Santa Clara de Asís fue una religiosa italiana del siglo XII, fundadora de la Segunda Orden de San Francisco, donde están comprendidas distintas ramas femeninas de espiritualidad franciscana.
Santa Clara nació en la localidad italiana de Asís, en el año 1194, siendo hija de los condes de Sasso Rosso, Favorino de Scifi y Ortolana Fiumi. Los condes de Sasso Rosso formaban una familia con una intensa vida espiritual, la madre de Clara realizaba largas peregrinaciones, ya fuera a Tierra Santa o a Santiago de Compostela. Cuenta la tradición que antes del nacimiento de su hija, la condesa fue objeto de una revelación, en la cual el Señor le decía que de ella nacería una luz brillante que iluminaría al mundo entero, razón por la cual le puso a su hija el nombre de Clara.
Cuando Clara aún era joven, San Francisco de Asís había obtenido permiso de Roma para predicar en su ciudad natal, por lo que tuvo la oportunidad de escucharle en la Iglesia de San Rufino. Impresionada por su mensaje, Clara decidió dedicar su vida a Dios, por lo que rechazó el matrimonio que sus padres habían arreglado para ella con un joven de la nobleza local.
La noche después del Domingo de Ramos de 1212, Clara huye de casa y se dirige a la Porcíncula de San Francisco, donde cambia sus ricas vestimentas por un sencillo hábito, corta también sus largas y rubias trenzas, cubriendo su cabeza con un velo negro. A la mañana siguiente, sus familiares se presentan indignados a San Francisco, exigiéndole que devuelva a su hija, a quien llaman «embrujada». Sin embargo, Clara se negó a regresar con ellos, tras lo cual se dirigió a la Iglesia de San Ángel de Panzo, donde se unió a un grupo de mujeres religiosas que realizaban una dura vida penitencial.
Tras la huida de Clara, se le unieron dos de sus hermanas, y más tarde su madre. Gracias a San Francisco, los monjes camaldulenses cedieron la Iglesia de San Damián a las piadosas mujeres, donde establecieron un monasterio en el cual vivían a fondo las enseñanzas de San Francisco. Las monjas de San Damián repartían todos sus bienes entre los pobres, y rechazaban las grandes donaciones, viviendo solamente del trabajo y la limosna.
La vida mendicante de San Damián atrajo a un gran número de mujeres, por lo que fue necesario escribir una norma que regulara a las monjas. Por petición de Santa Clara, San Francisco de Asís escribió una regla para las monjas, que fue aprobada por el Papa Inocencio III en el año de 1215. Tras la aprobación de la regla, Santa Clara fue nombrada abadesa de San Damián.
La vida en el monasterio era de profunda renuncia y heroicidad en la pobreza y la oración. Cuentan las crónicas que estando enferma Santa Clara, sentía un gran dolor por no poder levantarse para asistir a los oficios de Navidad, sin embargo, fue transportada de manera milagrosa a la Iglesia de San Francisco, donde asistió al oficio de maitines y a la Santa Misa, donde incluso recibió la comunión, antes de ser transportada de vuelta a su celda.
En el año 1230, los sarracenos invadieron la península itálica debido a su guerra contra la cristiandad y los Estados Pontificios. Durante esa invasión, llegaron muy cerca del convento de San Damián, al que comenzaron a sitiar. Las monjas sabían el riesgo que esto representaba para ellas, por lo que Santa Clara tomó el copón con la Sagrada Forma y a pesar de su enfermedad, se puso de pie ante la puerta sosteniéndolo. En ese momento se escuchó una voz que decía: «Yo os guardaré siempre». Y en ese momento, los sarracenos abandonaron el sitio.
El verano de 1253, Santa Clara se encontraba ya muy enfermaba, y fue el Papa Inocencio IV a visitarla. Santa Clara se confesó con el pontífice y recibió de él su bendición. El 11 de agosto de ese año, Santa Clara murió en San Damián. A las pocas horas, le siguió en la muerte su hermana Inés. Para su funeral, acudieron el Papa y los cardenales, así como las autoridades de Asís y de Ostia. Desde ese momento, se veneró como santa, tanto por la gente del pueblo como por los sacerdotes, obispos y el mismo Papa. Fue canonizada en 1255, tan solo dos años después de su muerte.
Santa Clara es patrona de los clarividentes, de los orfebres, de las telecomunicaciones y de la televisión.
Infovaticana.