Sacerdotes viriles, generosos y llenos de celo, pide el cardenal Sarah.

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‘Al servicio de la verdad’, el último libro que acaba de publicar el cardenal Robert Sarah, ex prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, es una guía de lo que debe ser un verdadero sacerdote.

 

¿Cómo es hoy el buen sacerdote? Para el cardenal Sarah, es alguien que no fía su formación a las redes sociales, alguien que no remolonea en la cama hasta media mañana, se entrega a las buenas lecturas, alimenta su fe, se preocupa por el destino eterno de sus hijos, defiende, viril, a su esposa, la Iglesia, de todos los ataques.

El buen sacerdote que Sarah dibuja en su último libro, ‘Al servicio de la verdad’, no se deja instrumentalizar como un títere en entrevistas televisivas, cuida la liturgia y no la inventa a su capricho porque sabe que su misión es reproducir la liturgia que se actualiza en el mismo Cielo, ayuda a los pobres y a menudo, igual que un buen padre de familia, no ve cómo llega a fin de mes pero confía plenamente en la Providencia.

Sobre todo, debe ser celoso. “El celo es interés. Una persona es tan celosa como grande sea el interés que ponga en la cosa o la persona. El celo por las almas es, por tanto, el interés que debe tener el pastor por la salvación eterna de las ovejas confiadas a su cuidado”.

Sarah coincide con el Santo Padre en ver en el clericalismo una de las mayores amenazas para la vida de la Iglesia hoy, un clericalismo que podríamos llamar -y él llama- pragmatismo, un funcionar por parte del sacerdote como quien tiene que cumplir unos objetivos empresariales, pensando solo en la acción y ciego, en el sentido de no estar iluminado por la Palabra de Dios, y que se presenta como bondad cuando es, como mucho, eficacia mundana.

Es eso lo que lleva a Sarah a concluir que no son los teólogos o la teología moderna lo que daña hoy a la Iglesia, sino los malos sacerdotes, lo que hacen realidad la Iglesia para quienes les rodean, creyentes o no creyentes.

Sarah carga contra esos ‘activistas’ llamándoles “lobos en piel de cordero”, que “dicen servir al rebaño cuando realmente se sirven de él para sus propios fines”.

Por usar una expresión que le es muy cara al Santo Padre, si la Iglesia es un “hospital de campaña”, recuerda Sarah, “necesitará médicos muy competentes capaces de salvar vidas”.

 

CARLOS ESTEBAN.

infovaticana.

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