El día cinco de febrero, de dos mil quince, el ISIS degolla a veintiún cristianos coptos, en las playas de Libia. El objetivo del ISIS era provocar el terror y la desestabilización de sus zonas de influencia con un objetivo preferente hacia todo lo que llevara el nombre de cristiano. El ISIS es un ejemplo perfecto de un monstruo creado por las potencias occidentales, al que se le atribuye un origen islámico, que no es cierto. Otra cosa bien distinta es que entre sus componentes haya creyentes islámicos. El origen del ISIS es similar al de Al Qaeda o el surgimiento de la facción talibán en Afganistán. Las tres facciones mencionadas investidas con un carácter radical y violento no nacen de la religión, sino de un proyecto político, que desea mantener la inestabilidad en la zona y jugar con sus equilibrios con el objetivo de controlar el petróleo, vender armas, participar en la reconstrucción de lo destruido y, en la última etapa, hemos visto que se aprovechó para destruir joyas de incalculable valor cultural y religioso, tanto en Siria como anteriormente en Irak. No había armas químicas de destrucción masiva, pero daba lo mismo: la guerra tenía que llevarse a cabo en Irak, lo mismo que sucedió con la primera. La utilización en esta primera contienda de misiles con cabezas de plutonio empobrecido originó durante mucho tiempo un deterioro de la población, ocultado sistemáticamente por los grandes medios de comunicación. Los efectos devastadores de la Primera Guerra del Golfo, dejaron al país con una indigencia extrema en su población afectada de múltiples enfermedades. De la venta del petróleo por alimentos se beneficiaron los mismos que la habían provocado, pues Sadám Husein resultó un instrumento muy útil para ofrecer una coartada tanto a la primera intervención bélica como a la segunda.
Tras la muerte de Sadám Husein fue muy fácil radicalizar y organizar por los servicios secretos la facción del ISIS, y dotarla de manera repentina de armamento, dinero y territorio. El próximo objetivo fue desestabilizar Siria con los mismos motivos de la primera y segunda guerra en Irak. La zona sirio caldea es la cuna de la Civilización Occidental, que según algunos debe desaparecer. En ese punto está el ISIS, que no coincide con el Islán, aunque algunos camicaces se inmolen al grito de ¡Alá es grande! Es verdad que algunas mezquitas reclutan extremistas, para lo que también utilizan las redes de internet. Las facciones fundamentalistas las encontramos en todas las religiones, en algún momento de la historia, y en la actualidad es una lacra que afecta a otras confesiones religiosas además del Islán. Han tenido que pasar siglos en nuestra religión Católica, para que nuestros sumos pontífices reconociesen de forma pública y solemne, que matar en el nombre de DIOS es una aberración.
El papa Francisco se reunió en videoconferencia con el patriarca copto de la Iglesia Griega Ortodoxa, Teodoro II, y con el arzobispo primado de la Iglesia Anglicana, Justin Welby; y proclamó a los veintiún mártires que murieron perdonando y confesando a CRISTO, como santos de todas las iglesias cristianas. Magnífica declaración para unos tiempos en los que parece que la Fe cristiana se diluye, pero no es así, porque JESUCRISTO es el SEÑOR de la historia, y lo es también de nuestra historia. Esta declaración del papa Francisco no es del todo novedosa, pues ya Pablo VI, con motivo de la canonización de los mártires de Uganda, Carlos Luanga y compañeros, en mil ochocientos ochenta y cinco, enalteció la entrega igualmente martirial de los cristianos anglicanos que murieron martirizados por JESUCRISTO: y no queremos olvidar tampoco a aquellos otros que, perteneciendo a la confesión anglicana, afrontaron la muerte por el nombre de CRISTO.
El modo de morir habla con máxima elocuencia sobre la persona que transita por esos últimos momentos. Si alguien muere perdonando a sus verdugos y proclamando a JESUCRISTO como su SEÑOR, esa persona es cristiano de pleno derecho y ha alcanzado la perfección en la caridad de CRISTO. Ante esta imagen última, ¿habrá algún criterio perfeccionista capaz de minusvalorar la excelencia de esa entrega? Seguro, que aparecerá alguien. Con urgencia se apresurarán a corregir al SEÑOR en la Cruz, antes que le diga al ladrón arrepentido: “Te aseguro que hoy estarás CONMIGO en el Paraíso”; porque no sea cosa que el estrés máximo de la Cruz le haga desvariar y estropee a los rigoristas todo el entramado en el que se sostienen. Además de leer códigos de normas y dogmas es necesario leer lo que el SEÑOR hace en las vidas de sus hijos. Así lo hicieron los dos grandes apóstoles Pedro y Pablo, y el Cristianismo pudo despegar del rigorismo de los judaizantes, que pretendían devolver a los creyentes al entramado de leyes pertenecientes al Antiguo Testamento.
Pablo Garrido Sánchez