo acude de noche a Getsemaní para encontrarse con JESÚS (Cf. Jn 3,1-2. JESÚS pronuncia distintas advertencias, que los discípulos deben tener en cuenta en lo sucesivo, expresa de forma abiertamente a los discípulos cómo está su ánimo, y lo más importante, el evangelista recoge el núcleo de la oración de JESÚS: “!ABBA! (¡PADRE!), todo te es posible. Aparta de MÍ este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. De forma verbal expresa JESÚS la Cruz espiritual que precede al rigor del martirio y la crucifixión con sus escarnios, ensañamiento y odio.

 

El beso de Judas (v.43-53)

En la noche la guardia del Templo podía confundirse de objetivo, y aparecer con alguien distinto de JESÚS ante los sumos sacerdotes. La nocturnidad en el prendimiento evitaba el revuelo de la aglomeración de personas a pleno día en un lugar distinto de aquel separado de la ciudad por el torrente Cedrón. El factor sorpresa sólo se dio en los discípulos pero no en JESÚS, que no quiso interferir en lo más mínimo en el decurso de los acontecimientos, interponiendo sus atributos carismáticos. Como en la vida oculta o en las tentaciones del desierto, JESÚS vivía aquellas últimas horas abandonado absolutamente a la voluntad del PADRE: “que no se haga lo que YO quiera, sino lo que TÚ quieras”. El autodominio de JESÚS resultó tan excepcional como su martirio, ¿quién de entre nosotros teniendo recursos para librarse de una desgracia, deja que los acontecimientos sigan su curso? La razón del comportamiento de JESÚS está determinado por distintos factores señalados a lo largo de los evangelios, que resultan un motivo de descubrimiento sobre la naturaleza profunda de nuestro SALVADOR. ÉL es LIBRE y nadie le quita la vida, sino que ÉL la ofrece voluntariamente (Cf. Jn 10,18); y su voluntad responde con precisión a la del PADRE, que “entregó a su HIJO único” (Cf. Jn 3,16). ¿Podría haber resultado la Redención con una composición distinta, si los hombres no hubiéramos matado al HIJO de DIOS? ¿Pesaba sobre JESUCRISTO el fatalismo inexorable de su muerte ignominiosa? Si esto fuese una necesidad inexorable, ¿se puede atribuir alguna responsabilidad a los hombres ejecutores del deicidio?

 

Sumos sacerdotes y Sanedrín

Marcos no menciona sus nombres, pero sabemos por san Juan que Anás era suegro de Caifás el sumo sacerdote aquel año, pero el poder de Anás estaba vigente. El senado judío ejercía también de regulador religioso en la vida de un pueblo que presumía de ser el Pueblo elegido y de la religión de Moisés. Los romanos agradecían siempre ese colaboracionismo de las religiones patrias que eran capaces de mantener  un cierto orden social, pues la falta de orden perjudicaba la recaudación de impuestos. De nuevo comprobamos que nos hemos inventado pocas cosas, pero lo nuestro ahora es otro asunto. Estos guardianes de las esencias judías no habían querido reconocer en JESÚS al enviado anunciado y prometido en las Escrituras. Es verdad que JESÚS excedía con mucho todas las previsiones contenidas en el Antiguo Testamento, pero ÉL también había dado sobradas muestras de su excepcionalidad. No hay que cargar demasiado las tintas hacia estos desgraciados que juzgan a JESÚS de forma directa, pues con ellos formamos parte de una condición humana en extremo problemática. No nos equivocamos ni exageramos cuando nos incluimos los actuales entre los que  también habríamos pedido la muerte de JESÚS, pues la opacidad del corazón humano no tiene épocas ni fronteras. Aquellos sicarios del Mal buscan como sea falsos testigos, pues hay que dar una apariencia de legitimidad a toda aquella farsa. Las acusaciones se contradicen, por lo que no encuentran la unanimidad requerida para  forzar una pena de muerte, que por crucifixión debía ejecutar el gobernador romano. La muerte del GALILEO tenía que resultar una proscripción total, no podía quedar la menor duda de su impostura y rechazo oficial por parte de las autoridades religiosas. El sumo sacerdote, por fin, encontró el argumento irrefutable para la condena: la máxima blasfemia, el GALILEO se atribuía ser HIJO de DIOS. San Marcos lo recoge así: “¿Eres TÚ, el CRISTO, el HIJO del BENDITO? Dijo JESÚS: Sí, YO SOY. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder y venir entre las nubes del cielo”. El sumo sacerdote se rasga las vestiduras como signo de máxima ofensa y blasfemia. En esta versión de san Marcos, JESÚS toma el protagonismo del Hijo del hombre anunciado por Daniel. Aquellos sumos sacerdotes y sanedritas no podían digerir que el GALILEO diese cumplimiento a las esperanzas mesiánicas de corte apocalíptico, que muchos de aquellos decían profesar. El ambiente de cumplimiento de las antiguas profecías sufrió un verdadero cataclismo con la destrucción del Templo y de Jerusalén en el año setenta. Pero unas horas después de aquel interrogatorio, según el evangelio de san Mateo, aquellos jerarcas del Judaísmo vivirán un anticipo aterrador de la destrucción futura de la ciudad y del Templo.

