Cada 20 de octubre la Iglesia celebra a San Pedro de Alcántara, O.F.M. (1499-1562), fraile franciscano español. Su nombre real era Juan de Garavito y Vilela de Sanabria.
Nació en Alcántara en 1499, en el seno de una familia noble. Empezó a estudiar leyes en la Universidad de Salamanca, pero abandonó los estudios al descubrir que Dios lo llamaba a su servicio. Se hizo fraile franciscano y posteriormente fue ordenado sacerdote.
Fray Pedro de Alcántara fundó varios conventos, en primer lugar para su propia Orden, luego, para la naciente reforma del Carmelo, dada su cercanía con Santa Teresa de Ávila. Fue un hombre de profunda vida espiritual. De hecho, era conocido por sus desvelos en oración y meditación.
No solo se dedicó a la vida contemplativa sino que solía realizar viajes a los pueblos cercanos al convento de Arenas, donde vivía. Se caracterizó por ser modelo de cumplimiento y respeto por los principios que regían la vida monástica. Fue también un buen predicador y muchas conversiones al Señor se produjeron entre quienes lo escucharon. A Fray Pedro de Alcántara se le atribuye haber hecho la edición compacta del Libro de la oración y meditación de Fray Luis de Granada, es decir el Tratado de la oración y meditación.
Trató con San Francisco de Borja y, de manera especial y fructífera, con Santa Teresa de Ávila. Fray Pedro se convirtió en su confesor y director espiritual, y fue quien más la animó a que reforme la Orden del Carmelo. Por su lado, él mismo puso en práctica una reforma de la orden franciscana, fundando una rama de “estricta observancia” conocida como “Alcantarinos”. La misma Santa Teresa de Jesús cuenta en su autobiografía cuán agradecida quedó con el fraile franciscano, gracias a su sabiduría y santidad. Teresa cuenta incluso cómo fue que fray Pedro se le apareció en sueños después de muerto y le dijo: «Felices sufrimientos y penitencias en la tierra, que me consiguieron tan grandes premios en el cielo».
San Pedro de Alcántara murió en paz, de retorno al Convento de Arenas, después de haber hecho uno de sus habituales itinerarios por Ávila y Oropesa. Murió en medio de sus hermanos a quienes tanto quiso. El pueblo de Arenas, además, manifestó su gratitud al santo por todo lo que había hecho en favor de sus habitantes. Fray Pedro había acercado a Dios a todo aquél que pudo tratarlo. Sus palabras finales, tomadas del Salmo 21, testimonian el sentido de su vida: “¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!».
Debido a su costumbre de pasar noches sin dormir en oración constante, se le conoce como el protector de los celadores y guardias nocturnos.
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Con información de Aciprensa/Redacción