* ¡Animo! Tú… puedes.
* -¿Ves lo que hizo la gracia de Dios con aquel Pedro dormilón, negador y cobarde…, con aquel Pablo perseguidor, odiador y pertinaz? (Camino, 483)
Le dice Pedro:
¡Señor!, ¿Tú lavarme a mí los pies?
Respondió Jesús:
lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo entenderás después.
Insiste Pedro:
jamás me lavarás Tú los pies a mí.
Replicó Jesús:
si yo no te lavare, no tendrás parte conmigo.
Se rinde Simón Pedro:
Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza.
Ante la llamada a un entregamiento total, completo, sin vacilaciones, muchas veces oponemos una falsa modestia, como la de Pedro…
¡Ojalá fuéramos también hombres de corazón, como el Apóstol!: Pedro no permite a nadie amar más que él a Jesús. Ese amor lleva a reaccionar así:
¡aquí estoy!, ¡lávame manos, cabeza, pies!, ¡purifícame del todo!, que yo quiero entregarme a Ti sin reservas.
(Surco, 266)
«Carga sobre mí la solicitud por todas las iglesias«, escribía San Pablo; y este suspiro del Apóstol recuerda a todos los cristianos –¡también a ti!– la responsabilidad de poner a los pies de la Esposa de Jesucristo, de la Iglesia Santa, lo que somos y lo que podemos, amándola fidelísimamente, aun a costa de la hacienda, de la honra y de la vida.
(Forja, 584)
Por SAN JOSEMARÍA.