 

Juicio ante  Pilato y crucifixión (Marcos 15,1-47)

Con las primeras luces del día se reúne el Sanedrín en pleno para acordar la entrega  de JESÚS al poder romano acusando a JESÚS de conspirador contra Roma. La pena que recaía sobre JESÚS era la de pena de muerte mediante crucifixión. El plan de las autoridades religiosas había funcionado, pues se cumplía el objetivo de erradicar del panorama judío a una persona que, entendían ellos, estaba minando sus intereses y los basamentos religiosos. El poder romano sí iba a comportar como un gran aliado de la causa del Sanedrín. Produce vértigo esta instantánea en el curso de los acontecimientos: la autoridad religiosa que debía tener los criterios adecuados para reconocer al ENVIADO del PADRE es quien lo juzga reo de muerte. La aberración humana no podía alcanzar cotas más altas. El infierno estuvo de fiesta en aquellas horas.

 

Pilato toma el relevo (v.1-5)

San Marcos condensa todo el diálogo de JESÚIS con Pilato en una pregunta de éste, y en la estricta respuesta de JESÚS: “Pilato le preguntaba, ¿eres TÚ el REY de los judíos? ÉL le respondió: sí, tú lo dices” (v.2) El modo verbal empleado por Marcos indica que Pilato preguntó a JESÚS con matices diferentes sobre la condición real de  JESÚS. De modo paralelo con el interrogatorio de los sumos sacerdotes, JESÚS sólo responde cuando tiene que poner de relieve su identidad, y en esos momentos ya se han terminado las explicaciones añadidas o complementarias, que sus palabras pudieran admitir. La manifestación de REY o de CRISTO, o de Hijo del hombre, vienen a ser como las declaraciones testamentarias al final de sus días, que sabe quién es y quiere dejar constancia oficial de esa verdad. La instancia religiosa y la máxima representación del Imperio en Jerusalén recogen la declaración del ENVIADO de DIOS, al que escuchan en vano y lo convierten en un impostor destinado a morir como los réprobos. Todas las demás acusaciones y preguntas para JESÚS en esos instantes son del todo superfluas y nada tiene que añadir o contestar. Una vez más JESÚS demuestra que es dueño de cada uno de los instantes de su destino.

 

Pilato negocia la alternativa de Barrabás (v.6-15)

