Editorial #115
Una semana de hechos inéditos concluye con la franca preocupación. Un pollo decapitado en la sede del Senado de la República como ofrenda de un sacrificio usando como alegato los usos y costumbres de pueblos y comunidades indígenas, la ‘camiseta pendeja’ (nombre de la marca que las maquila) de López Obrador y la santa muerte y el llamado que hizo una candidata a diputada local del partido oficialista a unirse “aunque sea Satanás”, salpicaron las actuales campañas poniéndolas en entredicho y, sobre todo, cuestionando hasta qué punto la barbarie, la manipulación y la narcocultura se han instalado en este país como parte de la normalización de la violencia en un estado que ha perdido la brújula y la autoridad.
Acelerado por la polarización de las campañas políticas, poner de nuevo a la santa muerte en la palestra de los medios como una apología de la libertad religiosa fue el mejor recurso de un presidente de la República quien, en su conferencia de prensa, defendió la estulticia de sus adictos colaboradores cuando el presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano portó con orgullo el producto de la marca ‘camisetas pendejas’, pero más pendejo, el argumento del presidente de México: “Es como contradictorio, o tiene que ver con la libertad, incluso religiosa, se habla de la muerte, pero es la Santa Muerte… En este país somos libres de tener la religión que más se apegue a nuestra fe y también somos libres para no tener religión y debemos ser respetuosos de creyentes y de no creyentes, y eso es el Estado laico, libertad religiosa”.
Santa muerte es de los funestos y desafortunados símbolos de la narcocultura, apología y violencia. No es una expresión religiosa en sentido estricto, pero el paso del tiempo afianza una pseudo devoción acogida por humildes, sencillos, poderosos y violentos. No es extraño leer en los libritos de la devoción a la santa muerte o en los exvotos creados para su tributo de los supuestos y tremendos milagros y favores recibidos donde surge el predominio de la voluntad propia y el control personal de lo imposible. ¿El resultado? La ‘religión paralela’ ‘de transformación’ que tiene a su santa protectora de políticos. Y aunque la playera pudo haber sido una ácida y cínica burla de sus creadores, lo que hizo fue recordar lo que predomina en este país ahogado en violencia y sangre, de muertos y desaparecidos, de balazos reales y de abrazos ideales.
Por eso, un mensaje de los obispos de México, mismo que transmitido en el pleno de la Cámara de Senadores, advirtió del gravísimo riesgo en el cual nos situamos. Si antes, estas cosas existían, aunque sea de manera clandestina, la clase política las ha destapado de forma cínica y burda. Así, los prelados advirtieron en su urgente mensaje: “No podemos ignorar la preocupante realidad que enfrenta nuestra sociedad con la implementación de una cultura de muerte y violencia a través de la narco cultura que se difunde en las redes sociales, imágenes violentas, cultos distorsionados como el de la Santa Muerte y amedrentamientos digitales. Esta propagación de contenido dañino está distorsionando los valores fundamentales que nos han caracterizado como nación y erosionando el tejido social”.
Sin embargo, mientras esa discusión se daba en el pleno del Senado, al mismo tiempo, una gallina era sacrificada. El burdo, indecente y repugnante acto fue defendido por su promotor, otro inmoral defensor de la violencia, un senador del partido oficialista por Oaxaca, quien, en tribuna, justificó la ofrenda “a sus dioses agnósticos”. Y para rematar, el llamado a unirse a satanás de otra candidata sólo confirma que todo se vale para obtener el poder, no importan los pactos y muertos.
Tres hechos que, sin lugar a duda, nos ponen en una encrucijada. Como afirman los obispos en su mensaje: “Optar por un cambio radical, pasando de una cultura de muerte a una cultura propia de la Civilización del Amor…”, pero los políticos del régimen enseñan su calaña: Santa muerte, sacrificios y Satanás