San Francisco de Sales (1567-1622), siendo joven, estuvo sujeto a una tormenta interior que lo destruía moral y físicamente. Un día, en una capilla dedicada a la Virgen, se dirigió casi con desesperación a la Virgen. El efecto de esa oración fue inmediato. El Santo se encontró de repente liberado de la prueba, inmerso en una paz inefable, que nunca más perdió.
También tú puedes recitar esta oración en tus momentos difíciles, que deseamos que nunca tengas, pero que desgraciadamente la Providencia puede permitir:
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que alguno haya recurrido a vuestra protección, implorado vuestro socorro, pedido vuestro auxilio, y haya sido abandonado.
Inspirado en esta confianza, me dirijo a ti, oh Virgen Madre de las vírgenes; Vengo a ti, me postro ante ti, pecador arrepentido.
No desprecies mis oraciones, oh Madre del Verbo, sino escúchame bondadosamente y respóndeme. Amén
Si quieres recitarlo en latín:
Memorare, o piissima Virgo Maria, non esse auditum a saeculoquemquam ad tua currentem praesidia, tua implorantem auxilia,tua petentem suffragiaesse derelictum.
Ego, tali animatus confidentia,ad te, Virgo virginum, Mater, curro; ad te venio, et coram te, gemens peccator, adsisto.
Noli, Mater Verbi, verba mea despicere, sed audi propitia, et exaudi. Amen,

CORRADO GNERRE.
ITRESENTIERI.