El episodio de Barrabás en el proceso a JESÚS ocupa un espacio amplio, si consideramos el conjunto del relato de la Pasión. Aquí se ponen de manifiesto los distintos actores que el evangelista quiere que los tengamos en cuenta. Pilato, las autoridades judías y el pueblo mantienen durante unos minutos un intercambio de negociación. Pilato despectivo utiliza a JESÚS y a Barrabás para menospreciar al pueblo judío y no se recata de presentar a JESÚS como REY, descartando en todo momento el sentido que el propio JESÚS le dio a ese término. Los judíos, por otra parte, valoraban formalmente la realeza de YAHVEH en alto grado. Pero, con desdén muy irónico, Pilato pregunta a los congregados si les suelta al REY o a Barrabás. Para Pilato todo aquello era una disputa religiosa en la que él no quería entrar y trataba de ridiculizar y llevar al absurdo. El gesto de lavarse las manos (Cf. Mt 27,24) no es otra cosa que la exteriorización de la actitud interior del gobernador. Pilato entiende que todo aquello no va con él, pues no está en esas tierras que desprecia para dirimir peleas religiosas, sino para mantener el orden social; pero tampoco está dispuesto a defender la vida de un personaje, JESÚS, que se le antoja un visionario como su mujer (Cf. Mt 27,19). Pilato es un escéptico que desprecia por inaceptable el valor y conocimiento de la Verdad: “¿qué es la Verdad?” (Cf. Jn 19,38). Pilato no espera de JESÚS respuesta alguna sobre la Verdad, sus intereses están en otro plano. Él es un negociador en el sistema del poder romano, y no está dispuesto a que el GALILEO le estropee su carrera política y suelta a Barrabás.

El triángulo fatídico acaba con la vida de JESÚS: las autoridades religiosas, la masa envilecida y el poder político. Los jerarcas religiosos sabían el poder que el pueblo en masa podía ejercer sobre el gobernador, y ellos sabían cómo manipular y orientar el grito del pueblo para que el poder político se sintiese intimidado. En este pasaje tenemos una instantánea de la conversión del hombre y del grupo en una masa manipulada que se comporta como una única fuerza bestial. Las autoridades religiosas supieron confundir a los miles de congregados para que se expresaran con una sola voz, pidiendo al unísono la muerte de JESÚS. La masa bestializada se comporta como un único actor. Para conseguir esta unidad pastosa, esta masa caótica, es necesario despersonalizarla sustrayéndole toda razón, y hacerla obediente al impulso de un sentimiento apoyado en una sola consigna: el GALILEO tiene que morir. Las razones son lo de menos. La masa con-fusionada ha tomado el papel de altavoz de los ventrílocuos, las autoridades religiosas. El grito poderoso de la masa bestializada remachó en la mente de Pilato las palabras de los jerarcas religiosos: “si sueltas al GALILEO no eres amigo del César” (Cf. Jn 19,12). Aquellos jerarcas religiosos extendían sus tentáculos hasta Roma y él, Pilato, no podía correr el riesgo de poner una tacha en su hoja de servicio. El triángulo había cercado a JESÚS de forma inexorable y la sentencia estaba decidida, sólo faltaba que el gobernador la formulase.

 

Sentencia de muerte y camino del Calvario (v.16-23)

San Marcos concatena los hechos con frases muy cortas desde que JESÚS recibe la sentencia a muerte, hasta que llega al Calvario para ser crucificado. JESÚS es azotado o flagelado, lo siguen maltratando y ridiculizando representando una pantomima de súbditos ante un rey de chufla; revisten a JESÚS con un manto rojo y lo coronan con un casquete de espinas, que lo llevará el resto del tiempo hasta su muerte. Después de todas estas vejaciones en las que no cesaron los golpes después del brutal castigo de la flagelación, y JESÚS carga con la Cruz. No dicen los  evangelistas las características del madero que soporta JESÚS, pero Marcos, como el resto de los evangelios, hace entrar a Simón de Cirene en la escena de la Pasión para ayudar a un JESÚS exhausto, que podría fallecer de camino. De suceder algo así, la responsabilidad sería para el centurión encargado de conducir al reo hasta el patíbulo.  La jauría sedienta de sangre no podía permitir que el espectáculo se frustrase por un exceso, de forma que la ayuda del Cirineo no fue algo pensado para favorecer a JESÚS, sino para mantener la tortura hasta el final.

 

Crucifixión y muerte (v.24-37)

San Marcos dispone la hora de la crucifixión a la hora tercia, que serían las nueve de la mañana, hasta la hora nona, coincidiendo con las tres de la tarde; por tanto, calculamos seis horas de atroces dolores y sufrimientos. Los estudios médicos consideran que la resistencia de JESÚS fue del todo extraordinaria, a partir de la oración en el Huerto de Getsemaní donde JESÚS sudó sangre (Cf. Lc 22,44). La misma flagelación podía haber terminado con su vida cuando se examina la reliquia de la Sábana Santa de Turín. A toda la tortura física, san Marcos recoge los insultos de los presentes, incluidos los dos compañeros de patíbulo que padecían condena. San Lucas señala que uno de ellos reconoce la inocencia de JESÚS y acepta su condición mesiánica por lo que se arrepiente de sus pecados y pide a JESÚS que se acuerde de él (Cf. Lc 23,42). San Marcos sólo recoge una palabra de JESÚS en la Cruz de las siete que se compendian en los cuatro evangelios. A la hora de nona JESÚS grita: “Eloí, Eloí!, ¿por qué me has abandonado?” San Marcos las traduce y aclara: “!DIOS mío, DIOS mío!, ¿por qué me has abandonado?” Después de esta exclamación, JESÚS dando un fuerte grito expiró. Resulta harto difícil imaginar a JESÚS recitando el Salmo veintiuno en la Cruz entre los espasmos de un cuerpo contraído por los calambres provocados por los nervios cortados por los clavos, la deshidratación y la infección tetánica que invadía todo su cuerpo. Para poder respirar mínimamente, JESÚS tuvo que realizar esfuerzos impensables, que hubieran terminado con la vida de cualquiera mucho antes de las tres de la tarde, hora de nona. Es más aceptable pensar que JESÚS pone de relieve en un esfuerzo supremo la magnitud del punto básico al que llegó la Redención. Este instante último se ofrece como referencia obligada para entender algo del misterio de CRISTO en la Cruz.

 

San Pablo, carta a los Filipenses 2, 6-11

Como sabemos, la comunidad de Filipos era para san Pablo especialmente querida. Esta carta está escrita en momentos difíciles, en los que el apóstol está en la cárcel no sabemos con exactitud si el encarcelamiento sucedía en Roma o en Éfeso; pero de cualquier forma, el apóstol, exterioriza hacia aquellos cristianos sus sentimientos más íntimos, por lo que la pieza recogida de este himno cristológico adquiere un valor especial. Si alguien nos importa nos esmeramos en ofrecerle algo valioso. El himno cristológico de esta carta parece ser una pieza litúrgica, en la que se manifiesta de forma pública la Fe en JESUCRISTO.

En el comentario presente realizado hasta aquí, damos por meditado algunos aspectos de este credo inicial de los primeros cristianos. A la luz de este texto nadie puede poner en duda razonable, que san Pablo tiene plena conciencia de la divinidad de JESÚS de Nazaret, que en su abajamiento padeció la ignominia de la Cruz. No hay que dar por sabido y hecho, lo que de forma explícita aparece en este himno cristológico. Cada época de la historia tiene sus gurúes que difunden toda suerte de versiones sobre la identidad de JESUCRISTO. La tendencia actual en muchos ámbitos, incluso en algún sector eclesial, es la de diluir la condición divina de JESÚS. Claro está tal cosa ni la admite el Credo de la Iglesia, ni la experiencia de Fe de los sencillos dentro del Pueblo de DIOS; con lo que las teorías pintorescas duran tanto como la fantasía más evanescente; aunque, eso sí, reaparecen una y otra vez con pretensión de novedad y alternativas espiritualistas. Ya lo decía san Juan en su primera carta: “los anticristos salen de entre nosotros, pues todo el que niega que JESUCRISTO ha venido en carne es un anticristo” (Cf. 1Jn 4,3). Si estos personajes ya estaban presentes en el siglo primero, no vamos a pretender que desaparezcan en el siglo veintiuno. Conviene saber que están, que pretenden embaucar a todos los posibles, y viven a expensas de la gran mentira. Más tarde o temprano, en un mundo u otro, todos “en el Cielo, en la tierra o en el abismo tendremos que doblar la rodilla y reconocer que JESÚS es el SEÑOR para gloria de DIOS PADRE”.

Comparte: